Image: El hombre endiosado

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Ensayo

El hombre endiosado

Álvaro Delgado-Gal

1 mayo, 2009 02:00

Álvaro Delgado-Gal

Trotta. Madrid, 2009. 168 páginas, 14 euros.

¿Es el presidente Zapatero un remedo frívolo del Zaratustra nietzscheano, que anuncia al mercado de la opinión pública la quiebra de las viejas tablas de valores y la consiguiente libertad irrestricta del pueblo para decidir a capricho cuáles quiere que sean sus nuevas leyes y derechos? En su nuevo libro, el escritor, filósofo y fino analista político álvaro Delgado-Gal (Madrid, 1953) compagina destreza argumentativa e ingenio filosófico para realizar un original recorrido por nuestro atribulado presente, en el que la cuestión del matrimonio homosexual aprobado por el gobierno socialista en 2005 se convierte en ejemplo palmario del triunfo del relativismo posmoderno.
En un debate de esta índole siempre es de agradecer un examen reflexivo de las razones esgrimidas a favor o en contra. Delgado-Gal desmonta con eficacia muchas opiniones apresuradas, introduce sensatez en la polémica y se remite al fondo de la misma, discutiendo el que ésta pueda zanjarse en términos de una opción progresista por los derechos individuales frente a una opción conservadora por la preservación del derecho natural. Pero lo más definitorio de su análisis es aquello que percibe a la postre en la defensa a ultranza de la ley: no una simple ampliación de la protección jurídica para las parejas homosexuales, hasta dotarlas de un rango similar al que disfrutan las parejas heterosexuales en temas tales como el derecho a legar en herencia y demás. "Zapatero […] ha decretado que los homosexuales pueden ingresar en el marco del matrimonio tradicional con todas las consecuencias, incluidas las de la paternidad". Por tanto, no una reforma en la institución, sino el acceso a una institución vieja para un colectivo excluido de ella.

Ahora bien, puesto que el matrimonio sólo tendría sentido, según Delgado-Gal, como sanción y regulación de un hecho natural, el de la reproducción, la pretensión le resulta un disparate. Más aún: un signo evidente del delirio idealista y, a la par, relativista en que vive la progresía contemporánea, sintiendo como un ultraje a la libertad lo que no son sino límites impuestos por la biología. Aquí, el ensayo gira hacia su objetivo más genuino, indagando en la teología política moderna de cuño voluntarista la raíz del modelo de democracia en que estaríamos instalados: una sociedad autocomplaciente, en la que el pueblo hereda lo que antes era atributo de Dios y convierte sus deseos en leyes. El hombre endiosado reescribe el texto del mundo a su antojo: ¿triunfo de Nietzsche en formato popular?

El argumento no está mal traído. Cuanto menos, supone un recordatorio conveniente del riesgo de reintroducir los poderes arbitrarios del soberano hobbesiano en nuestras sociedades de masas; o de sustituir la gestión razonable de lo público por el consumismo ideológico. Pero el autor exagera a conciencia, ironiza e incluso, para mayor lucimiento de sus conclusiones, simplifica la genealogía de nuestros desatinos posmodernos. Lo hace al reducir todo idealismo a voluntarismo, al meter en el mismo saco perspectivismo nietzscheano, inconmensurabilidad kuhneana, relativismo epistemológico y moral, multiculturalismo y libertarismo. Tampoco el ideario sesentayochista induce directamente este desaforado interés actual del colectivo gay por integrarse en ellas.

Los filósofos tienen la mala costumbre de culpar a otros filósofos de las majaderías en que acaban convertidas sus ideas en boca de individuos menos avisados. Algo de eso hay aquí. ¿También de apelación a leyes inmutables de la naturaleza humana? La prosa inteligente de Delgado-Gal incita tanto a remover los supuestos convencionales, que cuesta pensar que el autor no tome sobria distancia de estos esencialismos. Aun así, me parece oportuno comentar dos impresiones: que el relativismo no es tanto causa, como síntoma de esa muerte de Dios diagnosticada por Nietzsche. Y que la obstinación de hombres endiosados en seguir teniendo el privilegio de la verdad no agota el sentido de la visión progresista del presente. La democracia es más pluralista que eso. Y hace tiempo que la idea del matrimonio -civil- no se rige por la ley natural, sino por el pacto entre voluntades para la convivencia, el afecto y el cuidado mutuo, sin que la procreación sea condición inexcusable.

ALGO PERSONAL

¿Es una temeridad enfrentarse al relativismo con El hombre endiosado?

-No creo haber escrito un libro militante. Constato hechos, e intento averiguar precedentes. Hay quien condena el presente desde el punto de vista del pasado. Y están lo que observan con cierta preocupacion el curso de los acontecimientos. Me parece que pertenezco a la segunda categoría.

l ¿Nietzsche ha triunfado en su versión más zafia?

-Nietzsche como símbolo o metáfora. El superhéroe de Nietzsche es expansivo y egocéntrico. Su deseo es su norma, y por tanto, no acepta las normas que vienen de fuera.

l¿Algún remedio para evitar esta sangría ética?

-Occidente está culminando una revolución moral que viene de muy lejos. En algún momento, de alguna manera, no sé cómo ni cuándo, tocaremos tierra.