El bar Blanco y Negro, en Logroño.
El bar centenario de Logroño premiado por la Academia Riojana: su matrimonio de anchoa y boquerón es famoso
Con más de un siglo de vida, el bar Blanco y Negro ha sido uno de los establecimientos galardonados por la Academia Riojana de Gastronomía.
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La calle Laurel de Logroño es el epicentro del tapeo riojano y punto de peregrinación para quienes buscan los mejores bocados en miniatura de España.
Una concurrida calle hogar de un buen número de establecimientos que se han convertido en un pedazo de la historia gastronómica logroñesa. Entre ellos, uno que figura desde hace tiempo es el bar Blanco y Negro.
Con más de un siglo de vida y una barra que ha visto pasar tres generaciones de logroñeses, este pequeño templo del pincho ha sido reconocido por la Academia Riojana de Gastronomía en su cuarta edición de galardones, que se entregarán el próximo 15 de octubre en el Centro de la Cultura del Rioja.
Los bocadillos del bar Blanco y Negro.
Un bar centenario que sigue haciendo historia
Fundado a finales del siglo XIX, el Blanco y Negro nació cuando el Ayuntamiento decidió abrir la entonces Travesía Laurel hacia Bretón de los Herreros, dando nueva vida al casco antiguo de Logroño.
Desde entonces, su barra ha sido testigo del pulso de la ciudad: conversaciones de sobremesa, brindis con Rioja y generaciones enteras que han aprendido que la buena gastronomía es la que viene servida con autenticidad.
El establecimiento, el más antiguo de su calle, se ha convertido en uno de los símbolos más queridos de la capital riojana. Su longevidad no solo es un mérito en sí misma, sino también una prueba de resistencia y de adaptación a los nuevos tiempos sin renunciar a su esencia.
Como destacó Pedro Barrio, presidente de la Academia Riojana de Gastronomía, “ha sido una mágica coincidencia que los tres premiados superen el siglo de vida, lo que nos lleva a pensar que el tiempo es un gran compañero de viaje de la calidad que representan”.
El bocatito de matrimonio de boquerón y anchoa.
Su carta no es demasiado extensa, pero suficiente como para hacerte volver. Si hay algo que define al Blanco y Negro es su devoción por los “bocatitos”, esas pequeñas representaciones entre panes que sin ninguna pretensión han conquistado a locales y visitantes.
Entre ellos destacan dos clásicos que se han ganado un lugar en la memoria colectiva: el matrimonio —una combinación impecable de anchoa y boquerón sobre pan crujiente— y la bruschetta de queso de cabra, que aporta un guiño más contemporáneo sin perder el alma tradicional.
En un entorno donde cada bar busca destacar con su pincho estrella, el Blanco y Negro ha preferido seguir fiel a la sencillez y la calidad, reivindicando el sabor por encima de la moda.
Esa coherencia, unida a su historia, explica por qué el jurado de la Academia lo ha distinguido como representante de la mejor tradición y cultura del pincho que ha situado a La Rioja entre los destinos gastronómicos más prestigiosos del país.
Una distinción al alma de Logroño
El reconocimiento al Blanco y Negro se enmarca junto al otorgado a Martínez Somalo, empresa familiar de embutidos y jamones, y a la Denominación de Origen Calificada Rioja, que celebra su centenario. Tres premiados que comparten una misma filosofía: respeto por la tradición, calidad en el producto y una mirada inteligente hacia el futuro.
Para la concejala de Relaciones Institucionales, Leonor González, estos premios refuerzan la apuesta del Ayuntamiento por consolidar a Logroño como “referente enoturístico nacional e internacional”. Porque en esta ciudad, el vino y el pincho no son solo gastronomía: son cultura, identidad y memoria compartida.
El Blanco y Negro representa una rara avis: un bar que no necesita reinventarse, porque su autenticidad sigue siendo su mejor receta. Su barra, su clientela fiel y sus bocatitos son el testimonio de que la gastronomía, cuando se hace con alma, trasciende modas y generaciones.