Por qué la sandía se ha convertido en bandera solidaria para los palestinos

"Madura conjugación de agua y sol, tu apertura llama incluso a los pájaros a aterrizar. Y en Palestina, donde es un delito ondear la bandera de Palestina en Palestina, se levantan mitades de sandía contra las tropas israelíes por el rojo, negro, blanco y verde de Palestina", recita la poeta estadounidense Aracelis Girmay en su 'Oda a la sandía'.

Un texto cargado de simbolismo, tanto como la fruta que lo protagoniza, que en los últimos años ha sido adoptada como forma de resistencia creativa y pacífica en los territorios ocupados de Palestina, donde ondear la bandera nacional puede significar un crimen, y más allá.

Esta fruta veraniega, jugosa y de vivos, con su piel verde, su pulpa roja, sus semillas negras y su carne blanca, refleja cromáticamente la bandera palestina y ha emergido como un símbolo visual y gastronómico de una lucha histórica.

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De fruta a emblema político

Desde la Guerra de los Seis Días en 1967, cuando Israel tomó el control de Gaza y Cisjordania, las autoridades israelíes prohibieron los símbolos nacionales palestinos, incluyendo la bandera y sus colores.

Este acto de censura llevó a artistas, activistas y ciudadanos a buscar nuevas formas de expresar su identidad colectiva. Fue así como, en 1980, los artistas Nabil Anani, Issam Badr y Sliman Mansour enfrentaron la prohibición de exhibir obras con la bandera palestina durante una exposición en la Galería 79 de Ramallah.

La respuesta de un funcionario israelí a Badr, quien preguntó si pintar una sandía también estaría prohibido, no dejó dudas: la fruta también sería considerada subversiva.

Desde entonces, la sandía ha reaparecido con fuerza en el imaginario popular palestino, no sólo en el arte plástico sino también en las marchas, las redes sociales y la poesía. Y es así como la escritora Aracelis Girmay, en su “Oda a la sandía”, retrata las mitades alzadas de la fruta como actos de desafío simbólico, en un entorno donde la mera afirmación visual de la identidad puede ser un riesgo.

El emoji que esquiva la censura

En el mundo digital, donde la política se juega en hashtags y filtros, la sandía ha adquirido un nuevo protagonismo. Plataformas como TikTok, Instagram y X (antes Twitter) se han inundado de emojis de sandía, especialmente cuando las palabras “Palestina”, “Gaza” o “#FreePalestine” son penalizadas o directamente censuradas por los algoritmos.

Así, el emoji de la sandía se ha vuelto un código silencioso pero poderoso, capaz de eludir la vigilancia y expresar solidaridad. Uno de los fenómenos más notables en esta línea es el perfil de Instagram @watermelonmovement, activo desde 2021, que impulsa la causa palestina a través de este símbolo.

Comer es un acto político, como reza el título del libro que firma Alain Ducasse y como han repasado a lo largo de la historia con ejemplos historiadores, antropológos y periodistas, como también hizo Rafael Tonon en 'Las Revoluciones de la comida'. En el caso palestino, la sandía encarna esa doble carga: es sustento y símbolo, alimento y estandarte.

Las cocinas no son neutras. En las mesas palestinas, la sandía puede aparecer como postre, en jugos, en ensaladas, y ahora también en obras gráficas, murales, tatuajes y diseños textiles. Esta integración de lo gastronómico con lo político refleja una dimensión profunda de la cultura alimentaria: cuando un pueblo es despojado de sus símbolos, reconfigura sus objetos cotidianos para convertirlos en banderas.

La sandía, fresca y dulce, se ha transformado en una poderosa declaración de identidad. No necesita palabras, ni consignas, ni pancartas. Esta fruta de verano se vuelve un emblema de esperanza: redonda, colorida y cargada de historia. Una bandera comestible que, sin ser izada, ondea en los corazones de quienes no se resignan al olvido.