Image: Superman es un pájaro... de 75 años

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Letras

Superman es un pájaro... de 75 años

El primer superhéroe celebra su cumpleaños aupado por lo suyo, las masas: una nueva superproducción que se estrena este viernes, publicaciones y subastas estratosféricas hablan del carácter incombustible del mito

17 junio, 2013 02:00

Martín Vitaliti. # 31.I Revista intervenida. 40 x 40 x 20 cm 2011 A partir de: R. STERN-T. GRUMMET & B. BREEDING. SUPERMAN: MAN OF TOMORROW. #1 dc COMICS (1995)

Román Gubern, Eloy Fernández Porta, Felipe Hernández Cava, David Hernando y Santiago García desmontan al Hombre de Acero

Dan ganas de volar y desplazarse no hasta Krypton, sino hasta la oficina donde verdaderamente nació Superman. Nueva York, años 30, Gran Depresión. Sortear la arboleda de rascacielos hasta divisar el inmueble de DC y asomar la vista a través de una de las persianillas de lamas. En la estancia huele a tinta. Dos hombres, uno en pie y el otro asido a la mesa de dibujo, retocan unas páginas bajo la luz mustia de un flexo industrial. Son los señores Siegel y Shuster. Guionista y dibujante tienen unas palabras, su criatura inicial -calva, maligna, un superhombre dispuesto a dominar el mundo- tiene ahora pelo y capa roja y, al contrario, han decidido que salvará con sus poderes a los seres humanos. ¿De qué? De la amenaza de la guerra, de la miseria que azota Estados Unidos, de la nada. Del siglo XX, vaya.

Superman, el padre de los superhéroes y para algunos el más perfecto de todos ellos, cumple ahora 75 años (80 desde que fue engendrado pero cinco menos desde que se publicó) entre nuevas publicaciones sobre su mito, una superproducción adaptada a la generación presente y una indudable potencia pop que no parece que vaya a apagarse jamás. Objeto de estudio de intelectuales como Umberto Eco, decimos que es el más perfecto de los seres creados por DC y Marvel porque, entre otras cosas, Superman nunca tuvo que disfrazarse de Superman. Su verdadera piel era la del superhombre. Su ceñido traje azul con la letra S en el pecho no era un disfraz, lo eran las anodinas camisas y las corbatas de su alter ego, Clark Kent, un periodista panoli que le sirvió para pasar desapercibido entre los humanos.


Portada del primer número de Superman, subastado en 2011 por 1'6 millones de euros.

Además de sentar las bases de toda la liga de superhombres que vino después, Superman es uno de los que más filosofía entraña. El historiador de medios de comunicación de masas Román Gubern, que acaba de ingresar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando con un discurso sobre el cómic, ha escrito en varias ocasiones sobre la criatura de DC y la enjundia de su historia: "Hijo de dos creadores judíos como eran Siegel y Shuster, se ha hablado mucho de su condición de inmigrante ilegal. También se ha especulado con su carácter crístico en la medida en que posee alusiones teológicas, pues no deja de ser un niño Jesús salvado de la matanza de Herodes, un hombre que hace milagros, que es capaz de abrir las aguas como Moisés, un ilegal criado por una pareja humilde...". Hay más. Apunta Gubern al carácter sicalíptico de sus poderes, al puntito de psicoanálisis que tiene el vuelo como sinónimo de la potencia sexual. "Y tiene otra dimensión erótica: Clark estaba enamorado sin éxito de Lois, que sólo lo quería cuando era Superman. Su mito perpetuaba de forma masoquista un amor incumplido", amplía el catedrático.

La mitología griega también está en su concepción, desde el uniforme y la capa, que remiten a los héroes de la antigüedad, a cuestiones como la kriptonita, su talón de Aquiles, o el paisaje urbano que sustituía a las montañas por las que peleaban los viejos héroes y dioses. "Es un mito polisémico, con aristas. Los debates sobre envejecerlo no han funcionado porque el público es fiel a los arquetipos fundacionales. Hércules, Sigfrido, Aquiles... todos fueron superhéroes". Durante el nazismo, Goebbels llegó a construir un discurso insultando al personaje, al que llamaba judío, tal es la relevancia que adquirió en sus primeros años de vida. Mientras tanto, entre la pobreza americana, funcionaba como un mito euforizante que -prosigue Gubern- "nos reforzaba en nuestra propia consideración de que somos superhombres a los que la gente nos ve como Clark Kent". Superman, pues, nos consuela: "La vanidad occidental no se entiende sin él. Es una condensación de sueños que todos tenemos en el corazón y no morirá porque es muy funcional", remata.

¿Superman hijo de la crisis?

Por otro lado, el hecho de que sea un vástago de la Gran Depresión y un espejo de nuestros sueños ¿podría terciar una vuelta al héroe ahora que otra gran crisis asuela el planeta? El escritor y ensayista Eloy Fernández Porta opina que de producirse esta relación sería de forma superficial: "La amenaza que se cierne sobre el mundo, que es el origen de todas sus aventuras, es una idea prepolítica, por mucho que la decoren con referencias incidentales a la actualidad. Los superhéroes son muy oportunistas; sus guionistas los pueden hacer vigilantes o liberales, imperialistas o decolonizadores. Es verdad que Alan Moore, en Watchmen, incorporó a la mentalidad superheroica un rasgo nuevo: la mala conciencia política, la certeza de haber servido a intereses gubernamentales inconfesables. Pero esta "nueva conciencia", hoy generalizada, no suele dar lugar a una crítica al status quo. Los superhéroes actuales suelen ser mandaos con dudas, confunden la tolerancia con la liberación y se buscan archienemigos muy siglo XX, como corporaciones secretas, que no son realidades históricas sino alegorías del Mal. Me temo que para Superman el tema de la crisis sea sólo un accidente más en el paisaje de acontecimientos extremos donde vive, y en que lo mismo dan las catástrofes meteorológicas que las financieras".

Discrepa el guionista, crítico y traductor Santiago García, autor de Supercómic, que sí apoya la idea de una nueva vinculación de Superman a su carácter primigenio de héroe de la clase obrera: "Últimamente se ha subrayado mucho la relación de su origen con la crisis económica del 29, y no es casualidad. El primer Superman tiene un perfil de héroe del pueblo. Era un verdadero campeón de los desvalidos. Pero fue rápidamente dulcificado por DC y cayó en el olvido casi como una aberración curiosa a favor del perfil más institucional que consolidaría durante los años 40 y 50. En los 70, ya era un personaje desfasado, el pionero superado. Y nadie se preocupó jamás de rescatar su vertiente 'socialista' hasta 2011, cuando DC decidió reiniciar todas sus colecciones y el guionista británico Grant Morrison estableció una relación entre el espíritu de los tiempos y los movimientos tipo Occupy Wall Street y la personalidad y el contexto del Superman de 1938. De pronto, la crisis económica ha dado un argumento para que un personaje desfasado vuelva a ponerse de actualidad", expone Santiago García, que, por otra parte apunta a que esta nueva imagen también será pasajera.


Siegel y Shuster, los creadores de Superman. Vendieron los derechos por unos cien dólares. DC los compensó por este abuso años después, aunque el favor fue simbólico para lo que podrían haber ganado y para lo que crearon.

La complejidad editorial del hombre de acero

David Hernando, autor del libro de reciente publicación Superman: La creación de un superhéroe y director editorial de cómics de Planeta, fue editor de Superman en España e Italia de 2005 a 2011. A pesar de que coincide con Gubern en la duradera funcionalidad del mito, aporta que editarlo hoy no es tarea fácil: "Es complicado publicar historias apropiadas para cada contexto. Se publica ininterrumpidamente cada mes desde hace más de siete décadas y eso implica publicar un cómic semanal de 22 páginas. El editor lleva una coordinación absoluta entre las distintas colecciones para que las historias fluyan de un cómic a otro. Decenas de editores han pasado por Superman, aportando su impronta, rescatando la de compañeros de profesión que pasaron antes y guiando a cientos de guionistas y dibujantes a reconducir al personaje. Ser editor del Hombre de Acero es saber que dejas tu marca en un personaje inmortal". En el caso español, prosigue Hernando, hay que sumar el problema de la dependencia hacia Estados Unidos. Se trata, más bien, de seleccionar las obras más indicadas para cada momento, de atreverse con ideas nuevas, arriesgar con el formato... "Es traducir e interpretar al personaje para otro público distinto de su público objetivo y, aun así, dar en la clave y que una nueva masa lectora lo descubra, acoja y disfrute. Editar Superman es difícil, pero es uno de los mayores placeres profesionales que uno pueda tener".

Mejor su origen simple e ingenuo que sus retorcidas revisiones

Con menos cariño que Gubern y Hernando habla de Superman el crítico y guionista de cómic Felipe Hernández Cava, a quien siempre le pareció un personaje profundamente ingenuo, "hijo de una época en la que a las masas se las entretenía con una concepción del bien y del mal tan sencilla como caricaturesca". Y sigue: "Sobre todo, le hallé falto de un poco de ironía o de humor, justo lo que le confirieron Mario Puzo, los Newman y Robert Benton en la adaptación al cine que hizo Richard Donner. Pero lo que nunca he acabado de entender es el interés que todos demostramos, o fingimos demostrar, ante una mercadotecnia que, cíclicamente, nos mantiene al tanto de los años que cumple, las desdichas que le acaecen (aún recuerdo todo lo concerniente a su muerte, y luego a su posterior y cantada resurrección), las dudas que ha ido experimentando sobre su misión en nuestro planeta, el autodescubrimiento de pulsiones sombrías, las pequeñas modificaciones de su apariencia... y tantas otras cosas que contribuyen a distorsionar aquel origen simple, y encomiable por esa misma elementalidad, en cuyas intenciones ocultas creo que también invertimos demasiado tiempo y esfuerzo", concluye.

Pero seguimos devorando historias de Superman. No en vano, un ejemplar de su primer número ostenta el récord del cómic más caro jamás subastado. ¿Por qué? De nuevo al habla Fernández Porta: "En los cómics de finales del siglo pasado tuvo un lugar un proceso que podría llamarse el rito sacrificial de Superman. En El retorno del Caballero Oscuro, Frank Miller lo caracterizó como el arma secreta del ejército: un héroe oficialista, que vive en las alturas y, a diferencia de Batman, está desconectado de los problemas cotidianos y carece casi por completo de vida interior. Con esta crítica, realizada a mediados de los ochenta, Miller abre el camino que, aparentemente, culmina Dan Jurgens, a principios de la década siguiente, con su serie sobre la muerte del personaje. Con estos antecedentes, diría que Superman nos suscita dos reacciones complementarias. Por una parte, lo miramos como a una escultura, como quien busca la imperfección en la obra de Fidias. Por otra, una vez ha vuelto de entre los muertos lo vemos como un zombi benévolo, y esa desconexión que Miller le reprochaba la entendemos más bien como una beatífica ingenuidad. En nuestros tiempos, que son conspiratorios, sólo podemos creer en virtudes como la ingenuidad si previamente han tenido lugar ritos como ese".


Una imagen promocional de El hombre de acero, la última adaptación al cine de Superman.

El caso es que tanto para apocalípticos como para integrados hay una línea inmutable en Superman, la que nos hace seguir mirando hacia él, llevando su camiseta, quedándonos unos minutos frente a la televisión si aparece por Christopher Reeve vestido de azul y rojo. La industria lo sabe y se ha encargado de ir moldeándolo para cada generación, manteniendo, como recuerda David Hernando, una serie de elementos comunes. Pero hay algo más: Superman no se acaba, vive "encerrado en un nudo eterno", carente de desenlace: "Ninguna adaptación es infiel de por sí, sólo se trata de interpretaciones que agrandan la mitología y provocan algo inaudito en este campo, que el texto original asimile conceptos creados en las adaptaciones y los haga suyos. Se crea así un diálogo entre medios fascinante, incomparable con cualquier otra adaptación literaria", remacha el editor.

Martín Vitaliti y Superman en el arte

Icono indiscutible del siglo XX, Superman ha sido abordado por el mundo del arte en multitud de ocasiones. En España, Martín Vitaliti ha sido uno de los últimos en utilizar su estampa (y el medio del cómic en general) para revisitar el mito. "Es un personaje que representa firmemente la figura del individuo y la del salvador del American way of life ya caduco. Pero tiene tantas facetas como artistas lo han versionado. De ahí que sea tan aclamado como criticado". El artista, que confiesa no tener una fijación particular con el hombre de la capa, sí admite que le da mucho juego a la hora de introducir la idea de fisicidad en su trabajo: "Estamos hablando del héroe más fuerte e implacable y suelo utilizar ese carácter. Al mismo tiempo, me interesa descontextualizarlo de su situación original dentro de la viñeta, situarlo en soledad para enfrentarlo a su propio hábitat, el cómic, que es inherente a su condición, y crear nuevas situaciones que resulten tan paradójicas como significativas y que son fruto más bien de la condición humana que de un superhéroe".


Collage. 135,3 x 265 cm. 2012. A partir de: BYRNE, John [et al.] Las aventuras de Superman, n° 3; Planeta de Agostini: Barcelona, 2006.