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Escenarios

Muere el compositor Luis de Pablo, la experimentación constante

El músico bilbaíno fue miembro de la generación del 51 junto a Cristóbal Halffter y Antón García Abril y autor de una de las carreras más osadas, eclécticas, fecundas y proteicas de la historia de la música española

11 octubre, 2021 09:01

El compositor Luis de Pablo, autor de una de las carreras más osadas, eclécticas, fecundas y proteicas de la historia de la música española en las últimas décadas, ha fallecido este domingo a los 91 años en Madrid, según han informado fuentes cercanas a la familia. Pertenecía a la generación del 51 junto a otros grandes como Cristobal Halffter, Antón García Abril, Manuel Blancafort, Manuel Carra o Manuel Moreno-Buendia, que llevaron la modernidad y la vanguardia al campo de la música tras la estética nacionalista de principios de siglo. Fue un autor muy prolífico que elaboró hasta seis óperas.

Nacido en Bilbao en 1930, Luis de Pablo se licencio en Derecho en 1952 sin haber dejado de estudiar música y dos años mas tarde hizo su primera composiciones significativas: Invenciones y Comentarios. Esta primera etapa estuvo muy influída por Falla, Debussy, Bartók y Mompou, pero el estudio posterior de la técnica compositiva de Olivier Messiaen, así como la meditación del Doctor Fausto, de Thomas Mann, le trasladaron a sus primeras obras vanguardistas. En 1959 fundó Tiempo y Música y, bajo este título, organizó conciertos y actividades paralelas tendentes a presentar en Madrid obras clave de la música contemporánea europea. Se adhirió al grupo Música abierta de Barcelona y realizó su primer viaje a Darmstadt, donde se interpretarían algunas de sus obras dirigidas por Pierre Boulez o Bruno Maderna.

Aquel foco de experimentación ha sido estigmatizado como un cubículo ensimismado, que no conectaba con el público, y provocó así una ruptura de la música culta con la gente. De Pablo negaba la mayor en una demorada entrevista que concedió a El Cultural en su casa del centro de Madrid: "Hay muchas cosas que salieron de Darmstadt que son hoy parte del repertorio. Lo que pasa es que en España ni Mozart ni Beethoven son repertorio. ¿Quién pone un disco de ellos en su casa? Cuatro gatos. Es algo escandaloso pero a nadie se lo parece porque es un situación totalmente lógica: ¿usted conoce acaso un colegio o un instituto que tenga una fonoteca?"

El primer año de la década de los 60, Luis de Pablo fue nombrado presidente de Juventudes musicales de España, cargo que ostentaría hasta 1963. Compuso Radial, su primera obra estrenada fuera de España (Festival de Palermo). Al año siguiente tradujo la monografía de Stuckenschmidt sobre Arnold Schönberg. Viajó por Francia, Alemania, Italia e, incluso, México presentando obras propias. Un año después fue contratado por las editoriales Tonos (Darmstadt) y Modern (Múnich) para publicar sus obras.

De Pablo fue un experimentador nato. Para encontrar nuevos caminos probó incluso el LSD, como nos confesó: "Fue algo puntual. Un amigo vino con su novia a nuestra casa de Ottawa para hacer un trabajo universitario conjunto. Estuvieron varios días y, cuando se fueron, ella, muy new yorker, nos regaló una gota de LSD en papel secante. Fue una experiencia bonita pero al día siguiente estaba como si me hubiera atropellado un tren. No volví a repetir. Un médico al que consulté me dijo que el LSD te quita una serie de células del cerebro. Exprimiendo un poco la naranja, podría decir que mi concepción del tiempo cambió. De hecho, mis obras empezaron a alargarse desde entonces. Pero yo creo que eso se debió más bien a mis viajes por toda América".

La literatura ha sido para Luis de Pablo otra veta en la que ha percutido incesantemente para encontrar inspiración. La Generación del 27, por ejemplo, le ha procurado mucha materia prima. Vicente Aleixandre fue una influencia definitiva en su vida, cuando no tenía muy claro cómo vivirla. “Fue el primer ser humano que vi que vivía de lo que quería hacer y que además era un genio. Me dije que yo iba a ser como él y me concentré en escribir música sin importarme todo lo demás”.

En 1964 organizó en Madrid una primera (y última) bienal de música contemporánea y creó el primer laboratorio de música electrónica existente en España. En esa década de los 60 compuso Radial para 24 instrumentos, Libro para el pianista y Polar, Prosodia, Tombeau, Cesuras y Escena. Representó a España en el Festival de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea (SIMC), de 1967 de Praga, y ese año firmó un contrato en exclusiva con ediciones Salabert, de París. Impartió enseñanzas acerca de su obra en el Instituto Torcuato di Tella en Argentina, y en 1971 regresó a España como profesor de Análisis de Música Contemporánea del Conservatorio de Madrid. Ha sido también profesor en Buffalo, Albany y Nueva York (EEUU), Canadá y Alemania entre 1973 y 1975, en el Instituto Sueco para la Cultura y en los cursos de música española de la Academia Chigiana de Siena.

Presidente de la sección española de la SIMC desde 1981, y consejero artístico del Festival de Lille (1982), en abril de 1983 estrenó Kiu, primera de sus óperas, en el Teatro de la Zarzuela. La última, El abrecartas, basada en la novela de Vicente Molina Foix, se estrena en febrero en el Teatro Real, por lo que el compositor no llegará a verla en escena. En 1983 recibe la Medalla de Oro de Cruz Roja Española 1983, y ese mismo año fue nombrado director del Centro para la Difusión de la Música Contemporánea. En 1984 formó parte del comité para el proyecto de la construcción de la Opera de La Bastilla, en París.

Elegido miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en febrero de 1989, fue finalista del premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1990, 1995 y 1996. Galardonado con el Premio Nacional de Música 1991, representó ese año su concierto 'Sueños' para piano y orquesta, en Parma y Bolonia. Con la puesta en marcha del renovado Teatro Real, entró a formar parte en 1995 de la Fundación Teatro Lírico, donde ocupó una plaza de patrono correspondiente al Ministerio de Cultura, cargo del que dimitió con otros patronos en 1996. Ese año pasó a formar parte de la Junta Directiva de la SGAE.

Es Caballero de las Artes y la Letras concedido por el Gobierno francés (1973), premio Luigi Dallapicolla (1979), Medalla de Oficial de la Orden de las artes et la letras (1986) del Gobierno francés, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes españolas (1986), Medalla de la ciudad de Rennes (1988), Medalla de Oro de la ciudad de Lille (1989), Premio Popularidad diario 'Pueblo' 1967, Premio Comúsica 1991, Premio de la Comunidad de Madrid 2002 y Arthur Honegger 2003 al conjunto de su obra. Es doctor 'honoris causa' 1977 por la Universidad Complutense de Madrid.

Hace apenas un año era galardonado con el León de Oro de la Bienal de Venecia. Un reconocimiento que recibió con especial alegría, dada su estrecha vinculación con el país transalpino. "Italia siempre ha sido un refugio para mí". En particular, Venecia: “He ido muchas veces a la Bienal. Mi música ha sido programada en múltiples ocasiones allí. Este premio es una manera de coronar todas esas visitas”. Es curioso que una de las últimas piezas que ha estrenado, en la Fundación Juan March, estaba precisamente inspirada en Venecia. Nació -explica- de un libro de Brodski, Fundamenta degli incurabili, donde cuenta su primer viaje a Venecia. Llegó en invierno y no paraba de llover. La ciudad estaba vacía y no hablaba italiano. Fue un desastre al principio pero acabó seducido. Habla de cuando fue a la iglesia donde trabajó Vivaldi. Al llegar se encontró a los músicos tocando subidos sobre una tarima por l'aqua alta. En ese momento tuvo la impresión de que la música es la gemela del agua”.

A lo largo de su carrera compuso también bandas sonoras para directores como Carlos Saura, Víctor Erice, Francisco Regueiro o Manuel Gutiérrez Aragón, entre otros.