Infografía de las siete erupciones históricas en La Palma.

Infografía de las siete erupciones históricas en La Palma. Lina Smith

Medio ambiente Erupción volcánica

Un mes de incertidumbre y caos en el infierno de La Palma: por qué es la peor erupción de su historia

Los expertos aseguran que el tamaño y la violencia de la erupción "es sorprendente" comparada con las de los últimos 100 años.

19 octubre, 2021 06:04

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Imprevisible, rápido e imparable. Tras cincuenta años de inactividad volcánica en La Palma, la lava ha vuelto a recuperar el protagonismo perdido y los expertos desconocen aún hasta cuándo durará la erupción de este volcán recién nacido en Cumbre Vieja. Solo le ha hecho falta un mes para sembrar el caos y la incertidumbre en la isla bonita. 30 días en los que los expertos han ido componiendo un puzzle de explosividad, efusividad, desbordes, colapsos y tsunamis de lava que han ido retando la capacidad de los expertos para comprender la dinámica de un volcán de múltiples caras.

El enjambre sísmico que comenzó a intensificarse a mediados del mes de septiembre fue la antesala de lo que se avecinaba: la primera erupción en La Palma desde la del Teneguía, en 1971. A diferencia de aquella, el volcán del Tajogaite ha impresionado a los vulcanólogos por su rapidez y sus pulsos eruptivos, muchos de ellos muy intensos. Los que ahora se cuentan por cientos, en aquella primera semana se llegaron a registrar hasta 21.000 terremotos que dieron paso a la erupción. Un descanso en la mañana del 19 de septiembre, un respiro en el que la actividad sísmica se calmó, y el volcán comenzó a expulsar cenizas y gases acompañados de un estruendo que muchos han definido como similar a un rugido.

Tras un mes de erupción, los terremotos continúan y cada vez lo hacen con más intensidad. En las últimas horas, el Instituto Geográfico Nacional (IGN) ha detectado hasta 101 sismos y algunos han alcanzado magnitudes de 4,5, lo que indica que la actividad sigue y el magma sigue empujando con fuerza bajo la corteza. Unos movimientos subterráneos que, como ya explicó a EL ESPAÑOL el vulcanólogo Itahiza Domínguez, comenzaron a dar la cara mucho antes. En 2017, 2018 y 2020 se dieron una serie de enjambres, con terremotos en profundidades de entre 25 y 35 kilómetros como los que estos días se están observando en las zonas de Villa de Mazo y Fuencaliente.

Por este motivo, los expertos vigilan muy de cerca la deformación del terreno (de unos 8 centímetros en zonas cercanas al cráter) y la profundidad a la que se producen los terremotos (entre 10 y 35 kilómetros), que son dos de los aspectos que pueden avisar de la apertura de una nueva boca. Lo que ocurre es que si el abombamiento del terreno crece y los terremotos son cada vez más superficiales -sobre todo por encima de 10 kilómetros-, estaríamos ante otro escenario que entra dentro de las posibilidades, que es el de la apertura de nuevos centros eruptivos. El magma encontraría nuevas vías de escape y abriría fisuras en un radio de 14 kilómetros desde donde se están produciendo actualmente las emisiones de lava.

Una lava más rápida y destructiva

La cara que dio el volcán los primeros días era de una lava lenta y viscosa, acompañada de explosiones, que permitió a los equipos desplegados en la zona desalojar a la población sin que hubiera daños materiales. Aunque destructiva, la velocidad que presentaba aquellos primeros días facilitaba a los expertos la tarea de deducir hacia dónde se dirigían aquellas primeras coladas. Después, una parada técnica pareció dar el aliento suficiente al volcán para ampliar su capacidad destructiva. David Calvo, portavoz de Involcan, declaró en su momento a este periódico que "fue una fase de recarga" y "un proceso más dentro de la fase efusiva".  Lo que pudo pasar es que el conducto magmático se taponó "con burbujas muy grandes" y por ello, durante varias horas, no hubo actividad en el cráter. 

Las coladas de lava comenzaron a coger velocidad y el material expulsado aumentó en intensidad y en volumen. Más de 80 millones de metros cúbicos de lava ha emitido el Tajogaite que, por el momento, lleva arrasadas hasta 790 hectáreas, más de 1.830 edificaciones y unas 200 hectáreas de cultivos, en su mayoría plataneras. La devastación de estas nuevas coladas es incalculable. Decenas de kilómetros de carreteras, conducciones de luz y de agua, dos colegios, un punto limpio, un polígono industrial y hasta un campo de fútbol se han sumado a los innumerables destrozos que ha provocado estos 30 días de erupción el volcán del Tajogaite. Unas lenguas de lava que, como sus predecesoras, llegaron al mar hasta ganarle terreno en lo que ya son más de 36 hectáreas de tierra nueva. 

La fajana de La Palma.

La fajana de La Palma.

Domínguez cuenta que esta es una erupción estromboliana, aunque "más fuerte de las que estamos acostumbrados en Canarias, sobre todo por la cantidad de material que ha emitido". Asegura que lo que más le ha llamado la atención es la rapidez de los precursores, porque en una semana el magma estaba empezando a intruir bajo la isla y al poco "ya teníamos la erupción en marcha". Los precedentes que había marcado la última crisis eruptiva en el archipiélago, la de El Hierro (2011), fue más lenta, explica Domínguez, lo que dio un tiempo suficiente para reaccionar. "Este quizás es uno de los mayores retos: tener que dar una respuesta rápida a un fenómeno mucho más rápido de lo que estamos acostumbrados", confiesa el vulcanólogo.

"Este mes de erupción lo resumiría como sorprendente en cierta medida porque no estábamos acostumbrados a una erupción de esta magnitud en tiempos históricos", coincide Calvo. El experto asegura que "el tamaño de la erupción y la violencia de la erupción es sorprendente comparado con las erupciones históricas de los últimos 100 años", aunque puntualiza que quizás lo más llamativo es que esperaban una erupción como el Teneguía y se han encontrado con una erupción "mucho mayor".

Y no es para menos, porque los metros cúbicos de magma expulsados por el Tajogaite superan en gran medida a la totalidad emitida por el Teneguía y el San Juan (1949, La Palma) juntos. El volcán nacido en Cabeza de Vaca suma más de 80 millones de metros cúbicos, frente a los 55 millones expulsados por el San Juan en 47 días de erupción, y los 43 lanzados por el Teneguía en 24 días de proceso eruptivo. 

La efusividad con la que expulsa la lava ha formado ya una punta lávica mucho mayor que la que crearon estos volcanes en la isla bonita, de más de 36 hectáreas, frente a las 80 que le ganó al mar el de San Juan y las 29 del Teneguía. No obstante, todo apunta a que este nuevo volcán podría crear otra fajana más a consecuencia de las nuevas coladas que se dirigen al mar por otra zona de la costa cercana a la punta lávica primigenia.

Un penacho eruptivo 'histórico'

Ahora bien, si algo ha sorprendido a los expertos desplegados en la zona es la cantidad de ceniza que ha emitido este volcán y la altura que ha llegado mostrar. Hasta cinco kilómetros ha llegado a alcanzar la columna eruptiva. "La altura de la columna de cenizas también ha sido en momentos superior a lo que se esperaba", comenta Domínguez, que asegura que "por ahora está superando en muchos sentidos a las erupciones históricas que hemos tenido en La Palma". 

Para Calvo, este mes de erupción se resume en "unas coladas de lava inmensas, con una tasa de emisión de lava enorme y una gran cantidad de cenizas y gases". A la expulsión de piroclastos y bombas volcánicas, se suman también las emisiones de dióxido de azufre (SO2). "Pocas veces se ha registrado una erupción a nivel global con semejante cantidad de dióxido de azufre", cuenta el portavoz de Involcan. Hasta 15.000 toneladas diarias de SO2 expulsa el Tajogaite desde que comenzó la erupción, unos datos que, según Calvo, "van a marcar los libros de la vulcanología". 

El dióxido de azufre es, además, un tipo de gas tóxico, que aparte de dejar un olor que varios expertos han descrito como similar al de un huevo podrido, se presume fundamental para entender cuál será la evolución del volcán y en qué fase se encuentra. La alta emisión de SO2 que mantiene en los últimos días deja claro que aún queda erupción por delante

Entre las seis erupciones producidas en La Palma de las que se tiene registros, la media se sitúa en 59,8 días. Una cifra estimativa insuficiente para determinar estadísticamente una media fiable sobre la duración de esta erupción. Este es uno de los motivos por los que los expertos insisten en el desconocimiento de este dato, al que solo podrán aproximarse una vez que descienda la deformación del terreno y los niveles de SO2 actuales. Estos dos aspectos indicarían que estamos en una fase final de la erupción.

La mala calidad del aire en la isla ha obligado además a confinar a nuevas zonas. El Pevolca ha recomendado a la población de varias calles del municipio de El Paso permanecer en interiores siempre que sea posible. Las condiciones meteorológicas desfavorables, con una intrusión de calima, han empeorado las condiciones en la zona. No obstante, aún no se han rebasado los niveles máximos que obligarían a la adopción de nuevas medidas.