Image: Alguien dice tu nombre

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Novela

Alguien dice tu nombre

Luis García Montero

16 mayo, 2014 02:00

Luis García Montero. Foto: Víctor Hugo Martín

Alfaguara. Madrid, 2014. 232 páginas, 18 euros. Ebook: 9,99 euros

Con un lugar de privilegio en la poesía española de las últimas décadas, Luis García Montero (Granada, 1958) publica su tercera novela, tras haber dado el paso de un género literario al otro con Mañana no será lo que Dios quiera (2009), sobre la memoria de infancia y juventud del gran poeta Ángel González, y No me cuentes tu vida (2012), novela de amor y compromiso, entendimiento y desencuentros, con la cual descubre semejanzas Alguien dice tu nombre, desde la importancia concedida al tema del amor hasta su escritura en forma de diario recogido en un cuaderno. No se trata de que, como ha sucedido en otros casos, el autor se haya pasado de la poesía a la novela, pues sigue haciendo poemas. Ocurre que en la poesía de García Montero siempre ha habido importantes componentes narrativos. Por eso a nadie ha de extrañar que su autor haya dado el paso hacia la novela, pero sin abandonar el cultivo de la poesía, como, por ejemplo, ha venido haciendo de modo simultáneo y ejemplar J. M. Caballero Bonald.

La historia novelada en Alguien dice tu nombre se localiza en un espacio y un tiempo delimitados con minuciosa precisión realista: Granada en el verano de 1963. En este período vacacional el estudiante León Egea, que ha terminado el primer curso de Filología Románica en la universidad, encuentra trabajo en la editorial Universo como vendedor de una enciclopedia en cómodos plazos. Esto le permitirá no tener que regresar a su pueblo en Jaén, donde ha dejado algunas pendencias sin resolver en sus enfrentamientos con el hijo del alcalde, lo cual tiene su gravedad en años de posguerra. Y, sobre todo, quedarse en la ciudad durante los meses de verano ofrece al narrador y protagonista unas posibilidades cumplidas de iniciación en su aprendizaje sentimental con la secretaria de la delegación editorial y como fermento de su vocación de escritor en el contacto con los posibles clientes, a quienes visita en diferentes lugares donde viven.

En la enciclopedia que se anuncia hay, más que un objeto de compraventa con miras al negocio (que también lo es), una defensa implícita de la cultura como alimento necesario para una vida completa. Y en sus compañeros de la oficina encuentra el joven León los primeros reclamos de una existencia menos alienada de la que hasta entonces había llevado (su abuelo paterno murió en la guerra y él no sabía en qué bando).

Esta nueva situación le abre las puertas de la vida. Con su compañero Vicente observa y comprende la utilidad de aquella norma de conducta basada en "prefiero no saberlo". En Consuelo encuentra a la mujer madura que lo iniciará en el conocimiento del amor y el sexo. Y de las lecciones recibidas de su profesor de literatura en la universidad irá recordando enseñanzas y consejos que le serán útiles en su aprendizaje como escritor. Con ello el protagonista y narrador cuenta en primera persona, en forma de diario escrito en un cuaderno, no sujeto a la anotación del día a día pero con frecuentes precisiones de fechas, distribuido en secuencias separadas por espacios en blanco, su experiencia humana extraordinariamente rica en su aprendizaje de la vida, que lo lleva desde su fragilidad y desorientación iniciales hasta su descubrimiento del amor y su crecimiento como persona en el compromiso ideológico y político aprendido entre las personas que lo rodean.

Como este aprendizaje se desarrolla en plena grisalla de la posguerra el autor ha sabido enriquecer el realismo y el lirismo heredados de maestros como algunos autores rusos, Valle, Baroja o Juan Marsé, Gil de Biedma, Ángel González y otros poetas con un ponderado simbolismo que amplía el significado de elementos reales como la sequía de aquel verano granadino, el calendario del bar Lepanto detenido en una fecha pasada y otros que denuncian las dificultades que asfixian la vida en tiempos de inmovilidad y silencio. A veces al poeta le salen párrafos que son verdaderos poemas. Mas no hay abuso de galas retóricas. Priman la contención y la autenticidad. Y el resultado es una espléndida novela concebida y escrita con una sencillez machadiana.