Antoni Tàpies. Foto: Domenec Umbert

Antoni Tàpies. Foto: Domenec Umbert

Arte

Antoni Tàpies: "Es posible que haya dominado la oscuridad"

20 noviembre, 2003 01:00

A lo largo del tiempo, Antoni Tàpies ha expuesto en sus diferentes textos -entre otros "Memoria personal, fragmento para una autobiografía"- una manera de entender la vida y el arte. Ha descrito un modelo de artista y unos valores. Ahora a sus ochenta años, desde la madurez, puede pensar y reflexionar sobre el camino recorrido. ¿Siguen vigentes aquellos valores? ¿En que medida se han enriquecido por su experiencia? ¿Cuales han perdido intensidad? ¿Qué le ha aportado la madurez? Son preguntas que directa o indirectamente el artista responde en esta entrevista.

Pregunta. Ahora, cuando está a punto de cumplir ochenta años, ¿confirma sus ideas, su manera de ver el mundo, o por el contrario hay aspectos en los cuáles ya no se reconoce?

Respuesta. De alguna manera soy como aquellos autores de los que se dice que han escrito un solo libro en su vida. Yo he pintado un solo cuadro con muy pocas variaciones; en mi itinerario, con todas las matizaciones necesarias, hay una constante.

“Soy como aquellos autores de los que se dice que han escrito un solo libro en su vida. Yo he pintado un solo cuadro con muy pocas variaciones”

P. ¿Sigue vigente su manera de entender el artista como alguien que aporta luz a la colectividad?

R. Yo soy muy escéptico y nunca afirmo las cosas categóricamente. Puede que esa idea de artista que usted alude sea un artificio, que el arte no sirva para nada. Pero yo tengo una ilusión y una esperanza en la cultura. Esta me ha ayudado durante todo mi itinerario y me ayuda a seguir viviendo cada día. A los ochenta años estoy trabajando con la misma inquietud de cuando era joven. Hay personas que hacen salir luz de su interior con ejercicios de yoga. Yo lo hago con una meditación profunda delante de una imagen. Si a mí me ayuda a tener una cierta concentración mental y a encaminarme -no digo que lo consiga- hacia una cierta visión más autentica de la realidad, tal vez también puede ser útil para los demás. Esta actitud mía, posiblemente, responda a una desconfianza de los procesos y procedimientos excesivamente racionalistas. Intuyo la importancia de todo aquello emanado del inconsciente y que puede tener una dimensión muy humana. Freud lo denominaba subconsciente que, connotando algo inferior, era como el saco donde se depositaban todos los despojos o basura humanas. Ahora el mensaje del inconsciente -gracias, en parte, a las lecturas de Jung y sus discípulos- puede aportarnos una visión positiva y útil para comprender la realidad.

P. Hay algo de religioso en su obra...

R. Busco algo divino, entre comillas, pero lo busco en las cosas materiales o en la vida cotidiana. Soy un “espiritualista materialista”, si me permites explicarme de esta manera. Y en este sentido me siento próximo a ciertas ideas de la ciencia y me intereso por libros de divulgación científica. Me acompañan lecturas -en realidad son relecturas- de este tipo. La ciencia posee algo de espiritual y algunos científicos coinciden con una visión del mundo que también me interesó y me sigue interesando muchísimo: Oriente y su filosofía que también sigo releyendo. Bertrand Russel ya decía que la ciencia es más espiritual y la materia menos material de lo que comúnmente se piensa. En mí existe una especie de gusto o sentimiento por lo trascendente, pero en el sentido de buscar la trascendencia en lo inmanente. La realidad material es extremadamente profunda y refinada, tan bella que uno experimenta un gozo religioso cada vez que se atiende a lo más pequeño: una piedrecita, un mechón de cabellos... cualquier cosa...

Trucos de magia

P. Esa espiritualidad, ¿cómo se comunica en el arte?

R. En el sentido de que la obra de arte puede provocar una transformación en la conciencia del espectador. Yo hago como unos trucos de magia. Curiosamente los monjes no utilizan la palabra truco pero provocan una suerte de estímulos con la misma intención. Ellos hablan de “medios hábiles” para provocar también un cambio en la conciencia: una suerte de paradojas, unas propuestas muy chocantes o absurdas dirigidas a los estudiantes para motivarles una respuesta o explicación. Ahora bien, en mí, esta operación es muy instintiva... No busco el truco intencionadamente, surge de una manera espontánea.

P. Usted habla de continuidad, pero yo he observado un cambio fundamental. En general, para mí, su obra tiene una dimensión dramática y trágica. Sin embargo en sus últimas exposiciones, me parece que ha introducido una idea de amor. Al lado de piezas terribles, que expresan un dolor que lo abrasa todo, hay también un mensaje humanista y de esperanza.

“No voy detrás de la belleza. Sinceramente, no sé exactamente qué es. Cuando me dicen: ¡Qué bello es eso que haces! Yo me digo ¡pues yo no lo había pensado!...”

R. Celebro que lo digas, porque este mensaje de positividad está presente. En mi obra, el dolor es perceptible como en todas las cosas de la vida. Pero también hay maneras de aliviar este dolor: he buscado un sistema, unas imágenes que afecten a la conciencia del espectador y le conduzcan a un estado sereno -o como tú muy bien has dicho- amoroso. Quizá cuando empecé a trabajar se vivía una época más oscura: ya sabes cuál era la situación en España en la segunda mitad de los cuarenta. También, después de la Segunda Guerra Mundial, como a otros artistas de mi generación, especialmente los expresionistas abstractos y algunos pintores del círculo de París, se apoderó de mí una depresión y un sentimiento de crisis en relación a la cultura occidental. Por la época que me tocó vivir y, tal vez, por mi propio temperamento, es posible que haya dominado esa oscuridad, no sé si exageradamente. Ahora, los tiempos han cambiado. Tal vez la edad te proporcione una cierta perspectiva y una cierta objetividad que acaso explique la observación que me haces. Pero también te diré que en toda mi trayectoria, aunque no es muy evidente, por lo menos hay algunos centelleos de esta idea de amor y de bondad.

Una enfermedad fecunda

P. Otro aspecto: ahora a su edad aparecen otros problemas... la enfermedad...

R. La enfermedad me marcó mucho en mi juventud... Pero ésta ha sido y es muy fecunda. He vivido fenómenos muy extraños parecidos a los que dan carta de naturaleza los chamanes. Un chamán ha de tener la experiencia de una enfermedad muy grave o la sensación de morirse. Pues bien, yo he experimentado este proceso; de joven cuando se me descubrió que tenía una lesión tuberculosa en un pulmón coincidió -no sé exactamente por qué- con un ataque cardíaco que me provocó una sensación de asfixia tremenda. Tuve la sensación de que me moría; se me enfriaron los miembros. Mi madre, que era muy religiosa, avisó a un cura que me dio la extremaunción... Tal vez sea una pedantería por mi parte situarme al mismo nivel que los chamanes. Pero los chamanes son gente sencilla y corriente como cualquiera, aunque tienen esta hipersensibilidad. Y la enfermedad produce esta hipersensibilidad. Ahora tengo otros problemas de salud: la sordera que me causa una sensación de aislamiento. También padezco un problema en la vista que puede transformarse en ceguera. Se trata de unas lesiones en la mácula, justo en el centro de la visión. No veo las cosas diminutas; por ejemplo, para leer necesito una lupa y a distancia no veo con precisión. Ahora parece que ese proceso irreversible se ha estabilizado, como cicatrizado. Con todo, afortunadamente, no me impide pintar; porque cuando se mira un cuadro, uno no concentra la mirada en un punto determinado, sino que hace un recorrido con la vista y esto me compensa las manchas de visión vacías. Este estado precario de salud me proporciona, sin embargo, una hipersensibilidad.

El gran misterio de la realidad

P. Esta búsqueda de una “realidad auténtica” como usted dice ¿acaso no tiene límites?

R. Después de mucho leer y estudiar te encuentras que la realidad sigue siendo un gran misterio. El misterio persiste, por lo menos en los temperamentos que no tenemos unas creencias demasiado claras. Hay religiones -como el cristianismo- que dan unas esperanzas más definidas . No es que no crea que debamos mantener unas ilusiones... pero hay un momento insuperable, un misterio total: la muerte.

“Busco algo divino, entre comillas, pero lo busco en las cosas materiales o en la vida cotidiana. Soy un ‘espiritualista materialista’”

P. Usted protagonizó agrias polémicas, por ejemplo con Salvador Dalí. ¿Hoy en día las suscribiría?

R. Aquella era una reflexión que afectaba no sólo a Dalí, sino que también la hago extensible a casi todos los artistas surrealistas excepto Miró, Klee -si éste se puede incluir en el surrealismo- y algunas obras de Max Ernst. Estos últimos son pintores que también investigaban la expresión plástica en sí misma. Este aspecto me ha interesado mucho. En cambio, la mayoría de artistas surrealistas pueden introducir nuevos motivos o cultivar temáticas oníricas, pero siguen pintando como unos escolares o académicos o menos que los académicos. La visión de la realidad no deviene de los ojos físicos, sino de los ojos interiores que pueden completar mejor esa visión de una realidad auténtica.

P. Usted habla de una realidad auténtica, pero la belleza ¿dónde está?

R. Nunca he pensado en hacer obras bellas. Marià Manent me hizo esta misma pregunta y ante mi respuesta se quedó perplejo. ¿Cómo es posible -me replicaba- que un artista no intente hacer cosas bellas? , No sé exactamente qué es la belleza. A veces digo que es como un premio que nos ofrecen los demás cuando te apuntan: ¡Qué bello es eso que haces! Yo interiormente me digo ¡pues no lo había pensado!... No voy detrás de la belleza.