Magdalena, dueña de una churrería en Palma de Mallorca YouTube
Magdalena, churrera, sobre las ventas: "Vendemos 200-300 raciones de churros al día a 2,60€ y rentabilidad del 50 %"
La churrería La Artesana, en Palma de Mallorca, es ejemplo de cómo con un producto muy sencillo con un margen elevado se puede sostener un negocio durante años.
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Montar un negocio de hostelería en España es una aventura no exenta de riesgos y muy demandante en cuanto a sacrificios personales.
Aunque durante muchos años ha sido el emprendimiento al que muchos se tiraban de cabeza en nuestro país, las largas jornadas, las cargas impositivas y los escasos márgenes de algunos modelos obligan a pensárselo dos veces antes de dar el paso.
Sin embargo, eso no quiere decir que no haya casos de éxito, como el de la churrería La Artesana, situada en Palma de Mallorca, que mantiene desde hace más de dos décadas una clientela fiel y una estructura económica que llama la atención por su estabilidad y por la rentabilidad de su producto principal.
Hemos conocido su historia gracias a la entrevista realizada por Adrián G. Martin en su canal de YouTube a Magdalena, su propietaria, y a parte de su familia, que han explicado con detalle cómo funciona un negocio tradicional que ha sabido consolidarse con una propuesta que se basa en producir churros de forma continua, manteniendo la calidad del producto y asegurando un margen económico que sustente a varias generaciones.
Magdalena, churrería
Magdalena explica que su decisión de iniciar este negocio estuvo ligada a una referencia cultural y cotidiana de su infancia. En Andalucía, de donde ella es originaria, los churros forman parte del paisaje urbano.
En su provincia, Granada, "churros por cada esquina". Al trasladarse a Mallorca echó en falta ese hábito y, pese a tener "un buen puesto de trabajo", decidió emprender.
Estructura sencilla y margen elevado
Uno de los puntos centrales de la conversación con Adrián G. Martin gira en torno a la rentabilidad. La Artesana vende "entre 200-300" raciones diarias, aunque los fines de semana se alcanza una cifra mayor, "400 raciones en un día".
Cada ración completa cuesta 2,60 € y la media ración 1,40 €. Estos precios, bajos en comparación con otros productos de venta rápida, funcionan gracias a la simplicidad del proceso y del coste de los ingredientes.
El hijo de Magdalena, que participa también en la gestión, resume la cuestión económica de manera muy simple. A la pregunta sobre la rentabilidad, responde que es de "un poquito más del 50 %".
La cifra no sorprende, teniendo en cuenta los factores que influyen en el margen. El churro se elabora con tres ingredientes básicos, que son harina, agua y sal, y la maquinaria necesaria es mínima y no requiere de una gran inversión. Solo hace falta una sartén industrial y una churrera mecánica.
Si alguno de estos elementos sufre una avería, la reposición tampoco implica un coste desproporcionado que comprometa la actividad. La simplicidad de la operación es parte esencial del negocio.
Es importante recalcar que cuando hablamos de "rentabilidad", se hace referencia al porcentaje resultante de restar al precio de venta todos los costes directos asociados a la producción que sería materias primas, energía, mano de obra directa y otros gastos imprescindibles para mantener la actividad diaria.
Que el margen supere el 50 % significa que la mitad del importe pagado por cada ración queda como beneficio antes de otros gastos estructurales, lo que convierte al producto en muy competitivo dentro de su sector.
La importancia del volumen
Aunque el margen del churro sea elevado, la sostenibilidad económica del negocio depende también del volumen de ventas. Producir entre 200 y 400 raciones cada día asegura una facturación estable. La constancia es clave. Magdalena comenta que desde que abrió el local no le ha faltado trabajo.
La afluencia de clientes facilita una rotación continua de producto, que además influye en la calidad. El churro recién hecho no requiere técnicas de conservación ni almacenamiento, lo cual reduce riesgos de mermas.
La elaboración es un proceso rápido. Una rueda de churros, según explican, tarda "dos minutos". Trabajan "sin parar", elaborando "tres o cuatro masas a la mañana", lo que muestra una organización basada en la repetición y en el ajuste de tiempos.
Al tratarse de un producto que se sirve caliente y al momento, la demanda condiciona el ritmo de trabajo. Mantener una temperatura adecuada del aceite es crucial y, como explica Magdalena, el control térmico influye en la textura.
La fritura se realiza con aceite alto oleico, un tipo de aceite más resistente a altas temperaturas que retrasa la degradación del producto tras varios ciclos de uso, lo cual tiene repercusión económica, pues cuanto más dura el aceite, menor es el gasto.
La calidad es la clave
El hijo de la propietaria analiza también el mercado y la competencia. Cuando se le pregunta por el secreto del éxito, responde que "el producto, no tiene más". Explica que un churro puede fallar en varios aspectos: exceso de aceite, masa cruda, textura densa.
Así pues, para diferenciarse en un sector donde cualquier emprendedor puede adquirir la maquinaria básica y producir churros, La Artesana se sostiene sobre la calidad constante de cada ración.
En definitiva, la rentabilidad del churro como producto no es fruto de una estrategia sofisticada, sino de la combinación de varios factores: simplicidad de ingredientes, tiempos de producción breves, costes controlados y un volumen de ventas sostenido en el tiempo.