La mujer que dejó las multinacionales para abrir un hotel con cocina creativa en la Formentera más secreta (y donde descansan los famosos)

La mujer que dejó las multinacionales para abrir un hotel con cocina creativa en la Formentera más secreta (y donde descansan los famosos)

Reportajes gastronómicos

De las multinacionales al paraíso: Lina Bustos, la mujer que conquista Formentera con un hotel y su cocina creativa

Trabajaba en el sector farmacéutico y hoy está al frente de Paraíso de los Pinos, un hotel de lujo sereno con restaurante propio, Es Mal Pas.

Más información: El mejor restaurante de Formentera según su Academia de Gastronomía: pasta casera y carnes a la brasa

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Hay quienes montan el hotel en el que les gustaría alojarse. Y luego está Lina Bustos, que hizo eso y más, personalizándolo a su medida.

“Yo no fundé el proyecto, pero lo hice mío”, dice sobre Paraíso de los Pinos, un complejo de suites y villas ubicado entre pinares, caminos de tierra y silencio, a medio paso del mar y lejos del ruido.

Nacida en Ibiza, criada en Formentera, y tras una carrera profesional entre Madrid, Londres, Milán o Barcelona, Lina trabajaba en el mundo biomédico y farmacéutico cuando decidió dar un volantazo.

“Llevaba años en multinacionales, viajando sin parar. Pero necesitábamos una atención más directa, más personal en el proyecto. Y decidí volver”, cuenta.

Lo que encontró al regresar fue una manera de reencontrarse con sus raíces. Y también la posibilidad de crear algo diferente, que además sumara una propuesta gastronómica por la que merece la pena el desvío.

Calma y privacidad

Paraíso de los Pinos abrió en 2011, pero fue a partir de su llegada, unos años más tarde, cuando tomó la forma actual, con 29 suites y 6 villas de estética balear y, sobre todo, mucha tranquilidad, que es lo que buscan muchos al llegar a la isla. “Aquí lo importante no es ser visto, sino estar bien. Poder desconectar sin que falte nada”, resume.

La apuesta le ha salido bien. Hoy cuenta con un porcentaje de clientes repetidores altísimo, algunos tan conocidos como discretos. “Han venido actores internacionales, entrenadores de primer nivel, campeones de MotoGP…”, desliza sin dar nombres.

“Podríamos hacer marketing con eso, claro. Pero perderíamos lo más valioso: su confianza. Han elegido este lugar por su privacidad. Y si eso se rompe, no vuelven”.

En lugar de colgarse medallas, Lina lo tiene claro: “La diferencia no está en las habitaciones, sino en las personas. Hoteles bonitos hay muchos. Pero lo que hace que quieras volver es cómo te han hecho sentir”.

Cocina creativa y viajera

A su regreso, Lina también quiso cuidar la parte gastronómica del proyecto. “No queríamos tener simplemente el típico restaurante de hotel. Apostamos desde el principio por ofrecer una propuesta gastronómica seria”, explica.

Así nació Es Mal Pas, el restaurante del hotel, que cada año afina más su discurso, con una cocina creativa con raíces mediterráneas que de verdad sorprende, hecha con producto local.

El responsable de la carta es el chef Arnau Santos, un valenciano de un pueblo de Xàtiva, con experiencia internacional que ha pasado por cocinas de Inglaterra o Suiza, además de haber tenido restaurante propio.

“Se nota en los matices, en la forma de combinar ingredientes. Pero siempre sin perder de vista la esencia mediterránea”, cuenta Lina.

La carta habla por sí sola y es una sorpresa de las que conquistan al primer bocado. Sobre todo cuando arranca con un bocado que presentan como bombón de foie que recuerda al bosque, que en realidad es un paté de hígados de pollo que podría estar a la altura de cualquier restaurante top de caza.

A partir de ahí, en una carta que va cambiando, no faltan opciones como un gazpacho de remolacha con sardina ahumada y crujiente de yogur, unas rocas de mejillones para las que tempuriza el molusco, o una fantástica berenjena a la llama que sirve sobre queso Idiazábal y con sardina ahumada.

Hay mucho más. Como el carabinero con yuzu y helado de mango y una vinagreta de sus jugos, que es una explosión muy equilibrada de sabores.

También un rape más clásico con salsa de mejillones y azafrán, o una carrillera con parmentier de boletus. Estas opciones conviven con arroces melosos de bogavante, pulpo o gambas.

“Queremos que el restaurante sea un destino por sí mismo, que vengan tanto los huéspedes como los que buscan una experiencia especial en Formentera”, afirma.

El entorno acompaña, y más por la noche, en una terraza abierta, rodeada de sabinas, con lucecitas y el murmullo de las cigarras por el día -tan característico de la isla- y de los grillos por la noche.

Un lujo silencioso

Alejado de la zona más bulliciosa de la isla, Paraíso de los Pinos está rodeado de caminos rurales que llevan al mar y campos donde no pasa nada... “Aquí tienes la sensación de estar en la Formentera de antes, pero con todas las comodidades”, explica Lina.

Esa dualidad de la isla es algo que ella vive intensamente. “Formentera tiene una bipolaridad tremenda. En verano es intensidad pura. Pero cuando acaba la temporada y llega el otoño… ahí es cuando vuelve a ser ella misma”, dice.

Ahora incluso necesita ese silencio. “Al principio temía el invierno, pensaba que me aburriría. Hoy lo valoro como un regalo. Me permite reconectar y poner el foco en lo que de verdad importa”.

Durante los meses de descanso, aprovecha para recorrer sus lugares favoritos: Cala en Baster, los caminos verdes del Cap de Barbaria, Es Caló o el sendero hasta el Torrent de S’Alga.

“Hay zonas que la mayoría no visita, y que te reconcilian con la isla. Es como si la descubrieras por primera vez, cada vez”.

Briss, chiringuito canalla

El proyecto de Lina no acaba en el hotel. También está detrás de Briss, un chiringuito en la playa que poco tiene que ver con los beach clubs de moda y que funciona de manera exenta al hotel.

“Queríamos recuperar la esencia de los chiringuitos de toda la vida, esos en los que había música, una carta sencilla pero bien hecha, y un ambiente canalla”.

Y Briss es justo eso: música rock, mucho ambiente y platos bien elaborados, pero sin bling-bling. “Aquí no suena reguetón ni hay camas balinesas. Hemos salido del concepto de beach club. Es un chiringuito de los de antes, pero donde puedes comer realmente bien”, afirma.

La cocina, aunque no está vinculada al hotel, mantiene el mismo espíritu, en manos de Javi Escalona. ¿Sus señas? Autenticidad, respeto por el producto y un punto divertido.

“No queríamos repetir lo de siempre. Por eso apostamos por un chef con experiencia, que le ha dado una vuelta a la propuesta sin perder la esencia”, explica Lina.

Por su parte, Javi comenta que trabaja con mercado, con cambios de platos casi a diario. Lo mismo le llega un lomo hermoso de atún y lo prepara en un tartar, que sirve un calamar fresco de playa con su puntito viajero, con kimchi casero y katsuobushi, o prepara un pato japo, con una reducción de soja y alga wakame. También tienen en carta opciones para todos, como ensaladilla rusa o hamburguesa.