Miquel Iceta, Yolanda Díaz y José Luis Escrivá en una mesa sobre el Estatuto del Artista. Foto: Alberto Ortega (Europa Press)

Miquel Iceta, Yolanda Díaz y José Luis Escrivá en una mesa sobre el Estatuto del Artista. Foto: Alberto Ortega (Europa Press)

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Precariedad y Estatuto del Artista: ¿son suficientes las nuevas medidas?

La posición económica de la mayoría de creadores y artistas está marcada por sus discontinuas cotizaciones. ¿Solucionan las nuevas medidas su situación o se precisa una normativa más amplia?

Manuel Rico Borja Cobeaga
30 enero, 2023 01:14

Manuel Rico

Novelista y poeta. Presidente de la Asociación Colegial de Escritores

Un paso decisivo

El año 2023 se ha iniciado con buenas noticias para los escritores y traductores y, en general, para el colectivo de artistas de nuestro país. Con la aprobación del Real Decreto 1/2023 se ha empezado a concretar el Estatuto del Artista en aspectos esenciales y a cerrar un ciclo que se abrió en el otoño de 2015, cuando varios autores jubilados de distintas disciplinas se encontraron con multas, embargos y requerimientos de devolución a la Seguridad Social de varios años de pensión, y con la suspensión de la misma en tanto no quedara saldada la deuda.

Autores conocidos con más de setenta años (alguno nonagenario), con largos períodos de cotización, se encontraron con que, en plena madurez creativa, dejaban de percibir su pensión y afrontaban una deuda que oscilaba entre los 70.000 y los 150.000 euros. Todos recordamos los nombres de los creadores sancionados más conocidos.

El clima de miedo y desconcierto que se generó entre los autores jubilados llegó hasta los servicios jurídicos de las asociaciones. Una situación sin precedentes a la que las organizaciones profesionales respondieron dando lugar a la plataforma “Seguir creando”, con el objetivo de defender a los afectados y equiparar nuestros derechos a la realidad europea.

Es preciso engrasar el aparato de la Seguridad Social para que su aplicación sea rápida y sencilla. La precariedad en el trabajo cultural no se acabará del todo, pero los derechos han aumentado

A esas demandas se añadieron otras muchas derivadas de la especificidad del trabajo (intermitencia, temporalidad, falta de protección social, altas cotizaciones y bajos ingresos), que confluyeron en la exigencia de elaborar el Estatuto del Artista comprometiendo al parlamento y al gobierno, con el respaldo de todas las fuerzas políticas sin excepción, con esa exigencia. A partir del 1 de abril, fecha en la que entrará en vigor el Real Decreto, no habrá autores jubilados penalizados puesto que podrán seguir creando de modo remunerado tras la jubilación, incluidos los pensionistas de clases pasivas, los que perciben pensiones no contributivas y los que lo hacen con el llamado “complemento a mínimos”.

Por derechos de autor y por actividades conexas. Eso supondrá una cotización de solidaridad cuando los ingresos superen el SMI anual. Los artistas en régimen de autónomos podrán acceder a la prestación por desempleo con períodos de cotización acordes con el carácter intermitente de su trabajo, y se reducirán las cuotas a la Seguridad Social en los casos de ingresos mínimos, así como el porcentaje de las retenciones por IRPF.

Con toda la importancia que tienen estas medidas, lo fundamental es el reconocimiento del trabajo cultural como una aportación decisiva al patrimonio del país y la dignificación de sus profesionales. Se ha dado un gran paso. Las medidas se tienen que someter a la prueba de la práctica y quedan pendientes algunas demandas: las entidades seguirán trabajando en ellas.

En todo caso, es preciso engrasar el aparato de la Seguridad Social para que su aplicación sea rápida y sencilla. La precariedad en el trabajo cultural no se acabará del todo (en ningún sector ocurre), pero los derechos han aumentado. De ello debemos felicitarnos. Para seguir creando. Y reivindicando: comenzando por resolver la situación de quienes fueron sancionados en su día.

Borja Cobeaga

Cineasta. Expresidente de DAMA

Facturar y llorar

“Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”. La primera referencia que leí sobre la canción de Shakira y Bizarrap fue en Twitter. No la había escuchado aún, así que esa mañana solo aparecían en mi timeline citas descontextualizadas de esta frase. Sigo a mucho y mucha guionista, que en su inmensa mayoría se encuentran en régimen de autónomos, por lo que el grueso de los mensajes proclamaban que facturar y llorar venía a ser lo mismo, que nadie derrocha más lágrimas que un trabajador por cuenta propia. A veces llorar también sirve para algo. No sólo para lamentarte con tus colegas freelance. Porque te quejas de tu situación y quien legisla se solidariza contigo. Lo de “llorar y mamar”.

Tras muchas vueltas y bastante espera ha salido adelante el Estatuto del Artista prometido por la clase política desde hace años. Los expertos lo señalan como una gran base sobre la que avanzar en el entendimiento. Lo del entendimiento es importante porque sé de buena tinta que el grueso del proceso ha consistido en explicar que el trabajo de un guionista, actriz o director es intermitente, que puede estar varios años trabajando en un proyecto sin recibir ingresos y cobrarlo todo al final. O que lo habitual es que ruede o actúe dos veces en un mes.

Varios ministerios de asuntos económicos tenían que comprender en qué consiste la vida laboral de un trabajador o trabajadora de la cultura. Algo que muchas veces ni nosotros somos capaces de asimilar. Lo que sí es de una lógica aplastante es la reivindicación conseguida tras muchos años del movimiento “Seguir creando”. Su reclamación principal es que un creador pueda dar conferencias o publicar un libro sin perder su pensión.

Las profecías laborales de mi sector nunca se han cumplido. Siempre he acabado escribiendo, rodando y cobrando algo diferente a lo que estaba previsto. O no escribiéndolo, no rodándolo y no cobrándolo

Imaginen que el sustento de una escritora es su trabajo como profesora (aclaración: el porcentaje de autores literarios que viven solo de escribir es ínfimo). La escritora se jubila, recibe su pensión de docente y, si factura por impartir una charla o publicar un libro, le quitan su jubilación. ¿No tiene sentido, verdad? Pues eso pasaba. Renunciábamos a la aportación de una persona de 65 años en adelante. Puro edadismo que el Estatuto del Artista por fin ha corregido.

Esto que cuento se ha escrito mil veces, pero explicarlo de nuevo nunca viene mal. Porque si al Ministerio de Hacienda o de la Seguridad Social, con buena voluntad de entendimiento, le ha costado asimilarlo, me imagino que habrá gente que necesite un tutorial permanente. Como el que necesitamos los guionistas freelance ahora, con el nuevo régimen de los autónomos. Este mes, en mi gremio no se habla de otra cosa. ¿Cómo calcular lo que vas a facturar si tu proyecto de película se puede caer en cualquier momento? ¿Va Reed Hastings, jefe del Netflix, a escribir un mail al ministro Escrivá para adelantarle si renueva o no tu serie?

Las profecías laborales de mi sector nunca se han cumplido. Siempre he acabado escribiendo, rodando y cobrando algo diferente a lo que estaba previsto. O no escribiéndolo, no rodándolo y no cobrándolo. La seguridad y el cumplimiento de expectativas no forman parte de nuestra línea de negocio.

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