Daniel Landi, en la viña de Comando G.

Daniel Landi, en la viña de Comando G.

Vinos

El viñedo que cambió la historia de Gredos: "Somos herederos de generaciones que han luchado mucho por preservar el viñedo"

Fernando García y Daniel Gómez Jiménez-Landi de Comando G, un proyecto que hoy es referencia mundial de la garnacha de montaña, han sido uno de los encargados de poner Gredos en el mapa.

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Por las laderas escarpadas del Alto Alberche, donde la montaña se impone con un silencio que corta el aliento, hubo un tiempo en que la viña era casi un vestigio condenado a desaparecer.

Tras los años 70, muchos pueblos de Gredos vieron cómo el éxodo rural arrancaba de raíz un paisaje vitícola que se daba por perdido. Nadie —o muy pocos— creía entonces en la garnacha de esta sierra. Demasiado áspera, demasiado difícil, demasiado lejos de los cánones de la enología que se estilaba en aquel momento. Hasta que llegaron ellos.

Fernando García y Daniel Gómez Jiménez-Landi, dos jóvenes viticultores que todavía no sabían que estaban a punto de reescribir la historia de un territorio. Se conocieron vendimiando y se reconocieron en algo más poderoso que la simple afinidad profesional, una misma intuición,
que Gredos guardaba un tesoro.

El viñedo de garnacha próximo a la bodega de Comando G.

El viñedo de garnacha próximo a la bodega de Comando G.

Que la garnacha —esa uva ignorada, "poco bonificada" y casi desterrada— podía cantar como nunca antes si encontraba quien la escuchase.
Que el futuro de la zona pasaba por mirar hacia atrás.

De nómadas del terruño a guardianes de la montaña

Corría 2007 cuando comenzaron a recorrer los pueblos buscando viñas abandonadas. Aquella operación casi de arqueología rural fue el germen de Comando G, un proyecto que hoy es referencia mundial de la garnacha de montaña.

Los dos se comportaban como exploradores del terroir. Caminaban, preguntaban, hablaban con agricultores que creían haber vivido el final de la viticultura local.

Las generaciones anteriores que mantuvieron las viñas contra viento, heladas y abandono son parte de esta historia: “Somos herederos de generaciones que han luchado por mantener el viñedo, sin ese trabajo no hay nada" remarca Landi.

Landi entre garnachas.

Landi entre garnachas.

Hoy trabajan en cinco pueblos y tres denominaciones —Méntrida, Cebreros y Madrid— porque, aunque su sueño inicial fue una gran D.O. Gredos que unificara la montaña, la fragmentación administrativa nunca frenó el pulso identitario del proyecto. Aunque, dicen, "en Gredos tenemos muchos Gredos".

Aquí se trabaja en biodinámica, sin maquinaria en el campo, con caballos para labrar, con largas fermentaciones en racimo entero y barricas usadas que no buscan aportar sabor, sino custodiar el vino como si no estuvieran. “El vino se hace en la viña, en bodega intentamos no hacer nada”, repiten.

Cada parcela tiene su propio tino, su recipiente exclusivo, su microcosmos. Es un formato muy borgoñón, pero también profundamente serrano.

El interior de la bodega de Comando G.

El interior de la bodega de Comando G.

En apenas dos décadas, Comando G y otros productores de la zona han logrado algo impensable: revalorizar una región que se daba por muerta. Nombres como Peter Sisseck, Telmo Rodríguez o Jorge Olivera sembraron parte del camino. Hoy, gracias a ese impulso, Gredos exporta a Asia y China, y ha recuperado el respeto que nunca debió perder.

En estas veinte hectáreas, propias y arrendadas, cada cepa cuenta una historia de supervivencia. Porque Gredos no es solo un lugar donde se hace vino. Es un territorio donde se hace memoria.