
Rosa Montero, escritora. Foto: Esteban Palazuelos
Rosa Montero dice adiós a Bruna Husky tras el caso más peligroso de toda su carrera
La escritora clausura con 'Animales difíciles' el universo fantástico en torno a la detective, siempre inmersa en los asuntos más acuciantes de la actualidad.
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Si hay un personaje en el que Rosa Montero (Madrid, 1951) ha puesto su aliento es Bruna Husky, la detective protagonista de la serie iniciada en 2011 con Lágrimas en la lluvia y de la que fueron apareciendo sucesivas entregas: El peso del corazón (2015), Los tiempos del odio (2018) y ahora la última, Animales difíciles, pensada para cerrar un proyecto sostenido durante catorce años.
Este espacio novelesco donde tiene lugar un universo fantástico sobre el que desplegar los asuntos más graves del presente, con el material humano más esencial y con las amenazas que le acechan, es la propuesta más ambiciosa y comprometida de la autora de La ridícula idea de no volver a verte. Es su modo de contar nuestra época.
Con ella apostó por esta convención narrativa que resulta ser un género híbrido y fronterizo, pues bebe de la novela de aventuras, del thriller y, en cierto modo, de la distopía, al ficcionar una realidad futura no deseada, y crear un espacio lleno de vida. Pero sobre todo parece anclada en el sentido borgeano de la novela fantástica, pues no deja de ser un ámbito donde se reflejan las mismas incertidumbres, las mismas pasiones, las mismas peripecias vitales que en la realidad.
Cada entrega es una fábula independiente, correspondiente a un proceso efectivamente real (la amenaza de la energía nuclear, el calentamiento global, el abuso de la inteligencia artificial), tratado con las convenciones literarias de la imaginación. Como observadora incisiva que es, esta es su manera de reflexionar sobre el presente y el futuro, señalar situaciones y lances relativos a la injusticia, los abusos de poder, las desigualdades sociales, y lanzar desde la ficción interrogantes incisivos.
Cada fábula –también esta última– es el resultado de un exhaustivo esfuerzo por ofrecer rigor y coherencia en la fusión entre documentación y ficción, entre compromiso y verdad. Tales ambiciones interfieren de algún modo en el desarrollo de la propia construcción novelesca, pero lo cierto es que se imponen las fortalezas del discurso narrativo sobre las debilidades de la trama argumental.
Este espacio novelesco es la propuesta más ambiciosa y comprometida de Rosa Montero. Es su modo de contar nuestra época
Somos nosotros, "animales irresponsables y crueles, animales difíciles", la principal causa del desorden. Tal es la síntesis a la que conduce la nueva investigación de Bruna Husky. A ella la conocimos siendo una poderosa tecnohumana de combate; ahora sigue siendo una replicante con una excepcional inteligencia deductiva, pero habita un cuerpo prestado, tiene una memoria demasiado humana y una vida finita, de ahí que viva acuciada por los cambios que le impone su nueva condición y perseguida por el paso inexorable del tiempo.
Estamos en Madrid, en 2111. Debe afrontar el caso más peligroso de toda su carrera: un asalto a un almacén de "flops" (cerebros humanos conectados a ordenadores cuánticos) que deriva en la desaparición de decenas de adolescentes. Mientras investiga (con el inspector Lizard y el archivero Yiannis) una trama desalentadora en la que alguien va borrando todos los rastros; mientras unos grupos quieren construir una nueva humanidad y otros quieren eliminar todas las limitaciones de las tecnologías; mientras la trama se enreda y se bifurca en lances fantásticos y perturbadores, Bruna es el eje que nos mantiene anclados en una realidad humana amenazada, reconocible.
Ella es quien consigna en un diario cuanto vive, piensa y siente. Su discurso, plagado de conjeturas y reflexiones generadoras de cuestiones de gran interés, discurre con las obsesiones de su creadora, con sus recelos y sus miedos. Bruna Husky pasará página, pero no desaparecerá. Y Rosa Montero, su creadora, seguirá su instinto fabulador, seguirá buscando, seguirá escribiendo.