Image: Leonor de Recondo: Trabajo mis frases hasta que uno ya no se tropieza con ninguna palabra

Image: Leonor de Recondo: "Trabajo mis frases hasta que uno ya no se tropieza con ninguna palabra"

Letras

Leonor de Recondo: "Trabajo mis frases hasta que uno ya no se tropieza con ninguna palabra"

La escritora y violinista presenta su primera novela traducida al español, Pietra Viva (Editorial Minúscula), el penúltimo éxito de ventas en Francia

7 noviembre, 2014 01:00

Leonor de Recondo. Foto: Philippe Matsas. Agence Opale

El éxito ha sido total en Francia. Pietra Viva es un relato que oscila entre la luminosidad del paisaje Toscano y los pensamientos de un personaje brillante, imponente y enigmático, Miguel Ángel Buenarroti. Además de concertista y excelente violinista, su autora Leonor de Recondo (1976) tiene otras dos obras anteriores La Grâce du cyprès blanc (2010) y Rèves oubliés (2012) sobre el exilio vasco de 1939, que recibió el Premio Literario de los Lycéens y apprentis de Bourgogne 2013.

En Pietra Viva, estamos en 1505, Miguel Ángel Buenarroti acaba de cumplir 30 años. Es ya un escultor reconocido. El Papa Julio II le encarga la construcción de su tumba, escultura gigantesca que le llevará cuarenta años realizar. La novela narra ese momento del encargo que Miguel Ángel pasa en Roma y los meses que marcha a Carrara, en Toscana para elegir las mejores piezas de mármol.

La lluvia golpea los cristales del café donde El Cultural ha quedado con Leonor de Recondo en París, al pie de su editorial francesa Sabine Wespieser. La escritora viene de una familia española afincada en Francia desde hace tres generaciones. "La familia venía de Irún. Mi padre nació en 1932 y, cuando estalla la Guerra Civil, en 1936, toda la familia tuvo que cruzar la frontera e instalarse en el País Vasco francés, en Hendaya, y luego en las Landas. Él ya hizo su vida en Francia". No hablaban español en casa. "Me educaron como ocurría en muchas familias de emigrantes, de forma completamente francesa. Aprendí el español más tarde porque me encantaba y por mis orígenes. Ya no tengo familia en España. Solo mi abuela acabó volviendo a San Sebastián, en 1980, tras la muerte de Franco".

Esa historia española la cuenta en Rêves oubliés, que publicará el próximo año Minúscula. Pietra Viva, en cambio, se ambienta en Italia y da vida al gran escultor Renacentista. ¿Cuál es el origen del libro? "Mi padre es escultor y muchas de nuestras vacaciones cuando era pequeña las pasamos en un pueblo en la Toscana que se llama Pietra Santa, cerca de Carrara. Las imágenes de la infancia son las más queridas que uno conserva. Es un pueblo que me marcó mucho y tenía ganas de escribir algún día sobre la montaña, el trabajo del mármol y el de la escultura que me parece ser el más representativo del acto creador".

Pietra Viva es también un libro sobre la creación. "Cuando uno esculpe ve la obra hacerse, paso a paso, contrariamente a un compositor, por ejemplo, que escribe música pero necesita interpretarla para que los demás la escuchen".

Además del acto creativo, Pietra Viva tiene una base histórica importante, a través de la vida de Michel Ángel. "Michelangelo representaba para mí, la síntesis, el símbolo del creador. Él iba a buscar sus mármoles, realizaba a la vez el trabajo físico y el del creador. En mi novela parto de un momento real de su vida, cuando en 1505 se instala unos meses en Carrara a escoger los mármoles para la tumba de Julio II, pero el resto del libro, es pura ficción. No soy una historiadora que pretende dar otra imagen del artista. El libro da una imagen del lugar, de la montaña, de los hombres que trabajan el mármol. Michelangelo representaba al escultor. ¡La bibliografía es inmensa, este hombre nunca ha cesado de inspirar! ¡Todos tenemos una imagen de Michelangelo!"

Pero Leonor De Recondo habla en su libro de una transformación interior del escultor. "En efecto. Está documentado que en las montañas, Michelangelo tuvo una visión de una enorme escultura, una visión sobre la que trabajará toda su vida. Pero se sabe muy poco de estos meses que pasó en Carrara. Para mí, esta visión es la quintaesencia de la inspiración. Y el hecho de que no la realizara, no tiene importancia. Lo importante para mí era que existiera en su mente".

Durante esos meses, Miguel Ángel recuerda, no solo a Andrea, monje que perdió la vida muy joven y cuya belleza le obsesiona a lo largo de la novela, sino también a su madre que muere cuando el escultor tenía 6 años. "La novela es también sobre la memoria. Michelangelo hace una escultura de esa memoria. Utiliza el arte para colmar la ausencia de su madre, para llenar esa ausencia. En el libro me pregunto si el arte puede ayudar a comprender o a pensar el dolor del duelo. El arte permite dar lo mejor de uno mismo y ayuda a vivir. En su obra, a pesar de que Michelangelo no tenía una reputación de hombre amable, nos da la imagen de un hombre generoso al ofrecernos su obra que aún hoy nos conmueve. Esa dualidad en el personaje me fascinó a la hora de escribir", explica la escritora.

-A través de su novela, la piedra se convierte en el símbolo de Michelangelo. Al principio, es una persona que tiene dificultades de relacionarse con los demás, encerrado en sí mismo y en sus pensamientos.
-Para la redacción del libro, imaginé que, en un momento de su vida, necesitaba dominar la piedra para no sentirse abandonado por su madre y por los demás. Y, de repente, hay una relajación al reconciliarse con su memoria. Michelangelo comprende que no tiene porqué dominarlo todo. Ese cambio es perceptible en sus obras. Cuando uno mira Los esclavos que está en el Louvre y que debía hacer parte de la tumba de Julio II, uno se pregunta si llegó a terminarla. Por otro lado, Michelangelo vive casi 90 años y es un poco extraño que no terminase ninguna obra, cuando todas ellas muestran una fuerza impresionante. Imaginé que, a partir de su viaje, Michelangelo ve la piedra de otra manera y se dice que sus esculturas desean quedarse en contacto con esa piedra.

-Su obra empieza con una escena de disección del cuerpo de Andrea sobre la que el escultor fantasea durante toda la obra.
-No era corriente pero tanto Michelangelo como Leonardo da Vinci tenían derecho a hacer disecciones humanas. Desde luego, la iglesia no las aceptaba. Michelangelo pasa unos meses en Roma esperando a que el Papa Julio II quede con él para hablar de su encargo. Mientras, realiza disecciones donde había cuerpos humanos es decir en los hospitales de los monasterios.

-Usted que es violinista, y que ha escrito una novela que parece perseguir una fuga, ¿escribe con música?
-En absoluto. Necesito un silencio total. No me puedo concentrar sobre las dos a la vez. Necesito escuchar mi música interior. La forma musical de la prosa es muy importante, el ritmo, la armonía, trabajo mi frase hasta que uno ya no se tropieza con ninguna palabra. Por otro lado, tengo una identidad muy fuerte con mi violín. No tengo recuerdos de mi misma sin él. Toda mi vida seré violinista. Pero estas dos actividades se complementan porque son muy diferentes. La música se hace en grupo. La escritura en soledad.

-Cada capítulo del libro acaba con un poema.
-Michelangelo era poeta también y los recuerdos de su madre le vienen a través de los sentidos. Quería que en mi libro esos recuerdos le vinieran bajo la forma del poema y que, al final, formasen un todo, la memoria reencontrada.

Michelangelo se lleva dos libros a Carrara, uno de Petrarca y la Biblia. Leonor de Recondo ("¿Tengo derecho a una maleta?", bromea) se llevaría un libro de poesía, Rimbaud o Élouard, alguna novela de Virginia Woolf y, por supuesto, la obra de Proust.