Image: Carmen Calvo, el límite y el exceso

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Exposiciones

Carmen Calvo, el límite y el exceso

Carmen Calvo

6 diciembre, 2007 01:00

Un lugar llano y desnudo (en el centro), 1996

Comisario: Emmanuel Guigon y Consuelo Císcar. IVAM. Guillem de Castro, 118. Valencia. Hasta el 20 de enero.

Los conceptos límite y exceso, detalle y fragmento, distorsión y perversión, junto a ritmo y repetición, complejidad y disipación -con los que Omar Calabrese articula su discurso en la era neobarroca-, bien pueden servir al espectador para introducirse y, una vez allí, perderse por el complejo universo que Carmen Calvo (1959) ha ido creando a lo largo de su ya dilatada trayectoria. Sin embargo, entre todas las categorías neobarrocas, el exceso es la que con mayor afán ha mantenido activa a la artista a lo largo del tiempo, llevando su trabajo a una reinvención constante. Calabrese señala también que el exceso como superación de un límite y de un confín puede ser desestabilizador. En cualquier obra de un autor que opta por el recurso del exceso, éste intenta poner en discusión cierto orden, o quizá destruirlo y construir uno nuevo. Para Calabrese, el derribo de los confines no provoca destrucción o exclusión sino sólo desplazamiento de las fronteras, y así cabe entender también el modo de actuar de Carmen Calvo.

Ese desplazamiento de fronteras ha permito a Carmen Calvo adentrarse en territorios de muy variada topografía y actuar con gran libertad de movimientos, siendo a la vez rigurosa y metódica en su propensión arqueológica. Así se pone de manifiesto cuando se observa su obra con el paso del tiempo, y se percibe la coherencia y firmeza con las que ha mantenido un pulso con la realidad y sus múltiples y cambiantes caras. La presente exposición hace repaso de la obra de Carmen Calvo desde el inicio de la década de los años noventa hasta la actualidad, siendo continuidad de una exposición anterior que el IVAM dedico a la artista en 1990. Esta exposición, que no pretende ser retrospectiva, plantea un recorrido por las diversas series y ejes temáticos trabajados en los últimos veinte años. Con ese objeto se ha establecido un seguimiento de la obra que se estructura en diferentes espacios. En la primera sala se recrea el lugar de trabajo de la artista; vertebrado a partir de la instalación Un lugar llano y desnudo (En el centro), de 1996, y en el que se compendia una de las preocupaciones en torno a las que gira casi obsesivamente la obra de la artista: el quehacer artístico. Posteriormente, se presentan las series de pizarras, un soporte que le sirve a la artista para referenciar su particular fascinación por la poética del objeto; asunto éste que, desde planos diversos de actuación, ha centrado la atención de la valenciana.

De ese modo, la exposición permite observar la dinámica evolutiva de Carmen Calvo, en tanto fue desplazándose del lienzo para saltar a la escultura y las instalaciones, previas a su entrada en la cámara oscura de la fotografía. Los objetos comienzan a acumularse en sus obras, alimentando vastos imaginarios, dando cabida a la memoria, a un microcosmos dispuesto para exhibir recuerdos, desvelos y obsesiones. Obsesiones que así sentidas, son las de todos. Se presentan también vitrinas en las que se interna la condición museal y exhibicionista de los materiales, y en la que la artista abunda en la arqueología de la memoria. Objetos, cuerpos y elementos de toda especie van amontonándose en las manos de Carmen Calvo para mostrar sus otros perfiles, las otras caras de la realidad. Como poseída por un desenfrenado ímpetu iconoclasta, arremete contra las buenas maneras de aquellos objetos e imágenes que estandarizan los recuerdos, y extrae de ellos cuanto dejan velado. Así esas reliquias y exvotos se van sucediendo para llevar al espectador a un escaparate mortuorio en el que aparecen condensados sueños y pesadillas, a las que atiende la artista asimismo en las pizarras y los cauchos. Con estas dramáticas naturalezas muertas, de las que se muestra una acertada selección, emprende la artista un viaje de ida y vuelta por los fondos de la pintura española. Posteriormente las pizarras y los cauchos se metamorfosean en grandes polípticos sobre fondo de pan de oro y, de la pintura barroca, Carmen Calvo inicia un peregrinaje artístico que la llevaba hasta la Edad Media.

Con ello, haciendo alarde de un sano espíritu ecologista, la artista recicla representaciones de lo cotidiano, señas de una identidad que acaban siendo trastocadas en sus manos. Como ya hiciera Duchamp, como los dadaistas y los surrealistas, Carmen Calvo acude a la realidad más inmediata para mejorarla, para devolverla a través de su obra, con todas sus facetas.

Una generosa selección de dibujos da paso a la fotografía sobre la que incorpora todo tipo de objetos, telón de fondo sobre el que se vuelca una tragicómica mirada de la naturaleza humana. Sin trampa ni cartón, deja a la vista del espectador en esta exposición los rudimentos de la realidad, para conjurar su memoria y ponerla a flor de piel. La voracidad con la que acomete su trabajo, la riqueza de sus recursos plásticos y la libertad con la que hace uso de ellos, dejando el justo espacio para la poesía y el humor dicen mucho de la dimensión de una obra, expansiva, brutal y sutil, estremecedora, real como la vida misma.