Eva Lootz fotografiada en la Sala Alcalá 31 de Madrid. Foto: David Morales

Eva Lootz fotografiada en la Sala Alcalá 31 de Madrid. Foto: David Morales

Arte

Entrevista a Eva Lootz ante su gran año expositivo: "Ahora las imágenes sirven para sacarnos los ojos"

La artista presenta cuatro proyectos que esculpen su relato desde sus comienzos, hace 51 años. Hoy se inaugura su exposición en Sala Alcalá 31.

8 mayo, 2024 02:02

Si aún quieres ver algo date prisa: Todo está desapareciendo. Este es el consejo que nos da Eva Lootz (Viena, Austria, 1940) en una pieza de texto de espejo que tiembla en la entrada de la Sala Alcalá 31, donde inaugura este miércoles 8. El mundo se desmorona y ella lo convierte en una instalación con luces ultravioleta.

A sus 84 años mantiene muy viva su curiosidad y su pasión por el lenguaje y la materia –ha trabajado con mercurio, sodio, plomo, arena…–, por sus procesos e historias, que recuerda con avidez.

Llega a España a finales de los años 60 junto al artista Adolfo Schlosser y comienza una trayectoria constante por la que se le otorga, entre otros muchos, el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1994. Lootz piensa el arte como un modo de conocer el mundo, como un espeleólogo que se encuentra por primera vez con un tesoro ancestral.

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Pregunta. Este año presenta tres grandes exposiciones, además de la instalación en Córdoba: Alcalá 31, Reina Sofía y la Sala Kubo Kutxa en San Sebastián. ¿Qué papel juega cada una de ellas?

Respuesta. Entre las tres hay un hilo que las atraviesa. Es una oportunidad para ver, desde mis orígenes, todo mi proceso. Empiezo en San Sebastián con Entrelazar, arrugar y seguir el hilo que trata sobre la superación del dualismo cartesiano; luego iría esta, la exposición de Alcalá: Si aún quieres ver algo, mi obra más reciente, la que me llevó a privilegiar el interés por la materia y denunciar los crímenes del extractivismo. Finalmente la del Reina Sofía, Hacer cómo quien dice: ¿y esto qué es?, que se inaugura el 11 de junio y donde se verá el origen de todo.

Vista de la exposición de Eva Lootz en Alcalá 31. Foto: Guillermo Gumiel

Vista de la exposición de Eva Lootz en Alcalá 31. Foto: Guillermo Gumiel

P. ¿A qué se refiere con el título Todo está desapareciendo?

R. Alude al hecho de la desaparición de un mundo antiguo. No es solo la desaparición de especies, sino toda nuestra vida. Es el advenimiento de un nuevo concepto de materia que implica un nuevo concepto mental. Tiene que ver con los últimos descubrimientos químicos, con la ciencia de los materiales, con la biología que está trabajando sobre las moléculas sintéticas capaces de autorreplicarse, la nanotecnología, etc. Esta exposición es un discurso sobre esto en clave poética.

P. ¿Como formaliza estas ideas?

R. La parte de abajo, que es una instalación completa, se vertebra a través del concepto de resonancia: muestra cómo lo aparentemente más duro, lo inorgánico –las piedras o el polvo de huesos–, responde a estímulos como la luz ultravioleta.

“Cuando hurgo en algo y no me deja dormir, comienza una vorágine. investigo y me documento hasta la saciedad”

P. Su trabajo se articula en torno a la materia y al lenguaje.

R. Cuando yo empecé no quería hacer afirmaciones personales y subjetivas, lo que me llevaba a hablar de lo que hay, de las materias puras. Pronto desaparece el bastidor y aparecen otros líquidos más perversos: pegamentos, alkil, lacre, parafina... He trabajado mucho con parafina. Esa voluntad de hacer una cosa impersonal me lleva a interesarme por los procesos y por lo matérico y los mostraba de la manera más neutra posible.

P. ¿Cómo comenzó a trabajar con metales?

R. Pues a través del mismo proceso de trabajo, por su condición termolábil, igual que la parafina y el lacre ¿Cuáles son los metales que puedes fundir de una manera casera y simple? El estaño y el plomo. Ahí aparecen las lenguas, que son unas piezas muy representativas mías en las que los materiales se derraman por suelos y paredes y aluden a su capacidad mágica de articular el lenguaje. De ahí pasé a interesarme por el mercurio.

Eva Lootz durante el montaje en Alcalá 31. Foto: David Morales

Eva Lootz durante el montaje en Alcalá 31. Foto: David Morales

P. ¿Tiene algo de alquimia?

R. No, para nada. A mí me interesa la realidad.

P. ¿Y cuánto tiene su arte de científico o su ciencia de artística?

R. La ciencia me interesa, pero no soy científica, aunque las historias que despliega la mineralogía son fascinantes.

P. Cuéntenos alguna.

R. Cuando se descubrió América se llevaban el mercurio al Nuevo Mundo para extraer oro, cargamentos enteros de barcos saliendo de Cádiz. Una de sus propiedades es la de amalgamar el oro, solo hay que evaporarlo para obtener oro puro. Muchos esclavos morían en este proceso por su increíble toxicidad.

»Cuando expuse en el Patio Herreriano tuve una revelación al enterarme de que en San Gregorio, lo que hoy es el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, tuvo lugar el enfrentamiento de Bartolomé de las Casas con San Juan Ginés de Sepúlveda, es decir, la llamada “Controversia de Valladolid”, en 1551, que enfrentó dos formas antagónicas de entender la colonización. Uno defendía la humanidad de los indígenas y otro su explotación. Se impuso, por desgracia la visión de Sepúlveda y ese es el comienzo de una nueva era.

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P. ¡Cómo hubiera cambiado la historia!

R. Sí, es fascinante. Yo me he entretenido durante toda la pandemia en estudiar los trabajos de los antropólogos y etnólogos sudamericanos.

P. ¿Qué opina del debate sobre la descolonización de los museos?

R. Es algo que habría que contextualizar, porque la descolonización está directamente relacionada con el patriarcado y este deriva del pensamiento dualista, maniqueo –de eso hablo en San Sebastián– porque ahí se trata de los dualismos tan presentes en nuestra tradición: cuerpo-espíritu platónico, la res cogitans-res extensa cartesiana y esas asociaciones reduccionistas que devalúan el cuerpo de la mujer, entendido como voluble y pasivo en oposición a lo apolíneo y racional, asociado al hombre. El tema va mucho más allá de la explotación indígena.

"Se ha machacado durante 500 años a esos pueblos diciéndoles que eran primitivos cuando tienen otra cosmovisión”

P. Cuéntenos, ¿cómo es su proceso de trabajo?

R. Pues cuando empiezo a hurgar en algo y no me deja dormir comienza una vorágine. Investigo, me documento hasta la saciedad

P. La obsesión es fundamental.

R. ¡Absolutamente! ¡Claro! Por ejemplo, cuando entendí el encuentro entre dos continentes, Europa y América, lo que le acabo de contar que sucedió en Valladolid, eso me produjo una gran emoción. A partir de esa epifanía estuve haciendo todos los dibujos que hay en el primer piso, dibujos de pensamiento. Hay más de mil.

Vista de la exposición de Eva Lootz en Alcalá 31. Foto: Guillermo Gumiel

Vista de la exposición de Eva Lootz en Alcalá 31. Foto: Guillermo Gumiel

P. Dibujos como diarios.

R. Eso es, por eso los llamo Dibujos que piensan. De ese modo aprendí muchísimas cosas de gente como Aníbal Quijano. Se ha machacado durante 500 años a esos pueblos haciéndoles creer que eran primitivos cuando en realidad tienen otra cosmovisión. Por eso me interesan tanto los antropólogos como Eduardo Viveiros de Castro. Debemos tener claro que hay otras epistemologías tan válidas e interesantes como la nuestra y tenemos que integrar todo esto.

P. ¿Qué papel juegan las imágenes en su obra?

R. Ahora estamos bombardeados constantemente de imágenes, tenemos demasiados inputs visuales y eso también produce una cierta ceguera. Antes las imágenes servían para acercarnos y explicarnos el mundo. Siempre cito a un amigo que dice que ahora las imágenes sirven para sacarnos los ojos.

»Antes se buscaba la imagen verdadera. Werner Herzog, por ejemplo, hace que su equipo suba un barco al monte en Fitzcarraldo y lo hace para que la imagen sude verdad; Godard también lo hace de un modo distinto cuando dice: “No busco una imagen precisa, sino una imagen cualquiera”; o Didi-Huberman citando a Rilke cuando dice: “Cuando arde es verdadero”. La imagen poética es verdadera cuando arde, se salva a través de la metáfora del incendio.

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P. El año pasado donó treinta y nueve piezas al Museo Reina Sofía…

R. Como no tengo herederos –tuve una hija, pero murió–, yo misma lo propuse, y estoy muy agradecida de que el Reina haya aceptado. Es el modo de que haya una continuidad y permanezca mi trabajo para el estudio y disfrute de los que vengan.

P. Acabará teniendo todo su legado

R. Sí claro, pero más adelante. Ahora necesito vivir de mi trabajo.

La artista Eva Lootz en un momento de la entrevista, en la Sala Alcalá 31. Foto: David Morales

La artista Eva Lootz en un momento de la entrevista, en la Sala Alcalá 31. Foto: David Morales

P. ¿Qué diferencias encuentra desde que empezó en 1973 con la actualidad?

R. He vivido toda la Transición. Llegué de Austria a finales de los 60, todavía vivía Franco y, sin duda, conecté con la gente más inquieta, los artistas de la galería Buades, personas en contra de la dictadura. Me acuerdo de una vez que fui al médico a pedirle la píldora anticonceptiva. Me dijo: “Señorita, tengo que advertirle de que su consumo le puede cambiar el carácter”. Y le dije: “¡Qué suerte! Yo tengo muy mal carácter, doctor, ¡así que adelante!” [Risas]. Ser testigo del cambio de época ha sido fascinante y ahora está sucediendo de nuevo.