Cierra Lur, el restaurante de la joven Lucía Gutiérrez en Madrid: Es difícil competir con quien tiene inversores detrás

Cierra Lur, el restaurante de la joven Lucía Gutiérrez en Madrid: "Es difícil competir con quien tiene inversores detrás"

Actualidad gastronómica

Cierra Lur, el restaurante de la joven Lucía Gutiérrez en Madrid: "Es difícil competir con quien tiene inversores detrás"

El próximo 30 de noviembre el restaurante bajará la persiana pero, hasta entonces, las reservas están abiertas

Más información: Cinco (nuevas) barras para disfrutar de Madrid desde el aperitivo hasta la cena

Publicada

La noticia ha pasado casi desapercibida, pero el boca a boca entre la gente del sector no. Lur, el restaurante que la jovencísima Lucía Gutiérrez abrió hace apenas dos años en el madrileño barrio de Legazpi bajará la persiana en pocos días, según han comunicado en sus redes.

"Llevamos unos meses pensando y reflexionando, queriendo seguir apostando por LUR y por seguir aportando a la gastronomía, pero finalmente hemos decidido poner punto y seguido" confesaban en un post en Instagram hace cuatro semanas.

Y así será, por lo menos hasta que el restaurante dé su último servicio, el 30 de noviembre, seguirá cogiendo reservas. Una última oportunidad para despedir a un restaurante que nació en el sur de la capital.

La sala de Lur.

La sala de Lur. Laura Mateo.

El nombre ya marcaba una declaración de intenciones: Lur, “tierra” en euskera. Un pequeño refugio contemporáneo donde la naturaleza —material y simbólica— convivía con la cocina de entorno.

Un espacio cálido, vestido con ramas de olivo plantadas en vasijas de barro, donde la chef defendía un menú único de ocho pases guiado por la temporalidad, los vegetales y el trabajo de pequeños productores. Era un restaurante íntimo, de apenas cinco mesas, que buscaba emocionar desde la cercanía.

Se trata del fin de Lur, pero no el de Lucía Gutiérrez, que asegura que esto será “un punto y seguido” y tiene en mente iniciar otro proyecto más adelante. Pero detrás del mensaje de serenidad se esconden las tensiones que golpean a la gastronomía independiente en la capital saltan a relucir en la llamada de teléfono en la que atiende a Cocinillas El Español: “Es difícil competir con quien tiene inversores detrás”.

Sin embargo, para sostener cualquier sueño gastronómico hoy en Madrid hacen falta más que ideas. Y ahí es donde el proyecto empezó a resentirse. El propio barrio de Legazpi —antes zona económica para emprender— vive una escalada de precios “desorbitados” del metro cuadrado, según explica Gutiérrez. A eso se suma una hostelería que atraviesa una fase de “bajada general del trabajo” y una precariedad estructural en la contratación de personal que afecta a toda la restauración, especialmente a la de autor.

“Hay unas subidas de los alquileres masivas que no podemos asumir… llega un momento que es inviable”, confiesa la chef. Las cinco mesas, pese al espacio amplio, limitaban el número de servicios posibles; y aunque el menú degustación se situaba en 97 euros, no bastaba para generar la estabilidad económica necesaria.

La restauradora lo explica sin dramatismo, pero con claridad: “Para mantener los alquileres es imprescindible la estabilidad. Y lo que no mejora, termina frenando la evolución”.

La batalla silenciosa de los pequeños gastronómicos

Más allá de lo personal, el cierre de Lur destapa un debate sobre el modelo de restauración que prospera en ciudades como Madrid. Los proyectos independientes enfrentan retos desiguales: la presión inmobiliaria, los costes laborales, la necesidad de visibilidad en redes y prensa, y una competencia donde lo habitual es disponer de equipos de comunicación, recursos de marketing y grandes presupuestos.

“Si quieres llegar a más gente necesitas prensa, necesitas un community manager… Intenté hacerlo, pero es imposible para una empresa tan pequeña invertir en eso”, lamenta Gutiérrez.

En un mercado donde la reputación se construye tanto en la sala como en Instagram, la falta de apoyo externo se convierte en una desventaja estructural.

A pesar de la tristeza en el sector —donde la noticia se ha propagado más por el boca a boca que por su difusión mediática— el equipo de Lur ha insistido en que este final no pretende ser una despedida definitiva. “La energía y esencia de Lur van a volver pronto y más fuertes que nunca, con nuevos proyectos”.

En un panorama donde los pequeños gastronómicos luchan por sobrevivir, la historia de Lur recuerda que la revolución culinaria no siempre depende del tamaño del local, sino de la sensibilidad de quienes lo comandan. Y que, a veces, cerrar es solo una forma de volver a empezar.