Nos aproximamos a un bienio de conmemoraciones, porque Boulez nació en 1925. Tendremos la oportunidad de repensar su legado en los muchos terrenos en que destacó (compositor, director, pedagogo, ensayista, polemista, mandamás...).

Es de esperar que el aniversario nos permita oír frecuentemente su música, porque, como suele decir Tomás Marco, el mayor error que puede cometer un compositor es morirse: ¡dejan de hacerte caso enseguida! Con los grandes popes también pasa.

Su principal aportación a la historia de la música es, seguramente, el haber plasmado con claridad el concepto de serialismo integral

Boulez es, sobre todo, compositor, y su principal aportación a la historia de la música es, seguramente, el haber plasmado con claridad el concepto de serialismo integral y haberlo concretado artísticamente en una obra faro: Le marteau sans maître, de 1954, para voz y conjunto instrumental, con texto de René Char.

La idea de hacer música serializando (es decir, automatizando y, en definitiva, neutralizando) todos los aspectos del sonido musical (notas, ritmos, intensidades, colores) no era nueva, ya la había lanzado –y descartado– Olivier Messiaen, su profesor de análisis, y venía a ser una continuación del dodecafonismo de Schönberg, que le enseñó su otro profesor, René Leibowitz, pero Boulez supo darle al serialismo integral todo su potencial revolucionario. Duró muy poco. Cuantos lo habían adoptado lo abandonaron pronto, incluido el propio Boulez, pero el efecto ya se había producido.

Había quedado demostrado que la música tonal, el inmenso edificio de la música occidental, se podía derribar por completo de manera musicalmente eficaz. Tabla rasa. Esa sola idea abrió la mente de los compositores, incluso de los que la rechazaban, y, por activa y por pasiva, ha condicionado toda la música que ha venido después.

Le marteau sans maître es una partitura señera no solo por su trascendencia musical, sino por su legendaria dificultad, tanto de interpretación como de apreciación. Hoy, tres cuartos de siglo después de su estreno, sigue siendo muy difícil pero resulta ya abordable por los grupos buenos y entra con cierta eficacia, incluso emocional, en el oyente.

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Tras una temprana presentación en el Alea de Luis de Pablo, Le marteau sans maître llegó a España en 1987, en el Festival de Granada, con el propio Boulez al frente de otra de sus creaciones inmortales: el Ensemble Intercontemporain.

La idea de reunir en un conjunto a los músicos más destacadas de cada instrumento y conseguir, gracias al patrocinio público, que se dediquen casi en exclusiva a la práctica del repertorio más reciente es del gran Pierre. Si no la idea, sí su plasmación y consolidación. Lo mismo se puede decir del concepto de ciclo estable de conciertos de contemporánea, que él inició con el Domaine Musicale en el París de 1954.

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La segunda venida a España de Boulez ocurrió en 1992. En el Palacio de Deportes de Madrid, hoy WiZink Center, realizó una interpretación inolvidable de otra de sus obras clave: Répons, en la que florecen dos especies musicales en principio chocantes: el espacio sonoro y la electrónica en vivo.