
El restaurante de Barcelona donde tres amigos cocinan la tradición sin etiquetas: entre el finger food y el rico cuchareo
El restaurante de Barcelona donde tres amigos cocinan la tradición sin etiquetas: entre el finger food y el rico cuchareo
Maleducat es el proyecto irreverente de los hemranos Marc e Ignasi Garcia y Víctor Rodenas, donde se rinde homenaje al recetario catalán con ingenio y frescura desde los entrantes hasta el postre.
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En el barrio de Sant Antoni, entre calles bulliciosas y una oferta gastronómica que no cesa, Maleducat se ha consolidado como un templo de la buena mesa, donde la tradición se saborea sin etiquetas y con descaro.
Desde su apertura en 2020, este restaurante, dirigido por tres amigos de la infancia—los hermanos Marc e Ignasi Garcia y el chef Víctor Ródenas—ha evolucionado de un bar de tapas a una propuesta gastronómica sofisticada, sin perder su espíritu irreverente.
Una carta sin reglas, pero con mucho fundamento
El nombre del restaurante no es casualidad. Aquí, el comensal puede comer con las manos, mojar pan y alzar la voz sin que nadie lo mire raro. La propuesta se mueve entre el finger food más refinado y el cuchareo contemporáneo, con platos que reinterpretan la cocina catalana y mediterránea con un toque de frescura y técnica.

La puerta que recibe a la entrada de Maleducat.
En Maleducat, la carta corta y la pizarra de sugerencias son una invitación a la sorpresa. Lo mismo puedes encontrarte con unas croquetas de jamón ibérico de bellota que con un sofisticado estofado de tendones de ternera con merluza de palangre frito y vinagre de calamares. Este último es un mar y montaña de nueva generación, un plato que encapsula la esencia del restaurante: sabor, técnica y un punto de audacia.
Los entrantes ya marcan el tono de la experiencia. El brioche planchado con steak tartar, tocino ibérico y yema de huevo ahumada es un bocado de alta intensidad, mientras que la tostada de tartar de gamba blanca con emulsión de sus cabezas y vinagre Tosazu es un despliegue de frescura y umami. Tampoco se queda corta la coca de crudo de calamar.

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Los platos principales no se quedan atrás: el pequeño arroz seco con tartar de gamba roja de Palamós y carpaccio de manitas de cerdo es una oda a la cocina de temporada y de producto, mientras que la pluma de cerdo ibérico con crema de ajos confitados y pimiento escalivado demuestra que en de la cocina sale carácter y en la mesa no pasa desapercibido su sabor.

Presa, ajos confitados y pimientos asados.
Y para los amantes del dulce, los postres son una sinfonía de texturas y contrastes: el cremoso de haba tonka con sablé bretón, fresón del Maresme y almendra es un cierre perfecto para una comida que se disfruta sin prisas. Así como el helado y crema de maracuya, que deja un insuperable buen sabor de boca.
Detrás de cada plato hay historia y oficio. Víctor Ródenas, formado en templos gastronómicos como DiverXO, Via Veneto y Caelis, entiende la cocina como un equilibrio entre técnica y emoción. Y sus socios, Marc e Ignasi, han convertido la sala en un espacio donde la calidez y el buen servicio van de la mano de una informalidad bien entendida.

Los que mueven los hilos de Maleducat.
El restaurante ha sabido captar la esencia de la gastronomía de hoy: sin corsés, pero con identidad. No importa si vienes a compartir unas ostras y un vermut, o si prefieres un festín completo con cuchara y mantel. En Maleducat, cada visita es una invitación a disfrutar sin restricciones.
Cócteles y vinos: la guinda del festín

Cócteles para maridar la carta de principio a fin.
La experiencia en Maleducat no solo se mide por sus platos. La carta de cócteles y vinos está pensada para complementar cada bocado. En la coctelera caben desde opciones clásicas hasta creaciones más atrevidas como el Piparrak, un vermú sin alcohol con remolacha y refresco de pomelo, o el Sauco Spritz, con licor de saúco y cerveza de jengibre.
En cuanto a los vinos, la selección a cargo de Alejandro Icart, sumiller del ABaC, es una apuesta segura por la calidad y sobre todo la autenticidad. Con un 50% de vinos catalanes, un 30% de origen nacional y un 20% de opciones internacionales, la bodega se nutre de pequeños productores cuidadosamente seleccionados y que encajan con la filosofía y personalidad de Maleducat.