Montero Glez. Foto: Lola García Garrido

Montero Glez. Foto: Lola García Garrido

Letras

Los retratos impertinentes de Montero Glez: una juerga literaria con Bolaño, Juan Marsé, Agujetas, Dalí...

El autor de 'Sed de champán' conjuga ficción, relato corto, ensayo y memorias personales en 'La vida secreta de Roberto Bolaño', su nuevo libro.

14 marzo, 2024 02:11

Hay libros que acogen al lector en los pliegues de sus páginas. En ellos las palabras suenan como el canto de las sirenas y tejen historias verosímiles con hilos inverosímiles. Este volumen es uno de ellos. Exhibe un modo de decir literario, fabulador. Su narrador muestra una conciencia plena de humor y libre de sobrepeso ideológico. Se presenta sin complejos, pues no usa velos para tapar sus argumentos, mitad verdad, mitad inventados. La levedad de toque es su marca literaria. Quiere que el lector descubra y reconozca las huellas de los hechos contados en sus brillantes e innovadoras frases.

La vida secreta de Roberto Bolaño

Montero Glez

Navona, 2024. 144 páginas. 22,80 €

Diré de entrada que el libro pertenece a un género de narrativa mixta, en parte ficción, en momentos relato corto, mezclados con ensayo y memorias personales. Viene dividido en cinco capítulos, el último de los cuales trata de la vida y obra del escritor chileno Roberto Bolaño, donde, entre otras cosas, Montero Glez (Madrid, 1965) se manifiesta como un agudo comentarista cultural.

Los espacios en que transcurren las historias –Barcelona, Madrid, Tánger– tienen su importancia, pero son los personajes del texto, Mohammed Chukri, William Burroughs, el pintor Luis Claramunt, Juan Marsé, el cantaor Agujetas, Miquel Barceló, Salvador Dalí, Ernest Hemingway, Enrique Vila-Matas, y el citado Bolaño, entre otros, quienes protagonizan el argumento.

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Todos ellos aparecen representados, en principio, como los conocemos de su presencia en los medios, si bien en su encuentro textual con el narrador aparece una imagen distinta, salta una chispa que revela la originalidad artística o su falta de ella. O quizás, como en el caso de Marías, su fama y originalidad literaria aparece puesta en solfa.

Montero Glez se encuentra a sus anchas buceando en la conciencia de seres diferentes, raros los llamábamos antes, de artistas comprometidos con su arte. Se sitúa entre estos personajes aclamados por la fama, a quienes conoce y trata, y al lector lo coloca a una cierta distancia para que observemos el encuentro, cómo explora su talento creador. Comenta las características creativas, cantando coplas, escribiendo poemas, o pintando cuadros, y empieza a anudar sus vivencias con el arte que producen.

Montero Glez se encuentra a sus anchas buceando en la conciencia de artistas comprometidos con su arte

A Agujetas, el cantaor flamenco, por ejemplo, "un hombre al que le pesa el alma, y quiere soltar el lastre para poder levitar o algo así" (pág. 143), le escuchó una noche cuando cantó "por siguiriyas de una manera trágica y estremecedora, abriendo su boca mortecina a los brillos de navaja de su dentadura" (pág. 145). Igual que el flamenco, la pintura de Claramunt o Barceló, cuando te engancha ya no la puedes olvidar.

La parte final, "Doppelgänger", que trata de Bolaño, tiene mucha miga y es, en parte una juerga literaria, donde se defiende la idea de que los autores literarios resultan un doble ficticio de la persona física. Montero Glez llega incluso a montar un retablo de las maravillas, de cómo un grupo de escritores, Javier Cercas, Vila-Matas, y el colega Ignacio Echevarría se conchabaron con algunos editores para encumbrar a la fama la obra de Bolaño, en realidad aburrida, y lo auparon al Olimpo literario.