Un grupo de independentistas celebran en la plaza de Sant Jaume la proclamación de la república catalana.

Un grupo de independentistas celebran en la plaza de Sant Jaume la proclamación de la república catalana. Reuters

España Desafío Independentista

Puigdemont se hace fuerte en el Palau rodeado por miles de independentistas

  • Una multitud da por hecha la ruptura y se concentra en la Plaza Sant Jaume ajena a las medidas de Rajoy.
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28 octubre, 2017 03:09
Alejandro Requeijo Daniel Montero

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A la misma hora en la que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, anunciaba el cese del recién nacido Gobierno de la república catalana, miles de incondicionales independentistas tomaban la plaza de Sant Jaume frente a la sede de la Generalitat. En su Interior se hacía fuerte el presidente de Cataluña, Carles Puigdemont, y todo y su Ejecutivo. Abajo, la multitud pedía insistentemente que saliera al balcón a proclamar simbólicamente la secesión, algo que no sucedió. Mientras, desde Madrid, se comunicaba la convocatoria de elecciones y la "extinción" de parte de la Administración catalana.

Hacía ya varias horas que los soberanistas habían tomado las calles del centro de Barcelona. Desde primera hora de la tarde del viernes se dieron un baño de masas para celebrar su día de la victoria. La proclamación de la república catalana en el Parlament dio paso a que una parte de la ciudad se echase a la calle. La puesta en escena era festiva y en todo momento parecía ajena a que el triunfo podría tener una pronta fecha de caducidad en cuanto el Gobierno empezase a aplicar el artículo 155 de la Constitución, que permite intervenir la autonomía.

A las 18 horas, la Plaza de Sant Jaume -con un aforo de 5.000 personas, según fuentes policiales- se asemejaba a la Puerta del Sol de Madrid en Nochevieja. Abarrotada de gente, todas las calles aledañas se colapsaron de personas que dificultaban hasta el extremo el acceso a la simbólica plaza desde donde Lluis Companys ya declaró la independencia o Josep Tarradellas se dirigió a los ciudadanos de Cataluña para comunicarles su regreso del exilio. Ahora, en pleno siglo XXI, el mismo escenario albergaba un palco donde actuaron varias bandas de música y nadie se movió cuando los medios de comunicación comenzaron a difundir que Rajoy daba por destituido al president Puigdemont.

El Estado respondía y la gente seguía en la calle

La respuesta del Estado contra los secesionistas echaba a andar, pero nadie en Barcelona parecía querer acabar la concentración. Había calles cortadas, gente comprando cervezas a un euro en plena calle, y esteladas de todos los tamaños, con el triángulo azul o la clásica con la estrella roja. No obstante, a unas calles de distancia, la ciudad seguía el ritmo habitual de un viernes. La Guardia Urbana cifró en 17.000 las personas concentradas en el momento más álgido. "Salen muchas más personas cuando el Barça gana la Liga", confesó a este periódico una fuente policial.

Una mujer de mediana edad entró en una tienda a comprarle una bandera independentista a su hija. “¿Aún no la tiene, señora?”, le preguntó otro cliente. “No, pero de aquí ya podrían retirar algunas que ya no valen”, replicó ella mientras miraba una bandera de España y otra de la Unión Europea. “¿La de Europa tampoco?”, le insistieron. “No, ¿no nos reconocen, no? Pues nada”, zanjó la mujer. Pagó la bandera en euros.

“No queremos ser una región de España, no queremos ser un país ocupado, queremos la independencia, queremos los Països Catalans”, gritaban las riadas de gente en dirección a la Plaza Sant Jaume. Nadie salía al balcón, pero tampoco parecía importarle demasiado a ninguno de los que estaban allí cantando proclamas como “¡Fora, fora, fora la bandera española!”. Los medios seguían anunciando las medidas que salían del Consejo de Ministros como el cese de la cúpula de los Mossos d'Esquadra, pero la respuesta era otra canción más en Sant Jaume, otra cerveza en la aledaña Carrer de la Libretería y más consignas: “No estamos todos, faltan los Jordis”.

A Sant Jaume en tractor

Un grupo de optimistas payeses taponaba el Paseo de Compayns con sus tractores de la marca americana John Deere engalanados con esteladas: “Vamos a la Plaza Sant Jaume, si nos dejan entrar. Esperamos que salga alguien al balcón”, decía uno de estos agricultores entregados como colectivo al independentismo. Pero a esas horas ya era casi imposible acceder a pie. La aglomeración daba lugar a conatos aislados de enfrentamientos dentro del carácter general festivo. “No estoy empujando, me empujan a mi”, se disculpó un joven antes de que otro le reprendiese por hablar en español: “Aquí se habla catalán”.

A esas horas la presencia de fuerzas de seguridad era testimonial. Los pocos Mossos d’Esquadra desplegados por el centro se afanaban en facilitar el paso a los más mayores o a los alcaldes, convertidos en estrellas invitadas de la jornada. Desde primera hora se pudo ver por la ciudad condal a ediles nacionalistas paseando con su bastón de mando. Su mera presencia generaba aplausos entre la gente, que les abría un pasillo para permitirles avanzar. “¡No estáis solos!”, les gritaban. El hueco abierto para ellos era aprovechado por los más pícaros para adelantar posiciones.

Acostumbrados a los continuos giros de guión de las últimas semanas, la mañana había sido un despliegue de pinganillos y radios. Se habilitó una potente megafonía y pantallas gigantes para seguir -a través de la señal de TV3 y Catalunya Radio- lo que sucedía en el interior del Parlament. La proclamación de la república fue replicada en la calle con un grito de júbilo, abrazos y también lágrimas por una multitud de no más de varios miles de personas. A medida que avanzaba el día, la gente dejó de prestar atención a los medios de comunicación para dar rienda suelta a su día de la victoria.

En torno a las 23 horas, los organizadores del acto central en la Plaza de Sant Jaume dieron por concluida la concentración y la gente fue abandonando el lugar. De noche cerrada en Barcelona, la bandera de España seguía ondeando junto a la catalana -la senyera oficial- en lo alto del Palau de la Generalitat.