Image: De qué color es Berlín

Image: De qué color es Berlín

Ensayo

De qué color es Berlín

David Wagner

26 mayo, 2017 02:00

Oderberger, el parque de bomberos más antiguo de Alemania, en el barrio de Prenzlauer Berg

Traducción de Esther Cruz Santaella. Errata Naturae. Madrid, 2017. 208 páginas, 18€

El escritor alemán David Wagner (Andernach, 1971) hace en De qué color es Berlín todo un volcado literario-histórico-vital de la capital de Alemania en nuestros días, a lo largo de cuarenta piezas escritas entre 2004 y 2011. Berlín es aquí protagonista, tejido y trama, y el caminante urbano nos comunica la vida pasada y presente de una ciudad fascinante. Muy acertado el comentario de Christian Metz, del Frankfurter Allgemeine, al decir que se trata de una "nueva medición topográfica de Berlín".

Los pasos del caminante y la narración se ponen en marcha con el acto casual de bajar la basura una noche primaveral. Uno atiende a la llamada de la ciudad o se deja llevar, y ya en ese primer texto se perciben la precisión descriptiva y el don para contar desde una conciencia generacional. Iremos hasta una Noche blanca a las orillas del Spree, frente al San Remo, donde los bolardos de hormigón y algunos bloques de edificios típicos de la RDA aún figuran como restos del pasado reciente.

Las reflexiones sobre la veloz evolución y transformación de los locales, negocios y objetos de ayer y de hoy, son otro de los puntos fuertes de este libro. A veces, edificios de oficinas abandonadas nos reclaman en la noche con su sistema de iluminación artística interna. La ciudad produce perplejidad en su permanente cambio, y se experimenta también al aire libre, en las decenas de proyectos de instalación colectiva que crean barrio y mestizaje. Como ese parque Monbijou, que albergaba un precioso palacio destruido durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, y que hoy, en verano, hace de sus praderas comedor, sala de lectura, piscina al aire libre o teatro.

Pero Wagner no escribe una guía de viajes. Las decenas de curiosidades locales levantan el vuelo hacia una hermosa evocación literaria. Si las panaderías se transforman en cafés o en tiendas ecológicas, ahí permanece inmutable el parque de bomberos más antiguo de Alemania: Oderberger. Wagner posee una fina ironía que hace reír al lector con las paradojas del multiculturalismo o con el relato de una supercelebración, lectura pública de Schiller por su aniversario, donde se constata al cabo de las horas el hastío que el gran genio puede llegar a producir por su absoluta carencia de sentido del humor, a diferencia -se dice- de los muchos pasajes divertidos de Cervantes.

La historia reciente de Alemania aflora en los muros, alambradas y grafitis o en esos solares y descampados donde hoy patinan los críos y hace bien poco morían mujeres al descolgarse con sábanas y cuerdas desde los edificios, para alcanzar el Berlín libre. Los barrios marginales también son diseccionados por Wagner, en lo que fueron y en lo que son hoy, apuntando a veces a la difícil convivencia intercultural en unos lugares y al éxito de la vida conjunta y tolerante a unos pocos kilómetros.

Un gran relato es "Tempelhofer Feld", en que se narra la apertura al público de las 220 héctareas del que fuera aeropuerto de Hitler y mucho antes lugar de asueto y excursiones de los berlineses en tiempos de los káisers. Muy curioso el texto "Grunewald", sabio y poético. Toda una hermosa escala cromática la que Wagner propone en este conjunto en el que el todo es mucho más que la suma de las partes.