Plaza de Patraix

Plaza de Patraix LUNAMARINA iStock

Restaurantes

El restaurante de un barrio de Valencia donde se come "de estrella Michelin": más barato y con platos de escándalo

A veces se encuentran locales sin pretensiones que parecen restaurantes de alta cocina.

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Al traspasar el umbral de este restaurante cualquiera podría pensar que se ha equivocado de sitio o, incluso, de época.

Su aspecto de bar de toda la vida, con barra de acero, espejo con botellas, mesas cuadradas y sillas estilo Thonet, bien podría indicar que en un rato empezarán a llegar los abuelos del barrio a echar partidas de dominó o a cantarse las cuarenta al tute.

Y es que Barbaric, en pleno corazón de Patraix, alejado del bullicio de los barrios más mainstream de Valencia, es un establecimiento que, en apenas un año, ha sabido crear un universo propio a base de producto y creatividad.

Un cocinero que regresó al barrio

El cocinero Álex Sánchez Beseler es quien lleva la batuta en la cocina y su socia, Julia Dewald, está a los mandos de la bodega de este restaurante que combina a la perfección el alma de un bar de barrio con la ambición de una casa gastronómica.

Álex, criado en Patraix y formado en ciudades como Berlín, San Sebastián, Bilbao o Roma ha elegido volver a sus orígenes para hacerlo realidad, para ponerse detrás de esa barra que atraviesa el local como una columna vertebral que lo sustenta todo.

La cocina de Barbaric

Aunque pueda parecerlo, Barbaric no es un winebar al uso. No es solo un sitio pensado para disfrutar de su bodega de vinos naturales.

En Barbaric se cocina y se cocina con verdadera pasión, con influencias de la nueva alta gastronomía europea, toques asiáticos, productos locales bien tratados e ingredientes poco habituales.

Sus verduras vienen de Arat Gourmet, la empresa de Asier Rojo, el hortelano que llena las despensas de otras grandes cocinas valencianas, como la de La Salita de Begoña Rodrigo.

Con estos mimbres, en Barbaric no hay espacio para el aburrimiento, enemigo mortal de cualquier comensal exigente. De aquí te vas deseando volver para ver con qué te sorprenderán la próxima vez.

Los platos están en constante rotación y casi ha habido más fueras de carta que platos fijos que cambian en función de la temporada y del ánimo de Álex.

Algunos ejemplos, para que nos hagamos una idea, entre sus propuestas nos podemos encontrar verdaderas joyas como los callos de bacalao con beurre blanc y furikake (12 €), una fiesta de mantequilla y colágeno que se funde en la boca.

O el ditalini con putxero, queso Catí y limón negro (11 €), una reinterpretación del cocido valenciano a través de un sencillo plato de pasta italiana.

De la huerta de Asier llegan las flores de calabacín que rellenan de burrata y garum (11 €), sencillez y equilibrio entre la potencia del garum de anchoas y la suavidad del queso. Y es que, en la cocina, también hay sitio para la fermentación.

Llegados a los postres, también toca quitarse el sombrero, el melocotón a la brasa con chantilly y mermelada de habanero (6 €) es una explosión de sabores dulces, ácidos, picantes que estimulan todas y cada una de las papilas.

El brandy snap con miso de chufa, caramelo salado y tomillo limón (7 €) o el flan con miso de garrofó (6,5 €) son como abrazos entre Asia y Valencia.

Fermentar chufa o garrofó en lugar de soja para elaborar un miso casero es, sin duda, una declaración de intenciones que resume la filosofía de Barbaric. Emoción desde lo sencillo, sin efectos especiales.

Con vinos naturales

En la sección líquida de la carta, esta joya escondida en Patraix, también tiene sus propias señas de identidad. Cada semana estrenan una pizarra de vinos por copas con una selección que incluye blanco, tinto, naranja y espumoso o rosado.

Un buen reclamo para los amantes del vino que desean probar cosas nuevas, porque siempre ofrecen referencias difíciles de encontrar que Julia selecciona entre pequeños productores locales e internacionales.

Para los que quieren compartir, existe una carta de botellas más extensa y seleccionada con el mismo mimo.

Y precios ajustados

Las que se acaban de enumerar serían razones más que suficientes para dejar atrás los céntricos barrios de El Carmen o de Ruzafa y poner rumbo al número 8 de la calle Santander, en la zona de Jesús, entre Doctor Peset y la parada de Patraix.

Pero debemos añadir que los platos de Barbaric, además de por su calidad, destacan por su bajo precio. Los más caros rondan los 16-18 €, una cifra muy contenida si se tiene en cuenta la originalidad, la complejidad y el nivel técnico que hay detrás.

El precio medio por persona, probando varias cosas para compartir, puede rondar los 30 euros, aunque esta cifra puede subir si se eligen también varios vinos. Por si alguien se lo está preguntando, las cañas son de Estrella Galicia y cuestan menos de 2 €.

Para grupos, aceptan mesas de un máximo de seis personas, para no colapsar la cocina y poder prestar un servicio a la altura.