El director de orquesta granadino Pablo Heras-Casado. Foto: Javier Salas

El director de orquesta granadino Pablo Heras-Casado. Foto: Javier Salas

Música

Pablo Heras-Casado: "Dirigir ópera es un salto al vacío. Hay que ser adicto a la adrenalina y lo desconocido"

El maestro granadino ha sido recientemente reconocido con el Premio Nacional de Música. En el horizonte, una nueva producción de 'El anillo' en Festspielhaus de Bayreuth, con cuya orquesta girará por España en 2026.

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Dirige sin batuta. Viaja con las partituras en una maleta de mano de la que no se despega desde que una vez perdió una de Wozzeck tan llena de anotaciones que parecía un mapa.

Ha salido airoso de situaciones inverosímiles, desde sustituir a Nikolaus Harnoncourt in extremis al frente de la Filarmónica de Viena hasta recuperar una lentilla segundos antes de que diera comienzo una representación en el Teatro Real retransmitida por varias cadenas europeas y con un patio de butacas a rebosar.

No es casual que el Premio Nacional de Música le sorprendiera trabajando: en Londres, con el Monteverdi Choir & Orchestra. Con una agenda de vértigo hasta para sus asistentes, Pablo Heras-Casado (Granada, 1977), además de continuar con la nueva producción de la Tetralogía en la Ópera de París junto a Calixto Bieito, dirigirá la reposición de las cuatro óperas concebidas por Sven-Eric Bechtolf para la Ópera Estatal de Viena.

Y, coincidiendo con el 150.º aniversario del Teatro del Festival de Bayreuth (Festspielhaus), en septiembre del año próximo, recorrerá seis ciudades españolas —Barcelona, Santander, Sevilla, Madrid, Valencia y Las Palmas— para interpretar fragmentos de la Tetralogía wagneriana con la orquesta alemana.

A ese hito sumará otro de gran relevancia: en 2028 dirigirá una nueva producción de El anillo en Bayreuth, donde ha dirigido Parsifal en las tres últimas ediciones. Tras este espaldarazo a su trayectoria internacional, El Cultural habla con este hijo de un policía y una ama de casa, estajanovista hecho a sí mismo, sobre cómo afronta los retos de El anillo del nibelungo entre París, Viena y Bayreuth.

Pregunta. En 2028 dirigirá un ciclo completo del Anillo en Bayreuth, donde ya ha dirigido Parsifal. ¿Qué supone abordar la Tetralogía completa en el teatro para el que fue concebida?

Respuesta. Es un hito enorme, va a suponer un nuevo paradigma. Hay lugares sagrados donde conectas con el alma del compositor, pero Bayreuth sobrepasa todo eso. Interpretarla donde se estrenó, sin que su escenario haya sido "profanado" por otros compositores, lo convierte en algo único. Es un enclave de peregrinaje que sigue atrayendo con fervor a músicos y público de todo el mundo.

"Hay lugares sagrados donde conectas con el alma del compositor, pero Bayreuth sobrepasa todo eso"

P. ¿Por qué dice que supondrá un nuevo paradigma?

R. Porque, aunque la tradición se ha mantenido intacta durante 150 años, Bayreuth siempre ha roto moldes. Wagner fue un extremista en sus ideas y ambiciones, y ese espíritu se transmite generación tras generación. Este año, Parsifal ha incorporado realidad aumentada y ha sido un éxito. En 2028 se introducirá una nueva generación, y yo ya habré tenido un recorrido allí. Va a ser un momento muy interesante.

P. Su maestro Pierre Boulez dirigió el Anillo en el centenario del teatro.

R. Fueun escándalo tremendo: como compositor y director era muy transgresor, y sin embargo su Anillo es hoy objeto de culto. Boulez transmitía la sensación de que no era él quien dirigía, sino la obra la que emanaba naturalmente de la orquesta.

P. En su libro A prueba de orquesta (Espasa, 2018) recoge sus vivencias en la música desde su infancia. Y de Boulez destaca su honestidad. ¿En qué sentido?

R. Sí, la honestidad de volver siempre al texto original y no caer en clichés interpretativos. Aunque hayas dirigido una obra cincuenta veces, hay que abrir la partitura y hacerse preguntas. Entonces descubres que son obras infinitas, y eso mantiene el arte vivo. Es importante que haya líderes que piensen más allá. Como Katharina Wagner.

"Obras como el 'Anillo' conservan su fascinación porque son atemporales y siguen siendo radicales"

P. ¿Cómo es su relación con ella?

R. Tiene una energía, visión y una capacidad de trabajo enormes. En Bayreuth casi todo pasa por ella. Gestiona un lugar muy complejo a nivel artístico y político, pero está presente en cada función. Además, adora España y habla un español más que aceptable.

P. ¿Ya trabajan en ese nuevo Anillo?

R. Sí. Cuando me lo propuso, me dijo: "Tengo la fecha y el director, nada más". Es un privilegio construir desde cero este monumento inabarcable.

P. En los orígenes del festival algunos espectadores llegaban a desmayarse. ¿Se puede aspirar hoy a provocar un impacto semejante?

R. A nivel social, sí. Bayreuth es un pueblo pequeño que durante un mes se convierte en una comuna wagneriana. La gente, cuando sube la colina, vive una especie de liturgia. No es cómodo: no hay aire acondicionado, las butacas son duras y todo está oscuro. Eso, sumado a la intensidad épica de la música, explica que en cada función los médicos atiendan a varias personas.

P. En París dirigirá La valquiria con Calixto Bieito. ¿Qué le atrae de su enfoque?

R. Aunque lo parezca, Calixto no busca provocar. Tiene ideas claras, conocimiento de la dramaturgia y crea imágenes radicales sin desviarse del texto. Me gusta trabajar con directores que tienen algo que contar y están abiertos a construir juntos. El arte y obras como el Anillo conservan su fascinación porque son atemporales y siguen siendo chocantes, radicales.

Heras-Casado durante un concierto. Foto: Waldemar Kamer

Heras-Casado durante un concierto. Foto: Waldemar Kamer

P. ¿Se percibe la evolución de Wagner, que paró para escribir dos monumentos como Tristán e Isolda y Los maestros de Nuremberg antes de terminar Sigfrido?

R. Sí, sobre todo en la arquitectura orquestal. Pero lo más fascinante es que, tras trece años de pausa, apenas se nota esa ruptura. Es asombroso cómo logra captar la historia de una decadencia.

P. ¿Cómo entiende al personaje de Sigfrido?

R. Es un antihéroe. Un ser irracional que no conoce el miedo hasta que se enfrenta al amor. Cuando descubre a Brunilda se siente débil, ella representa la razón. Él cae en desgracia, víctima de sus impulsos.

P. ¿Qué le mantiene centrado en obras tan exigentes?

R. Hay que ser adicto a la adrenalina, al reto y a lo desconocido. Cada representación es distinta. Dirigir ópera es sostener la tensión durante cinco horas sin poder controlar todos los elementos. Siempre hay un punto de salto al vacío.

P. En 2026 regresará a Viena con El anillo, La clemenza di Tito y Le Grand Macabre.

R. Son experiencias muy distintas. En Mozart trabajaré con Jan Lauwers, con quien comparto la creación escénica. En Ligeti, pese a haberla dirigido ya, siento un desafío técnico tremendo, incluso para la Ópera Estatal de Viena.

"El arte no puede ser apolítico: Hay que tener opiniones. Entre el humo y la tragedia, la música resurge como una necesidad"

P. También hará una gira con la Orquesta de Bayreuth por España.

R. Es una ocasión histórica. Es una orquesta mítica que solo se reúne en verano. Salir de su foso y girar por España, en el 150.º aniversario del teatro, es algo sin precedentes. El programa reunirá fragmentos de las cuatro óperas del Anillo con tres solistas excepcionales. Transportar ese sonido a nuestros auditorios será emocionante, también para los músicos.

P. En 1995 dirigió su primer concierto al frente de la recién formada Capella Exaudi O Magnum Mysterium de Tomás Luis de Victoria. Treinta años después, ¿sigue teniendo algo de misterio la dirección de orquesta?

R. Siempre. Los directores no tocamos ninguna tecla, ni frotamos un arco, ni soplamos… nada. La conexión con una orquesta sigue siendo misteriosa y maravillosa.

P. ¿Qué le inspira a seguir en tiempos tan convulsos?

R. Es una pena que cada vez exista menos el debate y la escala de grises, que no podamos entender las posiciones de unos y de otros y encontrar una solución. Me parece totalmente lógico e importante que la gente que quiera se manifieste. Todos los maestros a los que admiramos, Wagner, Beethoven, Mozart, Schumann, Stravinski, han intentado hacer algo, ya sea salir y ondear una bandera u organizar un concierto o escribir un artículo para ayudar a visibilizar los problemas. El arte no puede ser apolítico: hay que tener opiniones, estar en el mundo. Entre el humo y la tragedia, la música siempre resurge como una necesidad.