Edificios en llamas y tiroteos intensos en Shebekino

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Milicias anti-Putin abren otro frente en la frontera rusa: edificios en llamas y tiroteos en Shebekino

La ciudad ya había sido atacada por Ucrania pero en este caso los culpables son disidentes rusos que pretenden echar a Putin del Kremlin.

2 junio, 2023 02:46

Shebekino es una ciudad de unos cuarenta mil habitantes situada en la región rusa de Belgorod, a unos ocho kilómetros del paso fronterizo de Pletenevka. En los últimos días había sido atacada por drones enviados desde Ucrania, pero lo visto este jueves, con tiroteos en las inmediaciones de la ciudad y edificios de oficinas ardiendo, supone un salto cualitativo en la ofensiva anti-Putin en suelo ruso. Los responsables son, de nuevo, el Cuerpo de Voluntarios y la Legión de la Rusia Libre. Aunque utilicen la simbología ucraniana y hagan suya la guerra de liberación, en realidad se trata de disidentes rusos que pretenden echar a Putin del Kremlin. Ya lo dijeron hace un par de semanas: "Nuestro objetivo es llegar a la Plaza Roja".

Obviamente, para eso queda mucho, pero el desaguisado que están armándole estos milicianos al ejército ruso no es poca cosa. Esta misma semana, Serguei Shoigú hacía balance de todos los éxitos de Rusia en el país vecino e incluía entre ellos la "eliminación" de los setenta hombres que cruzaron la frontera el 22 de mayo. Ya había anunciado algo parecido cuando los guerrilleros llegaron a Briansk y se demostró falso. Ahora, el ridículo es doble: no solo no habían eliminado a la resistencia, sino que esta sigue operando con más violencia que nunca.

Si la primera incursión, por el territorio de Briansk, había sido poco más que un acto de propaganda, y en la segunda había bastado con dejar en evidencia los problemas de protección fronteriza, en esta tercera se están viendo helicópteros de asalto y blindados. El Cuerpo de Voluntarios está bien armado y no se anda con miramientos. Si Rusia no se toma en serio este nuevo toque de atención, pueden establecerse en su lado de la frontera -todo apunta a que, en parte, ya lo han hecho- y llevar la guerra a su territorio, algo inimaginable el 24 de febrero de 2022.

La vuelta de la tortilla

Independientemente de cómo acabe la ofensiva sobre Shebekino, Putin se encuentra ahora con un problema con el que ni soñaba: desde 2014, la guerra por la frontera entre Rusia y Ucrania afectaba solo a Ucrania. Suyos eran los daños, suyas eran las casas destruidas, suyo era el pánico y el terror. La tortilla está a punto de darse la vuelta en un momento complicado para el presidente ruso, en pleno conflicto abierto entre sus fuerzas armadas y el propietario del Grupo Wagner, Eugeni Prigozhin, y cuando aún resuenan los ataques con drones sobre el exclusivo barrio de Rublyovka, en Moscú.

Si las élites ya tenían motivo para la preocupación, este tipo de eventos no ayudan a que cunda la calma. Da la sensación de que Ucrania, o los grupos rusos aliados circunstancialmente a su causa, hacen y deshacen a su gusto. Enviar un dron hasta Moscú sin que ningún sistema de defensa antiaérea lo detecte es un escándalo. Que grupos de cientos de hombres armados hasta las trancas entren con tanques en tu territorio y avancen una decena de kilómetros -recordemos lo que le costó a Rusia avanzar esa misma distancia en Bakhmut- supone directamente una emergencia nacional. 

Importancia para la contraofensiva

Para sofocar la anterior incursión, Putin designó al general Lapin como jefe de la operación "antiterrorista". Al parecer, Lapin ha hecho su trabajo como era de prever, es decir, mal. Ya mandó a la muerte a decenas de hombres en Bilohorivka al intentar cruzar el río Donets sin suficiente apoyo de retaguardia en mayo del año pasado y su incompetencia solo servirá para inflamar aún más los ánimos de todos los que cuestionan a Shoigú, Gerasimov y el resto de responsables de la defensa rusa.

El asalto a Shebekino llega el mismo día que se debía completar la retirada del Grupo Wagner de Bakhmut y pocos días después de que el senador republicano Lindsey Graham se sorprendiera públicamente ante el tamaño de la contraofensiva que tenía diseñada Ucrania para los próximos meses. Tampoco es que Graham sea un ejemplo de moderación y cordura. En agosto del año pasado pidió que mataran a Putin y la semana pasada afirmó que el dinero empleado en Ucrania merecía la pena porque "estaban muriendo muchos rusos". Rusia ha emitido una orden de busca y captura contra él por crímenes sin especificar.

En cualquier caso, y si volvemos a la sensatez, lo que queda claro es que Rusia va a tener que desviar recursos del frente del Donbás si quiere acabar de una vez con este tipo de incursiones. Ha desprotegido su propia frontera de forma indolente ante el convencimiento de que Ucrania no se atrevería a intentar nada ahí. De hecho, toda la "operación militar especial" se basa en convencimientos erróneos con muy poco apoyo fáctico que han ido derivando lógicamente en diversos desastres bélicos. 

En Kiev, por supuesto, niegan cualquier vinculación con el Cuerpo de Voluntarios o la Legión de la Rusia Libre. No esperan que nadie les crea, pero es lo que tienen que hacer. Mientras tanto, observan las debilidades y los flancos más fácilmente atacables. Saben que, como estado, no se les permitiría una invasión, por mínima que fuera, de territorio ruso. Iría contra la legalidad internacional y eso es lo que se está intentando restaurar en esta guerra. Ahora bien, todo tanque, todo misil, todo caza y todo hombre que vaya a defender la frontera dejará de ser útil para mantener los territorios ocupados de Donetsk y Lugansk.

[Los drones lanzados sobre los barrios ricos de Moscú provocan reacciones de las élites rusas contra Putin]

Estas operaciones también servirán para poner a prueba la capacidad de respuesta del régimen de Putin. De momento, está siendo nula. Los guerrilleros siguen ahí y se informa de actos de sabotaje constantes. Mientras, desde Moscú y desde la misma capital de Belgorod se sigue negando todo. No hay insurgentes, no han cruzado ninguna frontera y, si los hubiera, los han matado ya. A ver cuántos días pasan hasta que las imágenes demuestren en otra ciudad que esto no era así.