La sala del restaurante de Palacio Helguera, un hotel boutique en Las Presillas con pasado virreinal.

La sala del restaurante de Palacio Helguera, un hotel boutique en Las Presillas con pasado virreinal.

Reportajes gastronómicos

El restaurante del palacio cántabro donde puedes comer y llevarte la vajilla a casa

Trastámara es el alma gastronómica del coqueto Palacio Helguera, un hotel boutique en Las Presillas con pasado virreinal. Con un chef peruano al frente, propone una carta que viaja entre dos orillas aparentemente muy separadas, pero que casan muy bien entre sí.

Más información: El hotel donde Cantabria se hace infinita y se escucha el silencio: con una excelente cocina y Laredo de fondo

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Cuando se eligió el slogan para promocionar Cantabria, no se pudo estar más acertados. Esta comunidad es realmente infinita. Desde las montañas que llegan al mar a los verdes prados, pasando por playas de infinita belleza y pueblos con un encanto como pocos.

Entre vacas pastando y el verdor que caracteriza al norte, se encuentra otro de esos lugares que uno recuerda: Las Presillas, una pequeña localidad en el corazón de los Valles Pasiegos. Un lugar que habría que regalarse, al menos, una vez en la vida.

En mitad de ese paisaje sereno, aparece el Palacio Helguera: una casona del siglo XVII reconvertida en hotel boutique. Un lugar tan especial que su propia historia podría inspirar una novela.

Pero si volvemos al presente, aquí se viene a descansar, pero sobre todo, a comer y a hacerlo muy bien, de una manera novedosa que supone un viaje de Cantabria a Perú, dos lugares antagónicos que casan muy bien en el plato y cuentan la propia historia del lugar.

Trastámara, un viaje a medio camino entre Cantabria y Perú

Y si el hotel es una maravilla, su restaurante no se queda atrás. Abierto también para visitantes y no solo huéspedes, propone un viaje entre dos cocinas que nada tienen que ver. Pero esa combinación no es casual.

El palacio fue en su día promovido por el Conde de Santa Ana de las Torres, mano derecha del virrey del Perú, con la intención de que fuera su residencia de retiro en España tras años de servicio en las Américas. Sin embargo, debido a su fallecimiento en Lima, nunca llegó a habitarlo.

Durante años, fue una residencia privada, hasta que en 2021 volvió a la vida como un hotel. Como si la historia se cerrase en círculo, hoy es precisamente un chef peruano quien le da nueva vida desde los fogones.

El restaurante, bautizado como Trastámara, está capitaneado por el chef Renzo Orbegoso, peruano de origen, afincado en España desde hace más de 15 años.

Un cocinero que ha sabido crear una carta que mezcla clásicos del recetario cántabro con sabores que remiten a su tierra natal y a la historia del edificio.

Su propuesta se articula a través de un menú de temporada que cambia con cada estación.

Pero hay cosas que no cambian, como el uso -siempre que puede- del producto local, las elaboraciones tradicionales y esos giros que proponen también un viaje a través del paladar, con pequeños guiños a la cocina peruana muy bien integrados.

El menú: de anchoas de Santoña a causa limeña

La carta de primavera de Trastámara está muy equilibrada y, aunque tiene esas concesiones a platos viajeros, es una oda a Cantabria y su producto.

Empieza con una selección de “delicias” para compartir: caviar Oscietra o jamón ibérico 100 % bellota exclusivo del Palacio Helguera, anchoas de Santoña -de la marca Catalina- acompañadas de una vinagreta de tomate.

También unas croquetas caseras que son un sí rotundo. De jamón, de centollo y de chipirón en su tinta. ¡Deberían ser de premio! El steak tartar con mostaza de estragón es otro de los imprescindibles.

Entre los entrantes, hay platos que demuestran el mestizaje controlado que propone Renzo Orbegoso, como se aprecia en el arroz con bacalao al estilo Malales -en homenaje a la directora del hotel-, vitello tonnato con espuma de su propio jugo, o una causa peruana rellena de langostino, su guiño más directo a la gastronomía limeña.

Destacan también los raviolis de centollo con salsa huancaína, el gazpacho de aguacate y cherry o la ensalada de verdel marinado sobre salmorejo de fresa, donde se juega con la acidez, el dulzor y el punto salino que aporta el pescado.

En los segundos, la carta se divide en dos: “Del Cantábrico” y “De nuestros valles”. Entre los pescados, merluza de pincho cocinada al gusto del comensal -a la romana la bordan-, bacalao con callos, rape negro con fideuà de langostino o machote con fricassé de setas.

En el apartado de carnes, el solomillo con salsa de queso y guarnición es un clásico de esos que pedir cuando no sabes qué pedir, porque es un acierto seguro, al igual que las carrilleras de cerdo ibérico con parmentier de patata. Hay también fueras de carta como el cocido montañés o platos de verdura de temporada.

La parte dulce no se queda atrás. La tarta de arroz con leche es un clásico, mientras que el tiramisú pasiego sustituye los tradicionales bizcochos savoiardi por sobao pasiego. El resultado es fantástico.

Hay más. La tatín de manzana con helado de mantecado convive con opciones más ligeras, como un semifrío de maracuyá con cremoso de queso o un plato bautizado como “Oro para chocolate”.

El comedor más curioso del norte: si algo te gusta, te lo puedes llevar

Y luego está el espacio. Porque Trastámara no se parece a ningún otro restaurante en Cantabria. Ni en España. Su comedor está decorado con piezas que parecen salidas de un anticuario y, de hecho, lo están.

Cada objeto, desde las vajillas hasta los candelabros chinos o la cristalería francesa del siglo XVIII, está a la venta. Si te encaprichas de algo, puedes llevártelo a casa. Así de fácil.

Eso es lo que pensó Malales Martínez Canut, propietaria del hotel e interiorista de formación, al decorar el hotel. Si algo les gustaba, ¿por qué no poder tenerlo en casa? Tras vivir en Ibiza y trabajar para clientes internacionales, decidió restaurar este palacio y convertirlo en un espacio único.

Hay objetos que han pasado por el restaurante y hoy están en casas de media Europa. Vajillas y candelabros antiguos, dibujos de aves, retratos barrocos o jarrones de cerámica chinesca que se han convertido en centros de mesa inesperados.

Todo está buscado con mimo, en anticuarios de Francia, Bélgica o Marruecos. Y todo se renueva constantemente.

Un palacio reconvertido en hotel de lujo

El Palacio Helguera no es un hotel al uso. Como veíamos, antes de su actual uso fue una casona del siglo XVII que pertenecía a un noble vinculado a las colonias, contemporáneo del virrey del Perú.

Tiene piedra noble, vistas a los valles pasiegos y mucha historia, pero sobre todo, un encanto que hace que las horas allí sepan a gloria.

Hoy alberga tan solo once habitaciones, cada una decorada con piezas únicas y con estilos diferentes. Cada una está dedicada a un personaje histórico.

Dentro de la casa principal, donde se ubican unas cuantas de ellas, hay espacios comunes donde pasar el rato, leer un libro, tomar un vino… Como un comedor con una impresionante mesa presidencial o varios salones con sofás e incluso chimenea.

El resto de habitaciones se alberga en lo que fueron las caballerizas. Pertenece al sello Relais & Châteaux y otro de sus grandes reclamos son los jardines, repletos de vegetación y calma, ideales para pasear y desconectar del mundo.

Pero sin duda, la imagen más célebre del hotel es la de su piscina. Posiblemente sea una de las más bellas de hotel en España, con una parte al aire libre que es infinity con vistas a los valles pasiegos y otra zona interior bajo un techo de madera y una chimenea presidiendo el espacio.

Aquí nada es casual y por eso, es uno de los hoteles más especiales de todo el país.