Olivos de El Poaig de El Maestrat.

Olivos de El Poaig de El Maestrat. E. E.

Cocinillas

El histórico aceite que nace de olivos milenarios en Castellón y que arrasa en Japón: cuesta 263 euros el medio litro

Un bote de cerámica blanca, diseñado exclusivamente para este oro líquido, guarda el secreto mejor guardado de El Maestrat, la región que produce uno de los aceites más caros del mundo.

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Del aceite de El Poaig se ha dicho que es “bonito y misterioso”, que es “el más caro del mundo” y “el único que nace de unos olivos que tienen entre 1.000 y 2.800 años”. Se ha dicho que hasta ha conseguido salvar una especie de árboles que estaban extinguiéndose por no ser tan productivos como otros, pese a que llevan la historia de esta tierra marcada en su dura corteza.

Pero para Joaquim Solano, uno de los fundadores de esta empresa, es el oloroso recuerdo de su abuela Carmen y de esa finca de El Maestrat (Castellón) en la que corría cuando era pequeño entre olivos de gruesos troncos obligados a resistir al famoso viento si querían seguir anclados a la tierra.

“Esas tierras de mi abuela se vendieron y el proyecto nació precisamente de esa ausencia, porque un día Manuel, mi amigo de siempre y maestro de almazara, me contó que estaban vendiendo los olivos milenarios del pueblo al peso para llevarlos a Francia. Era un desastre para la zona y yo no lo pude resistir”.

Sabían que eran ejemplares grandes, que ocupan mucho espacio en el terreno y dan pocas olivas. Lo que en términos exclusivamente liberales se llamaría poco productivo. Pero también tenían claro que cada gota extraída del fruto de una raíz que ha sobrevivido durante más de mil años tenía que apreciarse más (y ser mucho más caro, siguiendo con ese lenguaje) que algo hecho de forma rápida y estresada.

Lo que salía de esos olivos de variedad farga milenaria, una de las más antiguas del mundo, sí era oro y tenían que buscar a los compradores que estuvieran dispuestos a darle ese valor. “Era el año 2008 y todos me decían que me desengañara. Que quería vender aceite a precio de champán y que eso era imposible. Pero yo les decía que ese aceite era champán”, aclara Solano.

MIL de El Poaig, el aceite de olivos milenarios.

MIL de El Poaig, el aceite de olivos milenarios. E. E.

Durante un año, esta pareja de amigos emprendió la tarea de convencer a sus vecinos dueños de estos olivos milenarios de que no los vendieran, de que se los cedieran a ellos para hacer uno de los aceites más caros del mundo.

“No fue fácil”, reconoce, pero consiguieron reunir decenas de estos supervivientes históricos y cuando tuvieron algo de producción, Joaquim cogió unas botellas, una corbata y se fue a Japón donde estaba seguro de que entenderían el valor de MIL, el aceite milenario.

“En tres días tenía distribuidores que lo querían porque apreciaban lo que significaba", asegura el creador de estas gotas de historia que han convertido a la región de Castellón en el lugar con más olivos milenarios del mundo.

Ahora el Poaig es más que MIL, el producto que sale exclusivamente de estos troncos milenarios certificados uno a uno en su traza vital. Esta empresa cuenta también con otras botellas cuyo líquido nace de El Maestrat pero de olivos ecológicos y más jóvenes con variedades autóctonas. Se trata de El Verd y Carmen, un homenaje a la mujer que inspira todo el proyecto.

Poner precio al arte y a la historia es muy difícil y más que, como con cualquier milagro que depende de la naturaleza, la producción de MIL varía cada año. Pero Joaquim sabe que la supervivencia de este ecosistema nace de saber vender bien lo que es El Poaig.

“Este año tenemos 223 botellas que ya están todas vendidas”. Cada medio litro de esta historia milenaria cuesta 263 euros y muchos de los que lo degustan año a año han acabado apadrinando su propio ejemplar para asegurarse un sorbito del alma de El Maestrat. “Es la única forma de salvar a los árboles”, insisten.

El ritual de El Poaig

Joaquim y Manuel tenían claro que si tenían champán en su almazara tenían que embotellarlo a la altura de su valor. De hecho, la recomendación para los aceites de la variedad farga milenaria es conservarse en un recipiente opaco donde la luz no dañe el tesoro que custodian.

Por eso, buscaron un diseño especial, como sus olivos. Que naciera del alma de la tierra y que cuadrara con la esencia de lo que vendían. No podía ser una botella sin más, sin historia. “Al principio pensamos que nos íbamos a tener que ir muy lejos para conseguirla, pero dimos con CuldeSac, aquí mismo, que tenían la misma filosofía que nosotros, y así nació la Oliera”.

Se trata de un recipiente diseñado por la artista Yanet Molina, hecho a mano, de porcelana blanca, que es la mejor forma de conservar este aceite. La forma en la que se crea respeta el saber ancestral de los artesanos de la cerámica de Manises a fuego lento, uno a uno, sin prisa.

Este concepto fue entendido perfectamente en Japón donde las similitudes con el ritual del té eran filosóficas y esenciales. También es un producto milenario, nacido de la tierra, de la cultura de una sociedad antiquísima que necesita de una ceremonia especial para apreciarlo en toda su inmensidad. Y una Oliera, de porcelana blanca, es el lugar perfecto donde guardar el tesoro.