Novela

Lobisón

Ginés Sánchez

22 junio, 2012 02:00

Tusquets. Barcelona, 2012

Las historias de lobos, incluida la licantropía o la transformación del hombre en cánido, forman parte del genoma literario de nuestro país. Arraigadas más bien en la cultura del Noroeste peninsular, forman parte desde antiguo de la tradición oral y legendaria de Galicia, León o Cantabria, desde donde entroncan con el Licaón latino y con vestigios aún más remotos. Así, pues, podemos afirmar que, por mucho que Hollywood las haya adulterado y dado a conocer a todo el mundo, las historias de licantropía son parte de nuestro patrimonio cultural. Por eso es de celebrar que un autor español haya dejado de lado los prejuicios que a menudo menosprecian nuestro folclore o nuestra tradición oral y se haya atrevido a echar mano de lo legendario para elevarlo a categoría literaria, del mismo modo que tantos autores anglosajones han sabido hacer durante décadas con tan exitosos resultados.

Dicho esto, hay que advertir que la mirada a la tradición que lanza Ginés Sánchez (Murcia, 1967) desde esta primera novela es oblicua. El autor se sirve de historias milenarias, pero las incorpora a una trama donde sólo el lector avezado sabrá encontrar su rastro. Así, la historia tiene algo de road movie, y mucho del realismo social más descriptivo y descorazonador. Adrián, el protagonista de la novela, es un niño autista, con gravísimos problemas de adaptación entre sus compañeros de colegio, perteneciente a una de esas familias que hoy el eufemismo bautiza como desestructuradas. El elemento legendario viene dado por el hecho de ser Adrián séptimo hermano, circunstancia que condena a los elegidos a la licantropía, o a ser lobishomes, si utilizamos el término original en galego, que dio origen al lexicalizado "lobisón".

Para aquellos lectores más familiarizados con la tradición, será fácil reconocer las pistas que Sánchez ha diseminado en su trama: el personaje se mueve de noche, le alimenta un vago deseo de venganza, tiene ataques violentos, no se viste como persona, prefiere las madrigueras oscuras a las viviendas humanas. Ambos elementos, lo social y lo legendario, se entreveran sin aspavientos, con una naturalidad similar a la que encontramos en la propia realidad y que evoca a esos ancianos que hasta hace poco tomaban en serio las historias de transformaciones zoológicas.

Hay que agradecerle a Ginés Sánchez que haya elegido para contar su historia la voz literariamente más difícil, la del protagonista. Que para ello haya construido un habla en apariencia rústica que funciona a la perfección, y que resulta plenamente verosímil. Que regale al lector una trama que va creciendo en emoción y ritmo, hasta llegar a un final emocionante y desgarrador, que cumple las expectativas creadas. Y que todo esto ocurra en una primera novela es una estupenda noticia.