Rafael-Juárez

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Letras

Rafael Juárez, versos para una despedida

La sección que abre la antología póstuma 'Todas las despedidas' ya anuncia un adiós con brisa, olvido, silencio. A la hora del adiós, el poeta se retrata en sus versos con entereza

27 julio, 2021 09:26

Todas las despedidas
Rafael Juárez. Pre-Textos. Valencia, 2020. 96 páginas. 17 €

Rafael Juárez (Estepa, 1956 - Madrid, 2019) fue editor y librero. Desde 1986, publicó siete colecciones de versos. Entre ellos, dos antologías: Para siempre (2002) y Una conversación en la penumbra (2015). El libro Todas las despedidas ha sido editado siguiendo las instrucciones dejadas por el autor. La primera de sus seis secciones, “Paraíso de paso”, va precedida por el poema que da título a la obra. Sus diez heptasílabos ya anuncian un adiós con brisa, olvido, silencio. Después surge la nostalgia de lo leído y una fotografía de 1976 con evocación de Blas de Otero. Rafael Juárez define la angustia sirviéndose de un símbolo: un nudo imposible de deshacer. Se aleja de una lluvia transparente, de un escalón de piedra, de un hilo que cose el tiempo.

Siete autorretratos componen la segunda parte del libro. En ellos, un suave estoicismo mitiga inclemencias. La noticia de la muerte de un artista admirado, Leonard Cohen, convoca al “clandestino en su familia, / el melancólico severo, / el camarada sin bandera / y el desertor de su deseo”.

En “El lápiz verde”, tercer apartado de Todas las despedidas, se suceden las caídas (gotas, hojas, nieve). Un huésped solitario se desprende de su corona en la habitación de una fonda. Las sombras familiares se pasean ante un reloj parado. En “Las lecciones del río”, cuarta sección de la obra, el autor recuerda palabras de Juan Ramón Jiménez y medita frente a una Naturaleza de álamos, almendros, encinares. Los doce poemas de “La espera” encierran una añoranza de tinajas volteadas, nidos vacíos, nogales desnudos, silencio compartido. El escritor desea regresar a los refugios y seres abandonados.

En la parte final del libro, “La muerte blanca”, Juárez confirma su forma serena de asumir las despedidas. Reúne en estas páginas unas losas, un cobertizo, unas ramas, un jilguero, los padres fallecidos o la memoria convertida en espuma. A la hora del adiós, Juárez se retrata con entereza e impotencia en cuatro versos: “No se termina el libro de la muerte. / El último renglón contiene un nombre / que no podrás leer, / escrito con la tinta de tu noche”.

@FJIrazoki