Una persona cortando hojas de albahaca de una maceta (Imagen de archivo)

Una persona cortando hojas de albahaca de una maceta (Imagen de archivo) Ekaterina Chizhevskaya iStock

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Ni congelarla ni plantarla en macetas: el sencillo truco para conservar la albahaca fresca durante semanas

Lo que hay que hacer para dejar de sufrir viendo cómo la albahaca se marchita de un día para otro.

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Me gusta imaginar lo maravilloso que debe ser tener un huerto al que poder salir cada día a coger las verduras y las hierbas aromáticas frescas que vaya a cocinar ese día. Luego me despierto y me doy de bruces con la realidad que me recuerda que tengo que comerme ya la lechuga que compré hace tres días si no quiero que se ponga mala.

Con las hierbas aromáticas es peor, son deliciosas para cocinar, pero no son baratas y se estropean enseguida. Tampoco debemos engañarnos con la falsa ilusión de comprar las que vienen en macetas pensando que con eso ya tendremos nuestro minihuerto. He perdido la cuenta de las plantas de albahaca que han agonizado en mi cocina casi desde el mismo momento en que entraron en ella.

Los trucos de abuela para conservar la albahaca

De todas las hierbas que solemos utilizar frescas, puede que la albahaca sea una de las más delicadas. Cuando la compramos cortada, tiene que estar muy fresca si no queremos que se eche a perder en pocas horas. Con ella, los trucos de abuela a mí me funcionan regular.

El método más tradicional, que consiste en envolver las hojas en papel de cocina ligeramente humedecido y guardarlas en un tupper en la nevera, se supone que permite que la albahaca conserve su humedad sin empaparse, lo que evitaría que las hojas se sequen o se pudran. Alguna vez he conseguido que aguante cuatro o cinco días en buen estado y, otras, me he despistado, el recipiente se ha quedado tocando el fondo de la nevera, de manera que la albahaca se ha congelado y, cuando voy a ver, está completamente mustia.

Otro método es la conservación en sal. Para hacerlo, alternamos capas de hojas de albahaca con capas de sal gruesa en un frasco hermético. De esta forma, la sal absorbe la humedad y evita la proliferación de microorganismos. Cuando queramos usarla, hay que enjuagar las hojas, pero aún así se notará el sabor de la sal, algo que no me acaba de entusiasmar, teniendo en cuenta que la mayoría de las veces la voy a usar con queso parmesano que también aporta una gran cantidad de sal.

El método más eficaz para que la albahaca fresca dure más

El truco no resulta muy decorativo porque no vamos a guardar nuestras hojas de albahaca en la nevera, sino en un sitio donde no reciba luz directa, esto es, apartado de la ventana, pero que, dependiendo de cómo sea la cocina, podría quedar a la vista. Lo que hay que hacer es muy sencillo, para empezar, cortamos, aproximadamente, un centímetro del tallo para eliminar la parte que ya se haya puesto marrón.

A continuación, colocamos los ramilletes de albahaca en un vaso con agua, como si fueran un ramo de flores. Debemos asegurarnos de que solo los tallos estén sumergidos y cambiar el agua cada dos días para evitar que se pudra el agua y proliferen bacterias.

Finalmente, cubriremos las hojas con una bolsa de plástico o las envolveremos con film transparente, asegurándonos de que no quede completamente cerrada para evitar la condensación que derivaría en un exceso de humedad y, por lo tanto, aceleraría la putrefacción. Este método permite que la albahaca se mantenga fresca hasta un par de semanas si son hojas que hayamos comprado muy frescas. Sigue siendo una vida útil bastante corta, pero, al menos, nos dará tiempo a utilizarla antes de que se marchite.

Para que la albahaca dure meses

Si hemos comprado mucha albahaca fresca que no vamos a poder consumir en esos días de margen que nos da guardarla cual ramo de rosas, la alternativa que tenemos para que no se eche a perder es congelarla, pero no vale con meterla en una bolsa en el congelador. Hay que hacer antes un pequeño paso.

La albahaca, como cualquier otra hierba aromática, al congelarse pierde su textura. Esto quiere decir que, una vez que se congele, ya no podremos disponer de las hojas enteras para usarlas como si fuera albahaca fresca, pero sí podemos utilizarlas para preparar salsas y aliños.

Para que no pierdan sabor durante la congelación, las hojas deben escaldarse. Para hacerlo, pondremos agua a hervir y cuando esté hirviendo las sumergiremos durante 20 o 30 segundos, las sacaremos e, inmediatamente, las pasaremos a un bol de agua con hielo para cortar la cocción y terminaremos secándolas bien con papel de cocina.

Una vez las tengamos preparadas, solo quedará engrasarlas con un poco de aceite, no hace falta inundarlas con aceite, simplemente se trata de que queden bien impregnadas en el aceite que servirá para potenciar su sabor. Lo más cómodo es, una vez engrasadas, coger varias hojas, hacer un rollito y colocar cada rollito en el hueco de una cubitera y dejar ésta en el congelador hasta que se endurezcan. Luego ya podremos pasarlos a una bolsa. Así tendremos porciones pequeñas para ir utilizándolas a medida que las necesitemos.

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