Isabel Celaá, en un acto con Escuelas Católicas.

Isabel Celaá, en un acto con Escuelas Católicas.

Reportajes

La ‘jesuita’ Isabel Celaá, de degradar Religión a embajadora en el Vaticano: no tendrá que ir a misa

La ex ministra de Educación llegará a la ciudad de la Santa Sede en los próximos días con varios retos bajo el brazo.

11 diciembre, 2021 06:53

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En los próximos días, el Gobierno de Pedro Sánchez espera poder llevar a la capital mundial del catolicismo a la mujer que trabajó arduamente para devaluar la asignatura de Religión en las escuelas.

Isabel Celaá (Bilbao, 1949), ex ministra de Educación, ha sido la elegida para sustituir a Carmen de la Peña como representante diplomática ante el Vaticano. La noticia ha cogido con “sorpresa” en la Conferencia Episcopal Española, que no esperaba que se anunciase antes de que la Santa Sede confirmase el plácet enviado, según confirman a EL ESPAÑOL.

La decisión, de entrada, llama la atención. Como ministra, Celaá peleó contra tótems de la Iglesia en el mundo escolar. Además de hacer que Religión no puntuase para pasar de curso en su reforma de educación (que al final se conoce con su propio apellido).

Celaá salió del Ejecutivo el pasado verano, durante la profunda remodelación que realizó Pedro Sánchez. Ella, que había trabajado hasta la saciedad por sacar adelante un nuevo texto educativo, que fue la voz del Gobierno tras los Consejos de Ministros tras la moción de censura, se veía en la calle. Al igual que otras personas fuertes del entorno del presidente, como José Luis Ábalos o Iván Redondo, Celaá se vio fuera de su ministerio de la noche a la mañana.

A pesar de lo que se pueda pensar por su lucha por los pupitres, la ex ministra y futura diplomática (no hay motivos para que el Vaticano rechace el requerimiento español) es una persona de profundas convicciones religiosas. De hecho, los obispos vieron con buenos ojos, en un primer momento, su nombramiento al frente del futuro de los alumnos españoles.

Siempre con los Jesuitas

Católica practicante según se ha publicado, Isabel Celaá creció en una familia religiosa. Desde pequeña acudió a centros privados y católicos. En la década de los 50 y 60, como ya publicó este periódico, empezó su formación en las aulas del Colegio Sagrado Corazón de Bilbao, el que entonces había en el barrio de Neguri. La próxima embajadora ante el Papa consiguió becas para estudiar en ese centro, ya que su familia no era especialmente pudiente.

Aquel centro, privado y religioso, era también segregado, como esos con a los que ha perseguido con su ley en el Congreso con los votos de los partidos de la coalición que gobierna y Más País, Compromís, Nueva Canaria, ERC y el PNV. Allí, Celaá pudo estudiar materias consideradas “para mujeres” en aquella época, como cocinar o coser.

La exministra de Educación Isabel Celaá.

La exministra de Educación Isabel Celaá.

La relación de la bilbaína con los Jesuitas no se acabó con la enseñanza escolar. Cuando se decantó por estudiar Filosofía y Letras, eligió la Universidad de Deusto, regida por la misma orden religiosa. La universidad es conocida por parir a los grandes líderes de la élite vasca. Una especie de LinkedIn vip vasco.

Celaá nunca terminó de desligarse de la Compañía de Jesús y a sus dos hijas, Bárbara y Patricia, las matriculó en otro elitista y católico (y caro) centro regido por la moral de estos religiosos: Las Irlandesas, en Leioa, a unos kilómetros de Bilbao. Esta comunidad religiosa fue fundada en 1609 por la católica británica Mary Ward, que contaba con influencia de los jesuitas, como ya publicó este periódico.

Bárbara siguió los pasos de su madre Isabel y estudió Derecho Económico también en la Universidad de Deusto. Patricia, por su parte, fue a estudiar a la Universidad del País Vasco, se licenció en Farmacia y se hizo doctora en 2003.

Con esta presencia de los Jesuitas en la vida de Isabel Celaá no sería de extrañar que acudiese a la Parroquia de San Ignacio de Loyola, fundador de la orden, en Bilbao, aunque no pertenezca a la congregación. Este edificio clerical, situado en el barrio de Getxo, le queda muy cerca a la ex ministra. Ella, junto con su marido José Ignacio Aspichueta, vive en un auténtico palacete reformado de principios del siglo XX.

Pero en los próximos días, cambiará las calles de Bilbao por unas más solemnes y más silenciosas. Lo que mantendrá será el caminar por salones y pasillos palaciegos, pero en vez de ser los de su vivienda habitual serán otros más eclesiásticos.

“Es una mujer reservada, tímida. Recelosa de su intimidad”, explica una persona que la ha podido conocer, aunque sin llegar a las distancias cortas, de las que Celaá es muy recelosa de compartir con los demás.

Quienes saben de sus intenciones políticas destacan su ambición. Esa cualidad encaja con su recorrido político: diputada vasca, vicepresidenta del Parlamento Vasco, consejera de Educación en su comunidad, diputada nacional, portavoz del Gobierno y ministra. Y ahora embajadora.

“Puede llegar a donde se proponga, además es muy culta y sabe idiomas”, explican las mismas fuentes. La ex ministra es muy recelosa de su intimidad, y todas las fuentes consultadas han preferido no dar pistas sobre su vida privada.

Vida en el Vaticano

La vida de Celaá en el Vaticano no distará mucho de sus homólogos repartidos por el resto del mundo. Cuando llegue a su nuevo domicilio tratará principalmente con el ministro de Asuntos Exteriores, Monseñor Paul Richard Gallagher.

“Su trabajo será como el de cualquier otra embajadora. Las funciones de representación que ejerce el embajador en sus relaciones sociales se llevan a cabo en función de los mandatos del gobierno de España y los intereses, tanto sociales, económicos, culturales u otros, que existan en las relaciones bilaterales” de ambos países, explica a EL ESPAÑOL el presidente del Grupo Escuela Internacional de Protocolo, Gerardo Correas.

Embajada española en el Vaticano.

Embajada española en el Vaticano.

Expertos en protocolo eclesiástico sí apuntan que deberá ser extremadamente cuidadosa y atenta con la puntualidad, algo que se toman muy en serio dentro de los muros vaticanos. “Su vestimenta vendrá marcada por el tipo de acto, la solemnidad del mismo y el grado de oficialidad”, explica Correas, a lo que añade que otros puntos de su apariencia, como el peinado por ejemplo, corren a cargo de “su propia personalidad”.

Celaá, aunque sea católica practicante, no tendrá la obligación de acudir a misa, sólo en el caso de que voluntariamente quiera. Más allá de todo esto, la vida es de los más “normal” en el Vaticano, a excepción de las medidas sanitarias obligatorias por la pandemia de la Covid-19.

Los retos de Celaá

Aunque la flamante embajadora vaya a sentirse cómoda entre las bambalinas eclesiásticas, no podrá obviar alguno de los frentes que el Gobierno, y en concreto su partido, el PSOE, tiene abiertos con la Santa Sede.

Además de la citada Ley Celaá, ya aprobada y fuera de las manos de la socialista, una histórica reivindicación del PSOE es la revisión de los acuerdos con la Santa Sede. Aunque cuando gobiernan se olvidan de esta promesa, en sus Congresos siempre la recuerdan.

Y la última vez fue hace unos meses, en la celebración de la cuadragésima edición del mismo. Allí se volvió a hablar de la “denuncia” (es el término correcto en estos casos) para acabar con estos acuerdos, aunque se indicaba que se haría con “diálogo” y con el “consenso” de la Iglesia. 

“Alcanzaremos unos nuevos acuerdos con el Vaticano propios de nuestro tiempo, en el marco de los valores y principios de la democracia constitucional y desde el respeto mutuo y adecuada distinción entre el Estado y la Iglesia, beneficiosa para ambos", rezaba la propuesta.

Estos acuerdos, que son cuatro, se suscribieron entre España y la Santa Sede en 1979, pero dieron continuidad a lo establecido en el Concordato de 1953 entre el régimen franquista y la Santa Sede. 

La intención del Gobierno es redactar una nueva ley, de la que estará al cargo Félix Bolaños, es establecer la autofinanciación de la Iglesia, la secularización de las ceremonias y signos y la neutralidad de todas las instituciones, servicios y servidores públicos respecto a las convicciones ideológicas y religiosas de los ciudadanos

El PSOE no llevaba esta denuncia en su programa electoral de abril de 2019, los comicios que llevaron a Pedro Sánchez a la Moncloa, pero seguro que su apuesta de hacerlo ahora de la mano de los encargados de la fe católica es algo que Isabel Celaá agradecerá para sentirse más cómoda en su nueva casa.