Image: Viaje a una guerra

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Ensayo

Viaje a una guerra

Christopher Isherwood / W. H. AUDEN

17 julio, 2008 02:00

Isherwood y Auden, fotografiados por C. van Vechten en 1939

Traducción de E. Uriarte y R. Vásquez Ramil. Ediciones del Viento, 2008

En aquella época, fueron dos escritores comprometidos, el mayor Christopher Isherwood (1904-1986) era ya en 1938 un narrador importante, sobre todo por sus libros -novela o relatos- sobre el libre Berlín pre-nazi, y especialmente por Adiós a Berlín que salió justo antes que este libro. Algo más joven pero de más sólido pasado universitario, su amigo W. H. Auden (1907-1973) era ya un notable poeta, cabeza del llamado "grupo de Oxford" y tenía todos los marchamos del intelectual de verdad y los mantuvo siempre. Auden, además, había estado fugazmente en la guerra de España, en 1937, y había quedado horrorizado de unos y de otros, aunque en esos momentos, por supuesto, estuviera del lado de la República.

A fines del año 1937 dos editoriales británicas (Faber y Ramdom House) encargaron a los dos escritores jóvenes, más que prometedores y amigos, escribir un libro de viajes sobre Asia. Ellos eligieron China, al parecer (según declaran) porque no sabían nada de un país que les llamaba la atención, pero además porque China estaba en guerra con Japón (que la invadía) y acaso se olieron que entre nacionalistas, comunistas, colonialistas -China tenía su costa plagada de concesiones a las grandes potencias occidentales- y japoneses, lo que ocurriera en ese remoto país sería (como lo que pasaba en España) el preludio a una II Guerra Mundial que llegaría enseguida.

Digámoslo rápido, el libro que resultó de ese periplo, este Viaje a una guerra editado en 1939, es un libro menor de dos escritores que se han convertido en clásicos, y que, con todo, quisieron hacer algo más que un buen trabajo de encargo. No obstante algo significa la foto de la portada que muestra a los dos amigos (confesos homosexuales ambos, pero eso importa poco en este libro) el día que salen hacia China desde la londinense Estación Victoria, como un par de avezados turistas de la época.

Auden e Isherwood estuvieron en China, en las ciudades y cerca del frente, entre febrero y junio de 1938. El relato de sus andanzas, entre superficiales, agudas y casi frívolas en apariencia (como la entrevista con madame Chang Kai-shek) corre a cargo del narrador, que es Isherwood, quien en forma de amplio diario, da cuenta de lo que les ocurre y ven los dos viajeros con amena superficialidad, según su lema estilístico de ese tiempo: I’m a camera. Auden (que aparece como singular personaje en la prosa) escribe unos sonetos prologales, más bien descriptivos, y una serie de XXVII sonetos finales con un largo poema cerrando que supuestamente los comenta y que después rescató del libro llamando a la serie Sonetos de China.

Los poemas de Auden -intelectuales, humanistas, poco directos- categorizan un libro que sin ellos sería un viaje -desde hoy- a un tiempo y a un modo de vida abolidos. Ven aún la milenaria, pobre y atrasada China debatiéndose, en medio de la miseria, con los invasores japoneses (por lo general crueles) y con la lucha interna entre los nacionalistas del Kuo Min Tang, el gobierno oficial, las guerrillas y el poder comunista de Mao, y los representantes coloniales que están a favor de China contra Japón básicamente para defender sus propios intereses. Todo esto lo observan nuestros viajeros (entre mil anécdotas) pero sacan pocas consecuencias. Auden intenta profundizar en los poemas que inevitablemente parecen alejarse algo -pese a su calidad- de la concreta China que los inspiró. El encanto del libro es doble: de la mano de dos clásicos que aún no lo eran, vamos a un tiempo y un mundo perdido. Y con los poemas (que se dan en bilingöe) nos muestran que todo viaje es más que una geografía. Un buen libro menor de dos talentos mayores.