Isabel Díaz Ayuso, Ana Camins, Esperanza Aguirre, Pablo Casado y Germán Alcayde, en una foto de 2011.

Isabel Díaz Ayuso, Ana Camins, Esperanza Aguirre, Pablo Casado y Germán Alcayde, en una foto de 2011. Cedida

Reportajes

Auge y caída en el barrio de Salamanca: los amigos de Casado dominaron el PP y ahora sólo queda Ayuso

Pablo Casado delegó en sus antiguos camaradas todas las responsabilidades del partido. Hoy no queda ninguno que pueda recordarle. 

2 julio, 2022 03:41

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Está empezando a oscurecer cuando Pablo Casado, diputado y vicesecretario del PP, entra en un reservado en el centro de Madrid. Sentado a la mesa está su círculo de confianza, viejos amigos y nuevos camaradas, esperando un whatsapp que tarda en llegar. Llevan toda la semana trabajando en secreto, a espaldas de sus jefes, para hacer lo que nadie espera de ellos: hacerse con el cotarro. Vibra el móvil, el grupo contiene la respiración: “Ya está, ya tenemos los 5.000”. Es viernes, 15 de junio de 2018, a dos semanas de las primarias que decidirán el futuro de la derecha en España.

Los asistentes a esa cena representan la esencia misma del PP madrileño, ese que siempre ha sido a la vez un éxito en las urnas y un dolor en las muelas. Un grupo de amigos que entra a militar bajo las faldas de Esperanza Aguirre, que se hace indispensable cuando empiezan a aparecer escándalos de corrupción y que ahora, veinte años después, quiere moldear el partido a su imagen y semejanza, con uno de los suyos como presidente. Pero Casado, por el momento, lo único que preside es la mesa de los postres.

Ese verano de 2018, el grupo de amigos será decisivo para aupar a su líder hasta el trono del PP, repartirse los puestos de responsabilidad y hacer y deshacer a su voluntad. Llevan haciendo lo mismo desde que entraron a militar, todos juntos, en las juventudes populares de los distritos de Moncloa y Salamanca. En los cuatro años que separan esa cena de la actualidad, la camarilla irá cambiando el partido hasta volverlo un calco de ese ecosistema, símbolo del pijerío madrileño en el que los poderes políticos y económicos se visten de gente normal, caminan por las mismas calles y van a comer a los mismos restaurantes.

Pablo Casado, acompañado de Ayuso, Martínez Almeida, García-Escudero y Camins.

Pablo Casado, acompañado de Ayuso, Martínez Almeida, García-Escudero y Camins. EP

En medio de todo siempre ha estado Pablo Casado, un joven de Palencia que pone pie en Madrid a finales de los noventa. En pocos años se hará el cabecilla de un grupo de jóvenes militantes de Moncloa y Salamanca, los que en tiempos eran conocidos como la “generación dorada” del PP, aquella que podría recuperar las glorias pasadas en cuanto diesen el paso a la política adulta. Desde entonces, su destino ha estado unido al de sus amigos, que han ido cayendo detrás de su líder. 

Paso 1: distrito Moncloa

El PP de Madrid, ya lo hemos dicho, ha sido siempre un alivio y un problema. Es el año 2005. “El chaval de Palencia”, como lo recuerda un exconsejero popular, acaba de ser promocionado por Esperanza Aguirre a presidente de Nuevas Generaciones de Madrid a pesar de llevar sólo un año afiliado al partido. En esos mismos meses, una joven periodista madrileña empieza a militar en su misma sede, la del distrito de Moncloa, y se hacen amigos.

Esa historia ya la conocen. Isabel Díaz Ayuso, en realidad, fue la última en subirse al barco de los cachorros del PP que acabarían por conquistarlo todo. Paradójicamente, está siendo la última en abandonarlo. Uno por uno, todos esos jóvenes militantes que repartían octavillas de día y salían de fiesta por la noche han acabado defenestrados, arrastrados por los últimos días de Pablo Casado al frente del PP.

Aunque no hay una sola foto que pueda reunirlos a todos, sí existen varias que dan fe de quién cortaría el bacalao del PP en los años venideros. Una instantánea de 2005 muestra cómo era el grupo en sus inicios, cuando Casado no era más que presidente de Nuevas Generaciones de Madrid y a los cachorros todavía no les habían crecido los dientes. Sólo se echan en falta dos personas que solían acudir a esas reuniones, pero no fueron ese día: la propia Ayuso -que vivía en Chamberí pero militaba en Moncloa- y Antonio González Terol, diputado, exalcalde de Boadilla del Monte y una figura clave en la carrera política de Casado.

Pablo Casado con sus amigos de NNGG del distrito Moncloa en 2005.

Pablo Casado con sus amigos de NNGG del distrito Moncloa en 2005.

En la imagen aparecen, en primer plano y de izquierda a derecha, María Fuster, exvicepresidenta de las juventudes del PP europeo (YEPP); Loreto Sordo, concejala del PP en el Ayuntamiento de Madrid y presidenta de los Distritos de Moncloa-Aravaca y Usera; Ana Camins, secretaria General del PP de Madrid y senadora; el propio Pablo Casado; Nacho Díez Bernal, director de Estudios y Análisis de la Secretaría General de Presidencia de la Junta de Andalucía; Diego Sanjuanbenito, jefe de gabinete de Casado y diputado en la Asamblea de Madrid; Paula Gómez de la Bárcena, directora de la Fundación Inspiring Girls y célebre por la llamada de atención en la Convención del PP de septiembre de 2021 ante la falta de representantes femeninas; y Ángel Alonso, primer teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Majadahonda.

En segundo plano, también de izquierda a derecha, están Gonzalo Melián, economista y arquitecto en el sector privado; Gonzalo Ortiz Lázaro, exdirector general de Inmigración de la Comunidad de Madrid, exasesor de Esperanza Aguirre y actual jefe del área de Salud y Servicios Públicos de Accenture en Andalucía; Anita Leivrik North, del Partido Conservador de Noruega; un acompañante sin relación con el grupo que asistió a la fiesta; Gaizka, de las NNGG de Gipuzkoa; e Iñigo Arcauz, asesor del PP en el Parlamento Europeo y exconcejal del PP en el Ayuntamiento de San Sebastián.

Pablo Casado, en el centro, con sus amigos y compañeros de NNGG en Madrid en 2005. En azul, los que siguen en activo en el PP.

Pablo Casado, en el centro, con sus amigos y compañeros de NNGG en Madrid en 2005. En azul, los que siguen en activo en el PP. Lina Smith

Ellos fueron su primer séquito, el grupo con el que salir de bares y maquinar la política interior del partido. "González Terol era presidente del distrito de Moncloa, que es donde militaba Pablo [Casado], y Borja Sarasola de Salamanca. Los dos distritos estaban hermanados para hacerle la oposición a las Nuevas Generaciones de Madrid", explica uno de los miembros de aquella pandilla que prefiere mantener el anonimato. "Pero luego entre González Terol y Sarasola también había mucha rivalidad, sobre todo el día de mañana iban a competir por la presidencia de Nuevas Generaciones".

La principal diferencia entre uno y otro era que González Terol tenía un as bajo la manga: el chaval de Palencia. Con la ayuda de Casado, el distrito de Moncloa se convirtió en el más activo del Partido Popular madrileño, además del buque insignia de la nueva generación. No se limitaron a aprender los argumentarios del partido, sino que ampliaron sus aptitudes en telegenia, retórica, hablar en medios… También se hermanaron con el PP de Gipuzkoa y pasaban dos semanas al año allí, aprendiendo y ayudando a sus colegas vascos.

Salamanca: segunda generación

Casado le pasó por encima a su amigo González Terol -años más tarde recuperarían la amistad- y se convirtió en el nuevo mirlo blanco de Nuevas Generaciones de Madrid. Su primera tarea: reunificar Moncloa y Salamanca y acabar con la guerra interna. Lo consiguió gracias al militante más famoso del distrito "rival", un joven llamado Ángel Carromero, al que nombra presidente de NNGG del barrio y que en 2020 será pieza clave en la dimisión de Casado. "Era el que mejor conocía el partido desde dentro, y Pablo confiaba mucho en él", señala una persona que ha trabajado con ambos. Así empezó la nueva fusión.

El punto de reunión era la sede de NNGG, en la calle Ferraz. Allí coincideron durante años los políticos-amigos que, de alguna manera, pusieron de moda afiliarse al PP entre los jóvenes y, con el tiempo, acabaron medrando de la mano. Algunos los hemos visto ya, como Casado, Ayuso, Carromero, González Terol, Ana Camins y Loreto Sordo. Otros llegaron más tarde, fruto de la unión de los dos distritos, como Alfonso Serrano (portavoz del PP en la Asamblea), David Erguido (exsenador), Elena Mantilla (directora general de Inspección Sanitaria), Javier Úbeda (alcalde de Boadilla) o Germán Alcayde (del PP de Valencia, diputado y director general con Aguirre). 

Ángel Carromero, Pablo Casado, Cristina Cifuentes y Ana Isabel Pérez, presidenta de NNGG de Madrid.

Ángel Carromero, Pablo Casado, Cristina Cifuentes y Ana Isabel Pérez, presidenta de NNGG de Madrid. PP

Pero, por entonces, reinaba la paz. Mientras preparaba su salto a la política nacional, Casado coloca a Ayuso en el departamento de Alfredo Prada, un senador por León al que Aguirre había hecho vicepresidente. Desde entonces, distintos políticos del PP le van echando el ojo, desde el propio Prada hasta el mismo Aznar, que lo incorpora a su equipo en la Moncloa. Aparecen también nombres como Manuel Pizarro, Pablo Arias y, por último, Rajoy y María Dolores de Cospedal, que lo van promocionando hasta que en 2015 es nombrado vicesecretario de Comunicación y portavoz del PP. A cada ascenso, va recomendando a sus amigos, viejos y nuevos, y sirve como mediador entre sus luchas internas.

La hegemonía del barrio

Los que llevan la 'marca de herradura' de NNGG se conocen muy bien entre ellos. Saben, por ejemplo, que Ayuso no tiene experiencia en Organización, un área clave del partido, dado que siempre estuvo en Comunicación, y no dudan en señalarlo en privado como un reproche. "Esto es de primero de Nuevas", se solía escuchar por los pasillos en medio de la crisis del PP madrileño, cuando se considera que el del otro bando había hecho un gesto estratégicamente torpe.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, junto al expresidente del PP, Pablo Casado, en una fiesta a principios de los 2000.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, junto al expresidente del PP, Pablo Casado, en una fiesta a principios de los 2000.

"El problema siempre ha sido ese", empieza una dirigente popular. "Cuando Pablo llegó a presidente del PP se trajo a sus amigos de los distritos madrileños, que sabían mucho de lo suyo y nada de los demás, y parecía que el resto no pintaba nada", continúa. La Ejecutiva de Casado, dice, nunca llegó a reflejar la pluralidad del PP. "No hay que olvidar que cuando elige a Ayuso para las elecciones nadie lo entendió, era un suicidio, pero era su apuesta porque era su amiga, lo mismo con García Egea. Sólo se fiaba de sus amigos", repite esta persona.

El problema, en este caso, es que Pablo Casado nunca fue un barón. La lógica dice que su mayor corte de fieles debería haber trabajado por él en las bases de Madrid, pero él mismo se encargó de cavar su propia tumba -orgánicamente- al ascender a sus amigos en la directiva nacional. A la larga, en Madrid le quedaba sólo Carromero, el hombre de confianza que antes lo había sido de Aguirre y luego lo fue del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y del que no se pudo separar a tiempo cuando la sombra de la corrupción empezó a perseguirle. 

Tampoco han tenido mejor suerte el resto de alcaldes madrileños, alienados con el antiguo líder y enfrentados a la presidenta. Se trata de José Luis Álvarez Ustarroz, regidor de Majadahonda; Susana Pérez Quislant, de Pozuelo de Alarcón; y José de la Uz, de Las Rozas, que han perdido todos sus cargos en la anterior dirección de Casado y todavía está por ver si repetirán como candidatos a las elecciones municipales.

El PP del barrio Salamanca, el que gobernó el PP nacional, ya no existe. Alcanzó su máximo poder en la época de Esperanza Aguirre y ascendió a lo más alto para hacer a Pablo Casado presidente del partido, pero murió cuando Isabel Díaz Ayuso arrasó en las elecciones del 4 de mayo. Al contrario que sus compañeros históricos, ella nunca tuvo grandes responsabilidades, incluso se diría que era de la que menos se esperaba. 

Ahora más que nunca, ella decide en su feudo. El PP de Madrid, esa piedra en el zapato del PP nacional, siempre se ha gobernado por el tándem Comunidad-Ayuntamiento, pero ya no. El del barrio de Salamanca, que ocupó la séptima planta de Génova durante cuatro años, tampoco. Ahora sólo manda ella, la última en subirse al barco, la que empezó como apuesta personal de Casado pero que ha pasado a la historia como su verdugo. En fin, la memoria política es muy corta. Eso también es de primero de Nuevas.