Los hermanos Carlos e Ignacio Echapresto, los dueños de Venta Moncalvillo, un restaurante con una estrella Michelin.

Los hermanos Carlos e Ignacio Echapresto, los dueños de Venta Moncalvillo, un restaurante con una estrella Michelin. Cedida

Reportajes

Los hermanos Echapresto tienen su estrella Michelin en un pueblo de 56 vecinos: su menú vale 110€

Daroca de Rioja se ha convertido en la localidad más pequeña del mundo en albergar un restaurante con estrella Michelin: Venta Moncalvillo.

3 junio, 2023 03:29

En lo profundo de la Sierra Moncalvillo, en el corazón de La Rioja, rodeado de huertas y naturaleza, se encuentra Daroca de Rioja, una pequeña localidad de tan sólo 56 habitantes que tiene el honor de ser el pueblo más pequeño del mundo en recibir una prestigiosa estrella Michelin. Un logro de los hermanos Carlos e Ignacio Echapresto, los dueños de Venta Moncalvillo, un restaurante que a pesar de no contar con lugares de interés turístico cercanos, atrae a personas de todas partes del mundo.

La historia de Venta Moncalvillo comienza en 1997, cuando Carlos tenía 21 años y su hermano Ignacio uno menos. Ambos provenientes de una familia de agricultores y ganaderos, tomaron la decisión de fundar una casa de comidas sencilla. Su objetivo principal era complementar su trabajo en el campo ofreciendo comidas durante los fines de semana a aquellos que acudían a trabajar en la zona rural. Sin antecedentes hosteleros y sin haber estudiado cocina, Carlos e Ignacio confiaron en el talento culinario heredado de su madre. “Ella cocinaba muy bien en casa, así que aprendimos todo lo que ella nos enseño”, cuenta Carlos en una entrevista con EL ESPAÑOL.

A medida que el pequeño restaurante ganaba popularidad, más y más comensales acudían a Venta Moncalvillo, atraídos por las excelentes referencias. En 2010, su esfuerzo y dedicación se vieron recompensados cuando se les otorgó la estrella Michelin, convirtiendo a Daroca de Rioja en el pueblo más pequeño del mundo en recibir este reconocimiento culinario. “La utilización de productos locales y de temporada, combinado con una elaboración tradicional, por encima de la técnica, fue la clave para obtener la estrella Michelin”, explica Carlos, demostrando así que no se necesita una alta formación en cocina para destacar en el mundo gastronómico.

Los hermanos Echapresto cuentan con una huerta que rodea el restaurante, de la que obtienen los ingredientes que cocinan.

Los hermanos Echapresto cuentan con una huerta que rodea el restaurante, de la que obtienen los ingredientes que cocinan. Cedida

"Cuando te dan una estrella Michelín tienes más presión, ya que también nos colocó en el ojo de la crítica. Antes, los clientes que venían aquí a comer eran gente del pueblo o alrededores. Les decían que había dos chavales que hacían muy buenas comidas. Así nos recomendaban", recuerda Carlos. Ahora, sin embargo, los clientes que llegan desde todas partes del mundo “son más exigentes, y más expertos en gastronomía, que te comparan con otros restaurantes Michelin", asevera.

Pero si por algo Venta Moncalvillo se diferencia del resto es por su cocina basada en los productos que la tierra provee cada temporada. Los hermanos Echapresto cuentan con una extensa huerta que rodea el restaurante, de la cual obtienen los ingredientes que luego cocinan en sus platos. Además, un hortelano especializado se encarga de cuidar la huerta, asegurando que los alimentos sean frescos. Calabacines, borrajas, tomates o alcachofas son algunas de las hortalizas que protagonizan la carta.

De esta forma, la filosofía de Venta Moncalvillo se basa en el respeto al entorno y al planeta, lo cual les valió la distinción de la estrella Michelin Verde el año pasado (que se suma a la estrella Michelin y a dos soles Repsol, la otra guía de referencia de la gastronomía). "Nos hicieron una auditoría sobre eficiencia energética y responsabilidad con el medioambiente y nos dieron la estrella Michelin Verde. Y la verdad es que somos un restaurante responsable con el entorno, pero porque es lo que hemos vivido desde niños”, afirma Carlos.

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La oferta culinaria de Venta Moncalvillo se estructura en tres menús degustación de temporada, cada uno de ellos basado en una parte específica de la planta: Raíces, Hojas-Flores y Frutos. El menú Raíces rinde homenaje a la tradición y está pensado para conocer el origen de la tierra, las raíces (cuesta alrededor de 120 euros). Mientras que Hojas-Flores ofrece una experiencia exclusivamente vegetal para satisfacer la creciente demanda de opciones vegetarianas (es el menú más económico y tiene un precio de 110 euros aproximadamente).

Además, Venta Moncalvillo incorpora carnes de vacuno de alta calidad en su menú, satisfaciendo así a comensales con distintas preferencias alimentarias. El menú Frutos, por último, representa una versión contemporánea de la cocina, presentando platos innovadores y vanguardistas (tiene un precio aproximado de 140 euros). Cabe destacar que dentro de la carta no ofrecen menús degustación. “Aquí la gente viene a comer, no a probar platos", comenta el dueño.

Generar riqueza local

Los hermanos Echapresto, a través de su exitoso negocio gastronómico, están contribuyendo a incrementar el turismo, a generar riqueza en la zona y a combatir la idea de "España vaciada". Un término con el que Carlos no está de acuerdo. "No está vaciada, aquí pasan muchas cosas, lo que está vaciada es de estrés. Jamás dejaría de vivir aquí", afirma.

Los hermanos Echapresto están contribuyendo a incrementar el turismo y a generar riqueza en la zona.

Los hermanos Echapresto están contribuyendo a incrementar el turismo y a generar riqueza en la zona. Cedida

Y es que, lo que comenzó como una pequeña casa de comidas con sólo cuatro empleados ha crecido hasta convertirse en un negocio que, actualmente, da empleo a 28 personas, en su mayoría jóvenes dedicados a la gastronomía que provienen de diferentes partes de España atraídos por la excelencia gastronómica de Venta Moncalvillo.

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Asimismo, Carlos asegura que cada semana llegan comensales de lugares como San Francisco, Chicago o Bangladés. A día de hoy, su público es una mezcla equitativa de comensales nacionales e internacionales. "Los clientes que vienen de fuera son personas que normalmente han recorrido los mejores restaurantes del mundo; han probado el mejor caviar, el mejor jamón y la mejor cigala. Entonces, tenemos que ser muy exigentes con nosotros mismos. Y lo que mejor podemos ofrecerles es lo que mejor sabemos, que es darles los mejores productos de la tierra".

Gastronomía y buen vino

Carlos Echapresto, además de ser dueño de este aclamado restaurante, es propietario de una bodega en la que alberga más de 1.800 referencias de vinos de todas partes del mundo y por la cual ha sido galardonado con el Premio Nacional de Gastronomía al Mejor Sumiller en 2016, junto con otros seis premios a lo largo de su carrera, entregados por las organizaciones vinícolas más prestigiosas del país. Además, la bodega fue reconocida en 2014 y 2015 con el Best of Award of Excellence otorgado por Wine Spectator.

La Rioja, la región donde se encuentra Venta Moncalvillo, es conocida por sus vinos de calidad. Así que a Carlos siempre le ha interesado el vino ya que creía que era “una muy buena forma de conjugarlo con la gastronomía", explica. "Tenemos muchos vinos, tanto nacionales como internacionales, de todo tipo de añadas. Y eso se ha convertido en otro motivo de atracción del restaurante. Tenemos un público que viene a comer, otro que viene a beber, y otro que viene a comer y a beber", comenta.

La huerta que rodea Venta Moncalvillo, el restaurante que ya tiene una estrella Michelin.

La huerta que rodea Venta Moncalvillo, el restaurante que ya tiene una estrella Michelin. Cedida

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En definitiva, Venta Moncalvillo busca ofrecer placer y disfrute a todos aquellos que visitan su restaurante, invitándolos a disfrutar del entorno maravilloso que ofrece la Sierra Moncalvillo, un destino gastronómico único en el corazón de La Rioja, donde la combinación de excelentes productos de la tierra, una bodega excepcional y la hospitalidad de sus propietarios cautivan a comensales de todo el mundo. "Como buenos riojanos que somos, nuestro mayor afán es el de ser buenos anfitriones", concluye Carlos.