Me van a pagar 100 euros por esta columna. Me parece bien. Otros medios pagan un poco menos, y también me parece bien. EL ESPAÑOL paga muy decentemente porque es un medio de éxito. Es cierto que las secciones de Opinión no suelen ser las más miradas del diario y que por eso no suelen ser bien vistas por los comerciales. Pero sí son de las más leídas, que es algo muy diferente, y por eso son bien vistas por los periodistas.

A mí, sin embargo, nunca me han pagado mejor que cuando no me ha leído nadie. Cuando una de esas marcas de zumos macrobióticos dirigidos a gente que no lee jamás me ha pedido un texto capaz de ahuyentar a todo aquel que sí lo hace, el pago ha sido de escándalo. Es cierto que escribir ese tipo de textos suele exigir acudir a algún event (mamoneo con picoteo y azafatas) atiborrado de influencers (adolescentes con Twitter) y patrocinado por la brand (marca) en el que tu única función consiste en observar cómo los del departamento de marketing (los que venden publicidad) se hacen selfies (fotos) con la celebrity (el famoso) de turno. Pero lo inútil se paga a precio de oro y si la publicidad prefiere pagar por mis textos cuando no los lee nadie en vez de cuando los leen decenas de miles de personas, allá ellos.

Cuando los diarios sólo se leían en papel los periodistas de opinión vivían única y exclusivamente de sus columnas e independientemente de que se les leyera mucho o poco. A un famoso novelista español, el columnista mejor pagado de su diario, se le leía tan poco que el día que el jefe de la sección de opinión publicó por error la misma columna del día anterior el único que se enteró, y que se quejó muy acaloradamente, fue el propio escritor. La anécdota puede ser cierta o puede ser falsa y no recuerdo el nombre del diario ni del novelista, pero que me la han contado lo firmo ante notario.

Escribo una columna semanal en EL ESPAÑOL y si son ustedes españoles y tienen menos de 30 años tendrán la autoestima por las nubes y creerán que existen más de dos sexos pero no sabrán multiplicar 4 x 100, así que ya les hago yo las cuentas: 400 euros al mes. Yo colaboro en otros medios, pero hay gente que no lo hace y que se queda en esos 400 euros. Colaboremos en otros medios o no, todos pagamos un diezmo medieval al cacique de turno a cambio del derecho al trabajo garantizado por el artículo 35 de la Constitución española, que es una lista de derechos inalienables, irrenunciables e intrínsecos previo paso por caja. Ese diezmo se llama cuota de autónomos y en mi caso es de 267 €.

De esos 133 € que me quedan después de que el cacique de turno me atraque a mano armada pago el 15% en concepto de adelanto por ese expolio anual conocido como declaración de la renta. Lo de “a mano armada” es literal porque también me he visto obligado a cederle al cacique el monopolio del uso de la fuerza. Uso de la fuerza que el cacique ha cedido a su vez a un puñado de okupas para que se apropien impunemente de cualquier minúscula migaja de propiedad privada ganada de forma honrada que pueda quedar viva en este país. Entre rentistas se entienden y lo que une a Colau, Rajoy y los okupas, es decir la pereza y el odio al trabajo y a los frutos de ese trabajo, es mucho más que lo que les separa. Me quedan 113 €.

En bastantes ocasiones, no siempre pero sí frecuentemente porque soy así de antiguo, me compro un libro para documentar el texto que estoy escribiendo. También me suelo preparar un café para desayunar mientras lo escribo porque las columnas se entregan normalmente a horas intempestivas de la mañana. Por el libro, la bolsa de papel en la que me lo entregan en la librería, el billete de metro hasta la librería y de vuelta a mi casa, el café, la leche, el azúcar, la cafetera y la taza he pagado entre un 4% y un 21% de IVA, por no hablar del 58,61% de impuestos que componen el recibo de la electricidad con la que caliento ese café que me sangra la cartera y de la que se alimenta el ordenador con el que escribo esto.

Esto lo hago para que el Estado me proporcione una cobertura sanitaria gratuita y de calidad pero lenta, malhumorada y saturada. Cobertura que nunca utilizo pues pago 83 € al mes por un seguro privado que sí utilizo aunque sólo sea para que el personal médico que me atiende me sonría una o dos veces en vez de desearme para sus adentros una muerte lenta y dolorosa que aligere la cola frente a su consulta.

Con los 7 u 8 € sobrantes de los 400 iniciales me dedico a defender ese mítico capitalismo salvaje que por lo visto se ha apoderado de este país mientras los de Podemos exigen eliminar el requisito de las peonadas para el cobro del PER.

¡Que no se preocupen, hombre! Yo mismo les cedo mis 7 u 8 € sobrantes de los 400 iniciales a esos jornaleros andaluces, héroes de la clase trabajadora, que pretenden vivir del momio sin dar un palo al agua o doblar el lomo entre rebujito y rebujito. No vaya a ser que me acusen de neoliberal egoísta.