El chef José Andrés
José Andrés (56), chef, sobre el equilibrio entre vivir con lujos y la ayuda humanitaria: "No hay culpa, la vida debe continuar"
El cocinero, famoso por su labor humanitaria, explica cómo es capaz de encontrar el equilibrio entre llevar una vida de lujos gracias a sus múltiples negocios y, a la vez, estar tan cerca de todo tipo de horrores.
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En el mundo de la gastronomía actual, pocos cocineros han conseguido tanto reconocimiento a nivel mundial como el chef José Andrés.
Con dos estrellas Michelin (Mini Bar, desde 2016), casi 40 restaurantes repartidos por Estados Unidos y galardones como la Medalla Presidencial de la Libertad, José Andrés podría decirse que lo tiene todo para disfrutar de una vida cómoda y entregada únicamente al lujo y la creatividad gastronómica.
Sin embargo, su vida es un constante ir y venir entre cenas exquisitas, como la que veíamos hace una semana en el estreno de Con amor, Meghan, y zonas devastadas por guerras o catástrofes naturales.
“Es difícil regresar de una misión”
José Andrés: "No hay culpa, la vida debe continuar"
En un episodio del programa Sunday Morning que se emitió hace unos meses por la cadena CBS, el chef español habla con la periodista Kelefa Sanneh sobre ese delicado equilibrio entre dos mundos tan dispares.
Desde su casa en las afueras de Washington, José Andrés cocina una tortilla de patatas mientras aprovecha para reflexionar sobre su recorrido vital. Allí, en la tranquilidad de su cocina familiar, el cocinero reconoce que regresar a la normalidad tras una misión humanitaria nunca es fácil.
"Cada vez que vuelvo de esas misiones es difícil regresar, porque una parte de tu cerebro siempre estará allí", confiesa.
Fundador de la organización humanitaria World Central Kitchen, que solo en 2024 sirvió más de 109 millones de comidas en 20 países, José Andrés se ha convertido en un símbolo global de tomar acción en nombre de la solidaridad.
Pero eso no significa que renuncie al disfrute ni a los placeres de la alta cocina. “No hay culpabilidad en eso. La vida debe continuar”, afirma. Para él, la clave está en entender que ambas realidades pueden coexistir.
“Está bien disfrutar de una gran comida o cocinar para tus amigos con buenos vinos en tu casa y, al mismo tiempo, recordar que hay personas que no tienen tanta suerte como tú y que debemos hacer algo por ellas”, continúa.
Esa dualidad entre comer sobre manteles de lino y los campos de refugiados no le resulta contradictoria al chef asturiano. La alta cocina y la ayuda humanitaria son, a su manera, expresiones distintas de la que es su vocación: alimentar a los demás.
“La comida y el agua son y deben ser siempre un derecho universal”, dice tajante. Por eso, cuando su organización ha entrado en zonas de guerra como Gaza o Ucrania, lo ha hecho sin tomar partido. “No hay bandos. No tomamos partido. Alimentamos a la gente.”
El chef recuerda especialmente la tragedia vivida en Gaza en abril de 2024, cuando siete miembros de su equipo murieron en un ataque. “Estamos todos consumidos por la ira, el arrepentimiento y el dolor”, dijo entonces.
Pero incluso en medio de un duelo semejante, José Andrés se mantiene firme en su filosofía.
“Luchar contra el odio con odio no es el camino. Así que vamos a apostar e invertir en construir mesas más largas”, explica, con una metáfora que condensa su forma de ver el mundo.
Cocinar para hacer comunidad
Para José Andrés, la cocina es mucho más que un simple oficio o un arte como la consideran algunos, es también una de las herramientas más poderosas para generar comunidad, tender puentes y sanar heridas.
“Uno de los mayores activos de la humanidad es que todo el mundo tiene empatía dentro de sí mismo que ni siquiera conoce”, dice convencido.
Y tal vez este sea su mayor legado como cocinero, haber puesto al servicio del mundo su fama y su talento para mostrarle al mundo que compartir un plato puede ser un acto radical de amor y justicia.
Reconoce también que ya no puede estar presente en todas las misiones. “Ahora intento asegurarme de usar mi tiempo de manera más sabia”, admite; aunque confiesa que sigue sintiendo el impulso de ir.
Pero es algo que tampoco le preocupa, World Central Kitchen, asegura, ya no es solo suya. “No la llamé ‘Cocina de José Andrés’. Esta organización pertenece a muchísima gente. No hay un José Andrés alimentando en Ucrania o en Gaza o en Carolina del Norte.”
Una frase que deja patente su humildad y su visión de un mundo en el que ayudar a otros no debe ser una excepción, sino una responsabilidad compartida.
Y, mientras él salta entre los fogones de Mini Bar a los distintos campamentos de emergencia, sigue cocinando, literal y metafóricamente, recetas que buscan cambiar el mundo o, al menos, alguna conciencia.