De todas las vidas y milagros de los santos, la que más me fascina es la de San Isidro Labrador. Además de por la peculiaridad de que este santo perteneciera a la clase obrera —cosa poco habitual— y por la relación con la gastronomía que tienen su oficio y milagros, San Isidro tiene ganada mi admiración por el talante jetilla que se respira en su biografía.

Isidro era un labrador madrileño muy creyente nacido a finales del s.XI. Tanto se ensimismaba rezando, que parte de su peoná la dedicaba a rendir culto a Dios. Pero no nos vayamos a pensar que tenía los campos hechos unos zorros por restarle horas a su trabajo. Mientras él estaba entregado a la oración, unas fuerzas divinas araban la tierra por él, así que a la vez que él cultivaba su espíritu, unos angelillos tomaban las riendas de los bueyes.

Me provoca simpatía San Isidro porque leyendo la cantidad de milagros que se le atribuyen, no sé si era un genio o un despiste de hombre con una flor muy grande en el culo. Todos hemos conocido a alguien así, así que cuidado con despreciarlo no sea que, con el paso de los años, la historia nos lo acabe haciendo santo.

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Por ejemplo, además de con la tierra, se relaciona a San Isidro con el agua. La tradición de encomendarse a él en épocas de sequía viene porque este labrador tenía una habilidad muy grande para encontrar agua. Una vez, Iván de Vargas, el amo de San Isidro, tenía sed. Así que el agricultor clavó su aguijada en la tierra y rápidamente brotó un manantial con el que calmó la necesidad de su amo. En nuestra época lo más similar que podemos encontrar a algo así es cuando alguna empresa de telefonía está abriendo una zanja en la calle y el operario se lleva por delante una tubería, pero el factor accidente en el caso del santo se descarta, San Isidro no trabajaba para Jazztel.

Precisamente de este pasaje viene que cuando miramos fotos de Martín Santos Yubero de la verbena de San Isidro en Madrid, nos encontremos imágenes de aguadores y mujeres con botijos. En los aledaños a la ermita de San Isidro se encuentra la fuente milagrosa del santo, así que aunque la fuente tiene agua todo el año, es durante las fiestas en honor al patrón de Madrid cuando los madrileños y visitantes quieren hacerse con un poco de agua bendita. De hecho, la bendición de la fuente es el acto que marca el inicio de las fiestas madrileñas en honor al santo. Y lo de guardar cola para llevarse una botella de agua o para beber un poco allí mismo es una tradición que, de no ser por el coronavirus, se seguiría haciendo este año.