
Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española. Foto: RAE
'De la democracia en Hispanoamérica': Muñoz Machado analiza la historia de una crisis perpetua
El director de la RAE desmonta la idea de que el sistema democrático sea incompatible con las peculiaridades latinas y rastrea las causas históricas de su fracaso.
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Es lugar común afirmar que la democracia liberal, un sistema de gobierno caracterizado por el Estado de Derecho, las libertades individuales y la separación de poderes, está en crisis. Y es difícil negarlo en los últimos tiempos. Pero esa novedad no lo es en un territorio –más cultural que geográfico– que conocemos como Hispanoamérica, donde la crisis de la democracia ha sido y es permanente desde las independencias de las antiguas colonias españolas. Las excepciones son escasas.

De la democracia en Hispanoamérica
Santiago Muñoz Machado
Taurus, 2025
1.008 páginas. 39,90 €
A diseccionar las dificultades del arraigo democrático liberal en Hispanoamérica ha dedicado Santiago Muñoz Machado (Pozoblanco, 1949) este espléndido y minucioso volumen, que se une a una bibliografía tan ambiciosa y ecléctica como brillante. Ha publicado libros jurídicos, ensayos históricos como Informe sobre España (que le valió el Premio Nacional de Ensayo) o Hablamos la misma lengua (con el que ganó el Premio Nacional de Historia). Y también biográficos, como el dedicado a Cervantes.
El autor es director de la Real Academia Española, pero también preside la Asociación de Academias de la Lengua Española.
Si se habla de Bolívar y otros caudillos del siglo XIX hispanoamericano y su escepticismo democrático no es tanto para recrearse en la controvertida figura del así llamado Libertador y otros como él (ya suficientemente analizadas) como para intentar entender por qué sus figuras y sus ejemplos inspiran hoy proyectos autoritarios y populistas como los de Venezuela o Nicaragua. O para buscar las raíces de un autoritarismo nostálgico que tuvo su reflejo en la acendrada costumbre de los golpes de Estado y el peso de los ejércitos en la vida pública.
Una línea de puntos sigue uniendo a los Maduro, Ortega y otros (como antes a los Pinochet y los Videla) con la historia de las independencias americanas, el papel de los caudillos y de las élites criollas, y, antes, con la propia realidad colonial y sus excesos, inútiles de esconder detrás de ninguna Leyenda Negra.

Santiago Muñoz Machado. Foto de archivo
Comienza Muñoz Machado con una idea central, que tiene su reflejo en un presidencialismo mesiánico demasiado habitual, así como en la demanda de hombres fuertes que pongan orden en el caos y en una querencia frecuente por las asambleas constituyentes con enfoques experimentales, alejados de las tradiciones jurídicas liberales: “se ha adoptado, donde la han aceptado, la decisión de renovar la democracia representativa partiendo de la conclusión de que es una forma de gobierno que no ha llegado a adaptarse a las peculiaridades del subcontinente”.
Una conclusión que el autor discute. Ese es uno de los objetivos declarados del libro: negar que haya una inadecuación del sistema democrático a las peculiaridades latinas. Las responsabilidades y los responsables están en otro lado. La historia que recrea nos da muchas pistas. Empezando por el mencionado papel de las élites criollas tras las independencias. Y entra aquí Muñoz Machado en una cuestión que levanta todavía hoy polémicas políticas no menores entre España y América Latina.
Es el caso de la demanda de perdón que el entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, pidió por carta al rey Felipe VI. ¿Es España responsable? ¿Lo son las élites que gestionaron las nuevas repúblicas?
Lo que tiene claro el autor es que los vínculos afectivos, culturales, económicos y político-jurídicos deben estar por encima de unas polémicas que no llevan a ningún lado. España no es hoy la causa de la perenne crisis democrática latinoamericana.
Antes al contrario, su desempeño en los últimos 50 años marca un camino de progreso. Bien lo saben los millones de latinoamericanos que viven o ven en nuestro país una tierra de progreso para sus vidas. Más vale centrarse en los retos compartidos que en querellas antiguas que solo alimentan un resentimiento estéril en el mejor de los casos, y una regresión democrática y una inestabilidad social en el peor.