Karlos Arguiñano (Captura).

Karlos Arguiñano (Captura). Cocina Abierta

Actualidad gastronómica

"He recibido muchas ofertas": el chef Karlos Arguiñano, tajante sobre por qué no ha dejado Antena 3 en más de una década

Karlos Arguiñano habla sobre su trayectoria en televisión y explica por qué, a pesar de las tentaciones, no tiene intención de cambiar de cadena.

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Karlos Arguiñano es uno de esos personajes que han trascendido su profesión para convertirse en parte del imaginario popular. A sus 76 años, el chef vasco sigue al pie del cañón, cocinando cada mañana en televisión con su característico humor, su energía inagotable y esa complicidad con la audiencia que no ha perdido ni con el paso del tiempo ni con el cambio de cadena.

En una entrevista reciente con la revista Lecturas, el cocinero ha hablado sin tapujos sobre su trayectoria, su familia numerosa, la televisión y su futuro profesional. Un testimonio lleno de cercanía, donde queda claro que Arguiñano no es de los que piensan en retirarse… al menos por ahora.

12 años en Antena 3... y sin ganas de moverse

"En mi larga trayectoria he tenido la suerte de recibir muchas ofertas y he podido trabajar en muchas cadenas", explica a Lecturas. No lo dice con orgullo, sino con la serenidad de quien ha vivido mucho y tiene claro lo que quiere.

Después de pasar por distintas televisiones, desde TVE hasta Telecinco y la ETB, lleva ya más de una década en Antena 3. "Estoy bien y tengo ilusión", resume. Una frase que encierra toda su filosofía: mientras se sienta útil y feliz, no hay razón para cambiar de rumbo.

Y esa ilusión, dice, no es mérito propio. Es el público el que se la devuelve cada día. "La ilusión la mantengo gracias al cariño de la gente, saber que siguen mis recetas diariamente. Me lo agradecen un montón", confiesa.

La gran familia Arguiñano

Pero si algo desborda más que su agenda profesional, es su agenda familiar. Karlos Arguiñano tiene siete hijos y trece nietos. Todos ellos viven cerca, en Zarautz. Y eso, para él, es motivo de felicidad absoluta: "¡Tengo mucha suerte!".

Los domingos en su casa son cualquier cosa menos tranquilos. "Cualquier domingo nos solemos juntar unos veinte", dice entre risas. No se trata solo de una comida familiar, sino de todo un evento semanal que mezcla generaciones, ruido, juegos y mucha comida.

Para él, cocinar en esas ocasiones no es una carga. Al contrario. "Siempre me ha gustado cocinar en equipo", reconoce. Y aunque hay mucho caos, también hay mucho amor. Esos encuentros son el centro de su vida, más allá de los focos y los fogones del plató.

Los platos que nunca faltan

Cuando le preguntan qué no puede faltar en su mesa en las fechas especiales, lo tiene claro. "Un buen polvorón, una buena sopa, unas croquetas, un poquito de marisco y capón asado", enumera. Productos sencillos, pero con historia y sabor.

Y, por supuesto, producto fresco. "Eso siempre ha sido y es una prioridad", insiste. Su cocina no se basa en fuegos artificiales, sino en la honestidad del producto bien tratado, el sabor tradicional y el valor de lo casero.

En su casa, además de comer, se canta. "Y ahora con tantos niños, más", comenta con humor. Porque en la familia Arguiñano todo se celebra con alegría. Incluso el jaleo forma parte del ritual.

Trabajar con Joseba, un orgullo

Una de las cosas que más feliz le hacen en esta etapa es compartir proyectos con su hijo Joseba Arguiñano, también cocinero y con carrera propia. "Le veo disfrutar igual que lo hacía yo a su edad", dice emocionado. "Está haciendo las cosas con mucho cariño y eso se nota".

Para Karlos, trabajar con Joseba no supone un conflicto, sino una bendición. "De momento, solo veo cosas positivas. Nos compenetramos muy bien". Comparten oficio, valores y una manera de entender la gastronomía muy pegada a la tierra.

Y aunque muchos pensarían que tras tantos años lo natural sería delegar, él sigue al frente. Le gusta estar, ver, tocar. Sentir que lo que hace sigue teniendo impacto.

"¿Jubilarme? Lo pienso… pero no quiero"

Arguiñano no es ajeno al paso del tiempo. "A mi edad, alguna vez lo he pensado, claro que sí", admite sobre la idea de jubilarse. Pero su decisión, de momento, es seguir.

"Me siento bien y me gusta lo que hago", repite. No necesita reinventarse cada año. Su fórmula funciona porque es real. La gente lo ve y lo siente cercano, igual que hace décadas. Ese vínculo con el espectador no lo da el guion, lo da la autenticidad.

Además, se siente cómodo con el boom de cocineros en televisión. No lo ve como una amenaza, sino como una buena noticia. "Me parece muy positivo que la cocina resulte un contenido interesante. Permite enseñar, entretener, concursar… tiene muchas posibilidades".

Humor, cocina y oficio

Si hay algo que define a Karlos Arguiñano es su sentido del humor. "Me río mucho con mis amigos, con mis hijos, en el trabajo", asegura. Tiene predilección por los chistes cortos, y su naturalidad ha sido siempre su mejor ingrediente.

Puede que algún día decida dar un paso atrás, pero hoy por hoy sigue cocinando con la misma energía que cuando empezó. Y lo hace rodeado de una familia que crece sin parar, un público fiel y una cocina en la que sigue siendo el jefe… aunque los nietos empiecen a mandar también un poco.

Porque si hay algo claro tras leer esta entrevista con Lecturas, es que Karlos Arguiñano no necesita grandes titulares para seguir brillando. Le basta con una buena receta, una mesa llena y muchas ganas de vivir.