Lucía Solla Sobral. Foto: Sara Fernández

Lucía Solla Sobral. Foto: Sara Fernández

Letras

Lucía Solla Sobral, autora de 'Comerás flores': "Buscaba la verdad que se esconde en la violencia invisible"

La ópera prima de la escritora se ha convertido en uno de los grandes éxitos del año que termina. Publicada en septiembre, supera ya las doce ediciones y los 25.000 ejemplares vendidos.

Más información: Los mejores debutantes en novela de 2025: primeros pasos, huellas profundas

Publicada
Actualizada

"Comencé pensando en el silencio que hay dentro y alrededor del maltrato psicológico. Me senté con amigas y, al hablar sobre ello, descubrimos cuántos comportamientos tóxicos se repetían. Tuve claro que había encontrado el tema del que quería escribir cuando reconocí que todas nos sentíamos culpables. Quería escribir sobre esa vergüenza con el reto añadido de plasmar una violencia invisible". Así explica Lucía Solla Sobral (Marín, 1989) la prehistoria de Comerás flores (Libros del Asteroide), la novela que le ha cambiado la vida.

La ópera prima de la escritora se ha convertido en uno de los grandes éxitos del año que termina. Publicada en septiembre, supera ya las doce ediciones y los más de 25.000 ejemplares vendidos.

Pregunta. ¿Cuáles fueron los principales problemas que le planteó el libro?

Respuesta. Lo más complejo fue mostrar cómo Marina se enamora de Jaime al mismo tiempo que quien lo lee se da cuenta de dónde se está metiendo. Existía el riesgo de que se juzgara a Marina, por lo que traté de mostrar sus vulnerabilidades para generar esa empatía que explicase cada uno de sus pasos.

»Me di cuenta de que ni yo misma lograba comprenderla porque me costaba entender mis propias contradicciones del pasado. La solución llegó cuando dejé de juzgarme a mí y, por lo tanto, a ella: empecé a tratar a Marina con la misma ternura y cariño con la que trato a mis amigas. Gracias a un psicólogo pude transformar esa confusión en trama.

P. De todas las reacciones que ha suscitado la novela, ¿cuál le ha sorprendido más?

R. Las reacciones que más me sobrecogen son las de las lectoras que me dicen que han sido capaces de perdonarse leyendo la novela. O las que me cuentan que han dejado a su Jaime en cuanto leyeron la historia de Marina. En general, me alegra muchísimo que entiendan a Marina, eso significa que se entenderán a sí mismas y a las mujeres de su alrededor que estén en una situación similar.

"El maltrato psicológico no es un grito constante, a veces es un susurro o un silencio"

P. ¿No es arriesgado debutar como narradora con una historia tan dura? ¿Por qué, al leerla, nos parece tan necesaria y de alguna manera, tan bella?

R. Quizá haya sido un riesgo debutar escribiendo sobre violencia machista, pero a veces el riesgo es la forma que tiene la literatura de ser honesta. No me interesaba el morbo ni la crudeza gratuita, buscaba la verdad que se esconde en la violencia invisible. El maltrato psicológico no es un grito constante, a veces es un susurro o un silencio, y para narrarlo quería palabras bellas que no asustasen, sino que inviten a quedarse en la historia y mirarla de frente. La poesía es lo que nos permite soportar la realidad.

P. ¿De qué manera la muerte del padre de Marina desencadena su búsqueda de un amor "de los de antes" y su relación con Jaime?

R. La muerte del padre de Marina actúa como una grieta por la que se escapa su seguridad, dejando un vacío que ella intenta llenar con un amor idealizado. Proyecta en Jaime todas sus fantasías románticas. Su relación nace de esa necesidad de recuperar el orden perdido. Marina se aferra a él como si al alcanzar ese amor pudiera restaurar el equilibrio.

"Nos educaron para ser expertas en el deseo ajeno, en cuidar y en encajar en un molde de perfección"

P. Por cierto, ¿qué precio pagamos por crecer creyendo en amores con final feliz?

R. El coste es el olvido de una misma. Nos educaron para ser expertas en el deseo ajeno, en cuidar, en esperar y en encajar en un molde de perfección que no deja espacio para nuestras propias ambiciones. Al buscar ese amor de película, aceptamos dinámicas de dependencia, porque nos enseñaron que el sacrificio, disfrazado de generosidad, es una prueba de amor y que la entrega absoluta es la mayor virtud de una mujer.

»Además, ese mito nos ha robado la capacidad de disfrutar de la soledad o de construir vínculos que no sean necesariamente románticos. Hemos crecido mirando hacia fuera, buscando una validación externa que nos prometieron que llegaría en forma de amor romántico, cuando el amor verdadero es empezar a habitarnos a nosotras mismas. Hace años comenzamos a lograr que esta visión cambie para muchas, pero ahora hay un interés muy fuerte en volver atrás.

P. Comerás flores desnuda los sentimientos de culpa y vergüenza de las mujeres maltratadas, pero muestra que cualquiera puede ser una víctima.

R. El maltrato no se detiene ante un título universitario o una cuenta corriente holgada. Es una de las grandes mentiras que nos hemos contado para pensar que "eso" solo pasa en otros entornos, a otras mujeres. El maltrato es transversal porque el patriarcado también lo es. Un profesional brillante o un vecino encantador puede ser, de puertas para adentro, maltratador. Y su prestigio social actúa como un silenciador.

»¿Quién va a creer a la víctima cuando el hombre al que señala es admirado por todos? Reconocer que cualquiera puede ser víctima no es un mensaje de miedo, sino de sororidad y alerta para quitarnos los prejuicios y que así podamos ver la realidad de tantas mujeres que viven su infierno en silencio.

P. El libro tiene también mucho de retrato generacional, al menos en lo que al trabajo precario se refiere o a la dificultad de encontrar casa. ¿A qué se debe la desmovilización general de los jóvenes?

R. Más que un retrato generacional, es de clase. La precariedad laboral y la imposibilidad de acceder a una vivienda digna han dejado de ser un rito de paso de la juventud para convertirse en una condición que asfixia a personas de todas las edades. La desmovilización de una parte de la juventud creo que tiene que ver con el agotamiento.

»Cuando vives destinando la mayor parte de tu sueldo a pagar una habitación en un piso compartido, el sistema te roba el tiempo y la energía para la protesta. La precariedad es una forma de control, una ciudadanía cansada y con miedo al futuro tiene muchas más dificultades para organizarse. También hay una parte de la sociedad que encuentra cierta comodidad en creerse las fake news.

P. Dado el éxito de este libro, ¿le da miedo embarcarse en la escritura del segundo?

R. Tengo muchas ganas de retomar la escritura. Temo más las expectativas ajenas que las propias, pero voy a escribir sin dar nada por sentado, como si nada de esto hubiese ocurrido. Creo que es la única manera de escribir honestamente y con tranquilidad. Ojalá lo logre.