Nube de ceniza y lava que salen del volcán de Cumbre Vieja.

Nube de ceniza y lava que salen del volcán de Cumbre Vieja. Kike Rincón EP

Medio ambiente

"No ha habido un volcán igual en el último siglo": los 60 días sin tregua de la erupción de La Palma

El 'mostruo de lava' de la isla canaria ha emitido ya tanto dióxido de azufre como los 28 países de la Unión Europea en todo 2019.

19 noviembre, 2021 06:02

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El penacho volcánico, esa columna de humo negro que nace en el cono del volcán de La Palma, esconde algo que no está a la vista, pero que sorprende a los científicos desde que comenzó la erupción. Entre todo el material magmático, la cantidad de gases que ha emitido el Cumbre Vieja alcanza las más de 30.000 toneladas diarias. Como apunta Jesús Ibáñez, sismólogo del Instituto Andaluz de Geofísica, se trata de una erupción extraordinaria en el siglo XXI: "No ha habido un volcán parecido en los últimos 20 años".

Concretamente eran las 14:10 horas del 19 de septiembre cuando el volcán de La Palma entró en erupción. Al estruendo le siguió una columna negra por la que no se expulsaba magma, únicamente cenizas acompañadas de unos gases tóxicos propios de las erupciones volcánicas. Era la antesala de las mil caras que después ha demostrado tener el Cumbre Vieja en estos dos meses de erupción ininterrumpida.

Si hay un parámetro al que los científicos desplegados en la zona han prestado especial atención es a la tasa de emisión de los gases. Y no sólo por las consecuencias a nivel de salud que pueden tener sobre la población cercana a la erupción, sino porque estos parámetros pueden dar pistas sobre el estado de la erupción.

Aunque la columna eruptiva contiene hasta 2.500 toneladas diarias de dióxido de carbono (CO2), el que más preocupa es el dióxido de azufre (SO2). A pesar de su toxicidad, este gas permite conocer algunos datos sobre la evolución de la erupción y cuánto magma contiene el volcán. El Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) estima su emisión en valores subestimados de entre 16.000 y 32.000 toneladas diarias en la última semana.

Como asegura Ibáñez, lo que está emitiendo este volcán entre gases y ceniza "es realmente un volumen grande y significativo" y su mayor o menor presencia "tiene que ver con la composición del magma". Conforme al cálculo realizado por Involcan y la Universidad de Manchester, el volcán de La Palma habría emitido en 59 días tanto dióxido de azufre como los 28 países de la Unión Europea en todo 2019.

Un material que, tras dos meses de erupción, ha arrasado hasta ahora un total de 1.037 hectáreas, con un ancho entre coladas que ocupa los 3.200 metros. Según las estimaciones del satélite Copernicus, por el momento hay un total de 2.734 construcciones afectadas y, gran parte (unas 2.623), destruidas. No obstante, de acuerdo a las últimas informaciones del Pevolca, la actividad de las coladas ha bajado. De hecho, la superficie afectada en las últimas horas apenas ha aumentado en 2,84 hectáreas.

Itahiza Domínguez, sismólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN) recuerda, sin embargo, que si algo ha demostrado este volcán desde que comenzó la erupción es que "funciona a pulsos" y "nunca tiene una actividad homogénea". Desde un inicio, el Cumbre Vieja ha demostrado tener fases de mayor explosividad, otras de mayor efusividad e, incluso, como ocurrió a finales del mes de septiembre, algún parón que muchos llegaron a interpretar como el posible final de la erupción.

Sin embargo, el volcán sigue a pleno rendimiento. La energía liberada durante el proceso eruptivo alcanza los 286,2 teravatios-hora (TWh), lo que los científicos de Involcan equiparan con una cantidad equivalente a 35,9 y 1.158,7 veces la demanda eléctrica de Canarias y La Palma, respectivamente, en el 2020.

A la energía, de hecho, va asociado otro parámetro, como es el de la sismicidad. Solo en la última noche, el Pevolca informaba de una media de 68 terremotos y varios de una intensidad de 4 y 5, es decir, unos niveles que percibidos por la población en las zonas de Fuencaliente y Mazo. 

Según Domínguez, "la sismicidad ha vuelto a crecer" en los últimos días, sobre todo la intermedia. El tremor volcánico, esa señal continua que emite un volcán en erupción, ha disminuido, lo que, de acuerdo al experto, puede deberse a un posible destaponamiento del cono. No obstante, de nuevo, subraya que esto como todo lo que tenga que ver con el proceso eruptivo puede cambiar en cualquier momento: "En pocas horas, podemos ver una variación importante". 

"El riesgo volcánico ha crecido"

Cumplidos dos meses desde el inicio de la erupción, Domínguez asegura que la actividad del volcán ha sido "más fuerte" de lo que esperaban. Los precedentes históricos de las erupciones recientes en Canarias hizo pensar a una gran parte de los científicos allí desplegados que este proceso desencadenado en La Palma no iba a ser muy diferente.

"Las erupciones en Canarias ocurren cada tantos años que al final se pierde memoria", cuenta Domínguez, que asegura que las más destructivas de las islas datan de hace siglos. Pone el ejemplo de la erupción del Timanfaya en Lanzarote (del año 1730), un proceso que duró seis años y arrasó con una tercera parte de la isla. "Ocurrió hace unos 300 años, que para la gente es algo muy lejano, pero puede volver a pasar", asegura. 

Con esta nueva erupción en La Palma, más destructiva de lo que pudo ser la del Teneguía, "el riesgo volcánico ha crecido en Canarias, porque la vulnerabilidad ha crecido, hay más habitantes y más infraestructuras", cuenta Domínguez. "Esto es lo que nos ha enseñado a los canarios".

En esto mismo coincide Ibáñez, que señala que como las erupciones recientes en Canarias no han afectado a la población, esto "ha hecho que se pierda memoria sobre lo que una erupción puede generar". Recuerda el caso del último proceso eruptivo vivido en el archipiélago, el de El Hierro. Apunta que de haber sucedido en la superficie y no en el mar, "habríamos hablado de una erupción mucho más enérgica". De hecho, cuenta que llegó a crecer centenares de metros bajo el mar y estuvo a punto de crear un islote. 

No obstante, todos los expertos consultados por este periódico coinciden en que, a pesar de los dos meses transcurridos desde el inicio de la erupción, aún "es pronto" para hacer valoraciones y mucho menos para plantear una posible fecha acerca del fin de la erupción. Mientras continúe la fase eruptiva, los científicos allí desplegados darán seguimiento a cada uno de los parámetros estudiados a fin, sobre todo, de evitar cualquier daño humano en la isla.