De izquierda a derecha, Mireia Calafell, Juan Marsé, Ildefonso Falcones, Mercè Rodoreda, Irene Solà y Pere Gimferrer. Diseño: Rubén Vique

De izquierda a derecha, Mireia Calafell, Juan Marsé, Ildefonso Falcones, Mercè Rodoreda, Irene Solà y Pere Gimferrer. Diseño: Rubén Vique

Letras

Mapa literario de Barcelona: extrañas familias de una ciudad mutante

Cuando Bolaño descubrió la ciudad en 1977, pensó que en ella "todo era posible". Casi cincuenta años después, ha cambiado pero sigue igual, abarrotada.

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Trazar un mapa literario de Barcelona sin limitarse a los nombres habituales no es tarea fácil. Reconstruir las familias, entendidas como barrios con vecinos diferentes, sería quizás una manera de trazar su retrato literario. Sin embargo, de la misma manera que las fronteras entre barrios no son claras, las familias tienen unas ramificaciones tan extensas que unen a unas con otras.

Asumido esto, y que no hay familia sin desavenencias, sin amores y odios fraternos, vamos a intentar enumerar las familias literarias que construyen la Barcelona de hoy, la ciudad invitada de honor en la FIL de Guadalajara.

Juan Marsé, Eduardo Mendoza y Francisco Casavella. Hay familias tan curiosas que no parecen familias. De hecho, estos tres nombres forman una familia algo disfuncional. Casavella, autor de El día del Watusi, que retrató críticamente la Barcelona postolímpica, ha sido definido como el heredero de Juan Marsé.

Para muchos, el heredero de Casavella es Miqui Otero (Rayos, Simón), que, sin embargo, debe mucho a Marsé y a Mendoza. En esta extraña familia, también encontramos a Javier Pérez Andújar (Paseos con mi madre, La noche fenomenal), a Kiko Amat (Rompepistas) y a Carlos Zanón (Taxi).

Quim Monzó, Sergi Pàmies y el relato. Nacieron en el catálogo de Quaderns Crema de Jaume Vallcorba. Ahí se unió, un poco después, Eduard Màrquez (Zugzwang) y Empar Moliner (¿Desitja guardar els canvis?). Publicado en 1993, El porqué de las cosas de Quim Monzó marcó un punto de inflexión en la narrativa corta en catalán; determinantes fueron también los relatos de Pàmies en La gran novela sobre Barcelona (1999).

Siguen su estela autores más jóvenes como Borja Bagunyà (Plantes d’interior, escrito antes que su novela Los puntos ciegos), Jordi Puntí (Piel de armadillo o Animales tristes), Albert Pijuan (Seguiràs el ritme del fantasma jamaicà), Elisenda Solsona (Satèl·lits) y Roser Cabré-Verdiell (Extraordinàries).

Sagarra, Roig y la crónica de Barcelona. Quizás dos de los autores que no solo la han retratado mejor, sino que también han construido el relato de Barcelona, son Josep Maria de Sagarra y Montserrat Roig.

Barcelona se ha seguido escribiendo de la mano de Maria Barbal (Carrer Bolívia), Julià Guillamón (La ciudad interrumpida, El barrio de la plata), Adrià Pujol Cruells (Picadura de Barcelona), Jordi Nopca (En la sombra), Llucia Ramis (Cosas que te pasan en Barcelona cuando tienes 30 años), Anna Pacheco (Estuve aquí y me acordé de nosotros), Andrea Genovart (Consumo preferente), Marina Garcés (Ciudad Princesa), Júlia Bacardit (El Raval a deshora), Irene Pujadas (Los desperfectos y La intrusa), Gonzalo Torné con sus novelas en torno a los Montsalvatges o Jordi Amat (Les batalles de Barcelona).

Mercè Rodoreda, la gran maestra. Es imposible escribir sin haber pasado por la lectura de Rodoreda, una de las grandes autoras catalanas del XX y que entronca con la tradición novelesca europea.

No son pocas las escritoras que reconocen en Rodoreda un referente insoslayable: Mercè Ibarz (Trilogía de la tierra), Eva Baltasar (Tres cuerpos salvajes), la poeta Blanca Llum Vidal (Punyetera flor o Este amor que no es uno), Najat El Hachmi (Los lunes nos querrán), Irene Solà (Te di ojos y miraste las tinieblas), Pol Guasch (En las manos, el paraíso quema), Martí Sales (Aliment), Tina Vallès (La memoria del árbol, El señor Palomar en Barcelona) o Marina Porras (Al mig de la vida, jo. Biografía de Mercè Rodoreda).

Maria-Mercè Marçal, otra gran maestra. Si hay una poeta que ha definido la poesía en catalán del último tercio de siglo, esta es Maria-Mercè Marçal, cuya influencia resuena en los versos de poetas como Mireia Calafell (Si una emergència), Blanca Llum Vidal (Tan bonica i tirana), Miriam Cano (Vermell de Rusia), Maria Isern (Rusc), Maria Sevilla (Kalashnikov), Anna Gual (Las ocultaciones) y Maria Antònia Massanet (Batec i Flamarades sortiran: antologia de poesia catalana feminista).

La Barcelona más negra. Francisco González Ledesma y Manuel Vázquez Montalbán hicieron de Barcelona una ciudad de novela policíaca. Este legado sigue vivo a través de Carlos Zanón (Carvalho: problemas de identidad), Andreu Martí (Vais a decir que estoy loco), Rosa Ribas (Los viejos amores), Toni Hill (La muerte blanca), Alicia Giménez Bartlett y su personaje de Petra Delicado, Josán Hatero o Marc Pastor (La mala mujer).

Vila-Matas y compañía. A veces, en las familias los parecidos son apenas imperceptibles o, incluso, no existen. Sin embargo, los lazos de unión ahí siguen.

Este es el caso de los aquí reunidos, un grupo variado unido por la amistad y la literatura, aunque desde concepciones y prácticas muy distintas: Enrique Vila-Matas (Canon de cámara oscura), Ignacio Martínez de Pisón (Ropa de casa), Cristina Fernández Cubas (Lo que no se ve), Álvaro Colomer (Aunque caminen por el valle de la muerte), Olga Merino (La forastera), Jordi Soler (Y uno se cree), Jordi Puntí (Confeti) o A. G. Porta (El invierno en Millburn y otros relatos).

Pere Gimferrer, simplemente él. Gimferrer (Balada) es el poeta. Es el editor. Es el cinéfilo. Gimferrer está en el centro de la historia literaria y editorial de Barcelona. Es difícil encontrarle discípulos como difícil es seguir sus pasos. En una ocasión, a la pregunta sobre qué poetas actuales le interesaban respondió entre pocos titubeos: Josep Pedrals, Enric Casasses y Susanna Rafart. Si se le pregunta por el cine, tampoco duda: Albert Serra.

Rodrigo Fresán y Laura Fernández, un fantástico binomio. Fresán y Fernández son esos primos lejanos que, sin embargo, sin parecerse, se parecen mucho. Les une su filiación a la gran tradición narrativa norteamericana del siglo XX y su reivindicación del género fantástico.

Junto a Fresán (El estilo de los elementos) y a Fernández (La señora Potter no es exactamente Santa Claus), podemos añadir a Beatriz García Guirado (La chica muerta favorita de todos), Javier Calvo (Piel de plata), Robert Juan-Cantavella (Detente Bala), Max Besora (La musa fingida), Elisenda Solsona (Mammalia) o Roser Cabré-Verdiell (Aioua).

Barcelona, ciudad de best sellers. Como capital de la edición, Barcelona es ciudad de best sellers: la ciudad no solo ha sido protagonista de grandes éxitos comerciales (La sombra del viento es el ejemplo paradigmático), sino que es el lugar donde se escriben muchos de los éxitos y donde viven sus autores.

Aquí tenemos a Ildefonso Falcones (En el amor y en la guerra), a Xavier Bosch (Diagonal Manhattan), a Estel Solé (Aquest tros de vida). Es Barcelona también, con permiso de Girona, una de las ciudades de Javier Cercas, cuyo último libro, El loco de Dios en el fin del mundo, fue uno de los más vendidos el pasado Sant Jordi.