Al panettone le ha salido competencia: así es el pan dulce que se comía en las cortes de Venecia

Al panettone le ha salido competencia: así es el pan dulce que se comía en las cortes de Venecia

Actualidad gastronómica

Al panettone le ha salido competencia: así es el pan dulce que se comía en las cortes de Venecia

La popularidad del pandoro en España no ha dejado de crecer: las búsquedas de Google aumentan cada año alrededor de un 5 %.

Más información: De los más creativos a los más innovadores: los mejores panettones de España

Publicada

Por generaciones, el panettone ha reinado sin rival en la mesa navideña italiana… al menos fuera de Italia. Porque dentro del país, en los hogares y en los cafés históricos, siempre ha convivido con otro dulce igual de emblemático, pero quizá más discreto y aristocrático: el pandoro.

Este año, sin embargo, ese “primo dorado” ha decidido salir de las sombras y reivindicar su pasado noble para disputar el trono navideño. Y lo está consiguiendo.

Aunque hoy lo identifiquemos con Verona, el pandoro encuentra parte de su linaje en los panes dulces que se servían en las cortes de Venecia, donde la mantequilla, el azúcar y la vainilla se reservaban para los banquetes de la aristocracia.

Esta herencia de refinamiento se mezcló más tarde con el nadalín, un dulce típico veronés, hasta desembocar en la receta que el pastelero Domenico Melegatti registró oficialmente el 14 de octubre de 1894. Ese día nació, con patente y firma, el pandoro moderno.

Su nombre—pan de oro—no es una metáfora: el color amarillo intenso de su miga, fruto de la mantequilla, los huevos y una fermentación lenta, lo convierte en un bizcocho esponjoso y luminoso.

Nada de frutas confitadas ni rellenos exuberantes; el pandoro apuesta por la pureza: harina, mantequilla, vainilla, azúcar, levadura, miel y paciencia.

El pandoro  de Mammafiore.

El pandoro de Mammafiore.

Si el panettone es una cúpula coronada de frutas, el pandoro es pura geometría. Su silueta de estrella de ocho puntas —creada por Melegatti con la colaboración del pintor Angelo Dall’Oca Bianca— justifica que muchos lo consideren un objeto artístico, casi escultórico.

Y mientras el panettone seduce por exceso, el pandoro conquista por elegancia: suave, uniforme, coronado tan solo con un velo de azúcar glas que se espolvorea justo antes de servir, como si nevara sobre una montaña dorada.

En España su popularidad no ha dejado de crecer: las búsquedas de Google relacionadas con “pandoro” aumentan cada año alrededor de un 5 %, señal inequívoca de que el público está descubriendo —y adoptando— esta joya pastelera.

Marcas especializadas como Le Creazioni di Giulia, la línea repostera del grupo Mammafiore, han contribuido decisivamente a este fenómeno.

Su pandoro, disponible desde 22 euros en tiendas gourmet, ha logrado trasladar a los hogares españoles el sabor tradicional con un toque contemporáneo: masa ligera, aroma a mantequilla, fermentación lenta y una estética impecable. Un postre que combina hogar, invierno y celebración.

La firma italiana incluso ha acompañado el lanzamiento con un recetario navideño donde el pandoro demuestra su extraordinaria versatilidad: desde la versión más clásica hasta reinterpretaciones saladas —como un sorprendente pandoro con mortadela y trufa— o propuestas más golosas con coberturas de chocolate.

Pandoro vs. panettone

Si bien ambos comparten ingredientes básicos, su carácter es muy distinto: el panettone es festivo, exuberante, lleno de frutas, cremas y complejidad aromática. El pandoro, en cambio, es minimalista, homogéneo y más parecido a un bizcocho aireado y denso a la vez.

Su textura más compacta y su sabor delicado lo convierten en el favorito de quienes buscan un postre menos dulce, más elegante y libre de tropezones. Además, se presta a infinitas transformaciones: tostado, relleno de crema mascarpone, acompañado de helado o cortado en capas para construir “árboles” navideños comestibles.

Quizá el secreto del éxito actual del pandoro sea precisamente ese equilibrio entre tradición aristocrática y sencillez contemporánea. Es un dulce que no necesita alardes para destacar: basta un corte para revelar su brillo dorado y su aroma cálido a vainilla y mantequilla.
Hoy, más que nunca, el panettone tiene competencia. Y no una cualquiera, sino la de un rival que llega de las cortes venecianas, de la Verona ilustrada del siglo XIX y de las mejores pastelerías italianas.