Carlos Herrera sentado en la entrada del restaurante.
El restaurante en un pueblo de la sierra alicantina "donde respirar aire puro" que recomienda Carlos Herrera
La Venta Guadalest ha pasado de generación en generación y ocupa una de las casas más antiguas del municipio.
Más información: El bar favorito de Carlos Herrera en Sevilla para tomar el aperitivo: famoso por sus papas aliñadas y la tapa de pringá
Este viernes 25 de julio se ha celebrado el Día de Santiago, por lo que mucha gente está disfrutando aún del puente, o del pistoletazo de salida de las vacaciones. Como las que está disfrutando Carlos Herrera, al parecer por la ruta gastronómica que viene compartiendo estos días.
La última parada ha sido en Guadalest, en la sierra alicantina. Uno de los pueblos más bonitos de la provincia, pero también el más visitado. Encaramado a una roca, entre palmeras, se abre paso en un valle que cuando llega la temporada explota salpicado de nísperos.
Quizás sea todo este encanto el que ha configurado la brújula del sevillano, que tras su visita ha quedado maravillado con la elección del restaurante que ha hecho: "Os aconsejo Venta Guadalest. Magnífico", compartía en su Instagram sobre este sitio donde "respirar el aire puro".
El periodista ha compartido una foto sentado en las mesas de la terraza que tienen a la entrada en las que ya poco queda aparte de dos copas de vino, blanco para Herrera, tinto para su acompañante. Lo que sí muestra la imagen es la cara de felicidad de una persona satisfecha con su comida.
Y esto si ha sido gracias a alguien es a Toni y a Sofi, dos enamorados de su tierra y del buen hacer, al frente de Venta de Guadalest, que han sabido transformar un legado familiar en un proyecto moderno, sostenible y profundamente emocional.
Toni y Sofi en la entrada principal de La Casona.
De posada familiar a referente en la zona
La historia de Venta Guadalest se remonta a varias generaciones. Lo que hoy es un restaurante con encanto, fue en su día la Venta de la tía Dolores, una de las casas más antiguas del municipio. Aquella posada rudimentaria dio cobijo a viajeros, animales y músicos y se convirtió poco a poco en el epicentro vital del pueblo.
Con el paso de los años, el bar de la familia se consolidó como punto de encuentro. Pero ha sido con la nueva etapa liderada por Toni y Sofi cuando ha vivido una auténtica revolución.
Desde 2005, cuando abrieron también su alojamiento rural bajo el nombre de “La Casona”, inspirado en los pequeños hoteles del norte de España, hasta el reciente relanzamiento del restaurante familiar, todo ha sido un ejercicio de coherencia, respeto por las raíces y evolución constante.
Qué se come en Venta Guadalest
En la cocina de Venta Guadalest se respira el campo. Las verduras, las carnes, los quesos y los vinos tienen nombres y apellidos. El menú (cuentan con dos) cambia con las estaciones y se adapta tanto al visitante curioso como al comensal de la zona.
Platos sencillos pero profundamente cuidados, donde las tapas de toda la vida, como la olleta, el mintxo, los figatells o la coca a la llumà, conviven con reinterpretaciones frescas y actuales. Todo elaborado íntegramente en su cocina, sin atajos ni concesiones.
La honestidad, en este caso, tiene forma de croqueta cremosa, de arroz meloso con conejo de corral, de pan recién hecho que llega aún humeante a la mesa y que hará falta para la tabla de quesos artesanos que preparan.
Carlos Herrera en la Venta Guadalest.
Más allá de la cocina, lo que hace especial a este lugar es la atmósfera. Sentarse en su terraza es un privilegio: el valle se extiende en una panorámica que reconcilia con el mundo.