La lava del volcán Tajogaite cercana a varias casas en Los Llanos de Aridane.

La lava del volcán Tajogaite cercana a varias casas en Los Llanos de Aridane. Reuters

Salud Atención psicológica

El infierno de vivir bajo el rugido del volcán: ansiedad, insomnio, depresión... y miedo

El estrés postraumático derivado de una catástrofe natural puede durar años y es algo a lo que se tendrán que enfrentar muchos palmeros.

15 octubre, 2021 03:57

Noticias relacionadas

Con cada explosión, el volcán de La Palma emite un rugido ensordecedor que alimenta el miedo y la angustia de los que lo han perdido todo. Es el continuo recuerdo de la tragedia que, desde hace algo más de tres semanas, se cierne sobre el sur de la isla bonita. Un ruido que es aleatorio, que no sabes cuándo puede volver a sonar, pero que, entre pausa y pausa, deja vibraciones continuas y temblores sentidos por la población. Como si se tratase de un leve recuerdo de que el volcán va a volver a la carga.

La lava sigue avanzando esta semana con un ímpetu destructor que parece no agotarse. Las hectáreas arrasadas superan las 640 y el número de evacuados ya roza los 7.000. Una cifra que podría aumentar en los próximos días, porque la formación de nuevos ríos de material lávico y el desborde producido en el cono principal siguen sembrando incertidumbre y riesgo a partes iguales en las poblaciones más cercanas al Tajogaite. La cercanía de las coladas obligó ayer a evacuar a 300 personas más en un barrio de Los Llanos de Aridane.

Hasta ahora, la lava se ha llevado por delante más de 1.540 edificaciones, entre las que se encuentran viviendas, lugares de trabajo y, en definitiva, espacios en los que muchos palmeros han desarrollado sus vidas y que han desaparecido por completo. Javier Rodríguez, psicólogo clínico y presidente de la Sociedad Española de Psicología de Emergencias y Catástrofes (SEPECA), asegura que "el ruido constante les está afectando mucho", pero es que además el tremor volcánico, esa señal continua, emite vibraciones que son constantes y molestas.

Es lo primero que asombra a quien, por primera vez en estos días, pone un pie en suelo palmero. Ensordecedor y atronador son los adjetivos que más lo describen. Rodríguez asegura que "el problema no es el ruido, sino el miedo que te genera", porque además "el volcán cambia cada día, y eso asusta más". Según el experto, la erupción del volcán traerá una avalancha de trastornos psicológicos, y algunos ya se están viendo. "Hay ansiedad, estrés y miedo a que ocurra algo más grave", comenta.

Aunque si algo de especial tiene una catástrofe volcánica es que tiene consecuencias en una ventana de tiempo muy extensa, que puede ir desde meses hasta años. Rodríguez, que participó con su grupo de psicología en la coordinación de atención a las víctimas del 11M, cuenta que "es lo que más daño va a hacer", porque la erupción continuará un tiempo y eso puede hacer que los trastornos aumenten. "Es un ruido amenazante", asegura.

El sonido que produce el volcán en sus fases más explosivas emite una frecuencia que se sitúa entre uno y cinco hertzios y no es periódica. Esta especie de rugido, que muchos comparan con el ruido de un avión al despegar, se produce de manera aleatoria. Como apunta el experto, lo que ocurre con un ruido periódico es que al final te acabas acostumbrando a escucharlo, "pero cuando es aleatorio, estás siempre en tensión". Y es precisamente este uno de los aspectos que están influyendo más no solo a los evacuados, sino también a las poblaciones cercanas a la erupción. La angustia y el miedo conviven en el sur de la isla con la desesperación de quienes lo han perdido todo.

Sentimientos que se ven motivados con unas vibraciones continuas propias de una erupción. "A 10 kilómetros, se notan las vibraciones en los cristales", cuenta. No entiende, además, que se haya trasladado a algunos de los evacuados al hotel de Fuencaliente, porque "es la zona donde está el enjambre sísmico" y "no es el sitio más adecuado para llevarles". Los efectos que pueden provocar una continua exposición a este tipo de ruidos es un aumento de la ansiedad, cuadros depresivos y dificultad para conciliar el sueño, lo que también aumenta la irritabilidad y conductas más agresivas.

"Soy experto en gestión de crisis y hay actuaciones que están creando mucha inseguridad", asegura. Denuncia que falta planificación psicológica de los afectados y una falta de personal preparado, porque hay muchos que son voluntarios sin experiencia suficiente en este tipo de catástrofes. En su opinión profesional, "el tema psicológico se olvida siempre" y, sin embargo, pueden dejar secuelas durante años. El estrés postraumático derivado de una catástrofe natural, por ejemplo, es algo a lo que se tendrán que enfrentar muchos palmeros, cuenta el psicólogo. Lo que ocurre con estos eventos naturales es que crean una sensación de indefensión y un estado de alerta permanente.

Efectos que pueden recaer también en los más pequeños. Rodríguez comenta que la Dirección General de Protección a la Infancia y la Familia está preocupada por la atención psicológica de los niños en La Palma. "Para los niños es terrible, porque no entienden lo que pasa", lamenta el experto, por lo que subraya que "hay que estar trabajando ya sobre el terreno y hay que hacer una inversión psicológica en la isla de forma continuada".

Sobre el terreno, psicólogas como Cristina García, coordinadora del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes (GIPEC), aseguró a varios medios que lo que más están percibiendo en estas primeras semanas de erupción son cuadros de ansiedad y alguna persona con un estado de pánico bloqueante. Como declaró a Vozpópuli, "hay mucho estrés, mucho miedo, rabia, impotencia y mucho llanto". Reacciones que en muchas ocasiones van a acompañadas de un estado de shock, porque no son capaces de digerir lo que está ocurriendo. "La gente está asustada", asegura Rodríguez, "y muchas veces no puedes hablarle de duelo a alguien que acaba de perderlo todo o que está a punto de hacerlo". 

Más sismos y nuevos caminos de lava

La intensidad y fiereza con la que comenzó esta semana el volcán ha sumado nuevas evacuaciones a las miles que había ordenado el Pevolca desde el pasado 19 de septiembre. La incertidumbre crece a la par que las lenguas de lava caminan por travesías, hasta ahora, inexploradas.

Según recoge Europa Press, el Comité Director del Pevolca mantiene una intensa monitorización y vigilancia de los dos frentes de lava que están atravesando el barrio de La Laguna, en Los Llanos de Aridane. El objetivo es prever cualquier cambio significativo que obligue a tomar nuevas medidas de protección civil, al margen de las evacuaciones que ya se han llevado a cabo estos días.

Como ha explicado en rueda de prensa Miguel Ángel Morcuende, el director técnico del Pevolca, por encima de la colada primigenia hay otra que está moviéndose en dirección oeste-noroeste, en la cual existen dos apéndices: uno que hasta el día de ayer ha tenido una "alta intensidad" y "bastante recorrido" y que ha destruido el Supermercado SPAR de La Laguna; y otro al noroeste que atravesó el Polígono Industrial del Callejón de la Gata y el campo de fútbol. No obstante, ha señalado que ambos “están perdiendo fuerza y capacidad para moverse sobre el territorio”.

Además del avance de las coladas, hay otra cuestión que se sigue muy de cerca y es la actividad sísmica. La red de vigilancia volcánica 24 horas del Instituto Geográfico Nacional (IGN) ha detectado más de 50 sismos en el entorno del Tajogaite, con magnitudes superiores a 3. El mayor fue de 4,5, precedido de otro de 4,1, lo que se percibió por la población como un terremoto más largo de lo normal. No obstante, desde el IGN aseguran que se siguen produciendo a la misma profundidad que la semana pasada (entre 10 y 15 kilómetros), por lo que de momento no guardan mayor peligrosidad.