Afilando un cuchillo.

Afilando un cuchillo. iStock

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Este es el truco para afilar los cuchillos en sólo 1 minuto con un simple papel de aluminio

Una solución sencilla para solucionar temporalmente el desgaste superficial de estos instrumentos.

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Pocas cosas resultan más frustrantes en la cocina que enfrentarse a la tarea de cortar algo usando un cuchillo poco o nada afilado. El proceso se complica, los ingredientes ofrecen resistencia y el tiempo invertido se incrementa mucho más de lo necesario.

Para evitar este inconveniente, existen varias técnicas sencillas para recuperar el filo, muchas de las cuales pueden aplicarse con utensilios comunes presentes en cualquier hogar. Uno de ellos es, por ejemplo, el papel aluminio.

Para emplear este recurso basta con doblar una hoja de aluminio varias veces y deslizar el borde del cuchillo entre 10 y 15 ocasiones sobre el canto como si fuéramos a cortarlo.

El papel actúa como una superficie que pule y realinea el filo, eliminando mínimas imperfecciones por el uso habitual. El efecto se nota sobre todo en cuchillos con desgaste superficial, aunque no será suficiente si la hoja presenta daños profundos o muescas severas.

Es conveniente recordar que este procedimiento tiene un carácter temporal. Sirve apenas para mantener el filo mínimamente, pero no reemplaza un afilado profesional ni garantiza resultados duraderos.

Cuando el cuchillo ha perdido gran parte de su capacidad de corte, lo recomendable es buscar métodos más eficaces o recurrir a un especialista capaz de restaurar su precisión original.

Alternativas para afilar cuchillos

Además del truco del aluminio, hay opciones más completas para conservar la hoja en buen estado. Una de las más conocidas es la piedra de afilar: sólo hay que colocar el cuchillo en un ángulo entre 15 y 20 grados y deslizarlo por ambos lados repetidas veces.

Afilando un cuchillo en la cocina.

Afilando un cuchillo en la cocina. iStock

También existe la chaira, la tradicional barra de acero que permite corregir el filo mediante varias pasadas enérgicas. Estos métodos, aunque requieren algo de destreza, brindan buenos resultados cuando se aplican de manera regular.

A las técnicas clásicas se suman los afiladores manuales y eléctricos, orientados a quienes desean una alternativa sencilla.

Los primeros incorporan ranuras con distintos materiales (como cerámica o diamante) que permiten pasar el cuchillo por granos gruesos y finos consecutivamente.

Los eléctricos brillan por su rapidez: solo hay que insertar la hoja y dejar que el aparato haga el trabajo. Sin embargo, este sistema desgasta más el metal, por lo que conviene limitar su uso.

A veces puede que no contemos con herramientas especializadas. En casos así, algunos trucos caseros pueden servir de recurso provisional.

Uno de ellos consiste en usar papel de lija fino pasándolo cuidadosamente por la hoja; o frotar el filo en el cuello de una botella de vidrio, aprovechando su dureza; o deslizar el borde suavemente contra otro cuchillo; o bien emplear la zona sin esmaltar de una taza de cerámica como superficie abrasiva.

Sea cual sea la técnica elegida, conviene tomar precauciones durante el proceso y, al terminar, limpiar bien el cuchillo para eliminar posibles residuos metálicos antes de volver a usarlo en la cocina.