Loquillo. Foto: Warner

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Música

Loquillo: "Lo mejor que te puede pasar en la vida es que te envidien, y que no te importe"

El cantante barcelonés lanza el disco 'Transgresiones', 30 años de canciones a partir de poemas de Octavio Paz, Pedro Salinas, Luis Alberto de Cuenca..., e inicia hoy gira en el Circo Price.

2 mayo, 2024 02:47

A Loquillo (Barcelona, 1960) el estigma de traidor le ha caído encima varias veces. Su clan rocker no le perdonó que, aparte de ponerle una vela a Eddie Cochran, también le pusiera otra a Sid Vicious. Hablamos de los primeros 80, los años 'movidos'. La superación de la etapa rockabilly era imperdonable para su tribu, que se lo hizo saber en conciertos como el que dio en esa época en el Colegio Mayor San Juan Evangelista, el mítico Johnny, donde casi lo linchan. Pero esa animadversión ha sido alimento para su ego potente y, debido a su perenne actitud desafiante frente a ortodoxias, también necesario.

Necesario para mantener el rumbo a pesar de que los temporales soplasen duro. En el 94 debió empuñar el timón fuerte de nuevo, después de un viraje sorprendente. Entonces lanzó La vida por delante, con el compositor Gabriel Sopeña como cómplice. Quería posicionarse como un cantor a la manera de Jacques Brel y su paisano Serrat, con la poesía por bandera pero sin renegar del rock. “Muchos torcieron el gesto”, confiesa a El Cultural en una amplia y luminosa estancia de la sede de Warner, ubicada en la vieja Estación del Norte de Madrid. Luce impecable e imponente, con traje y zapatos negros. Su tupido tupé, aunque cano, enhiesto como siempre.

José María Sanz, el nombre oficial de este barcelonés charnego, tótem de la historia musical española del último medio siglo, perseveró en aquella aventura poética, lo que le costó que le echaran de su discográfica pero le regaló la amistad de poetas como Luis Alberto de Cuenca, uno de los más representados en el recopilatorio Trangresiones (Warner), donde aúna acordes rockeros y versos. Del citado De Cuenca, Octavio Paz, Gil de Biedma, Bernardo Atxaga, Pedro Salinas y Cesare Pavese, entre otros. Aupado sobre sus líricas diversas, Loquillo arranca gira en Madrid (Circo Price) este jueves y el viernes. Luego vendrá Barcelona (Liceu) y otras localidades españolas, recogidas en una lista creciente.

Pregunta. 30 años de poesía. 30 años desde que dio un bandazao a su carrera, musicando versos de grandes poetas. ¿Qué pasó en ese año 1994?

Respuesta. Todo tiene un porqué. Ya había hecho una versión de La mala reputación de Brassens y había resultado muy bien esa fusión. También había versionado a Johnny Cash, con muy buen resultado también. Hablé entonces con el compositor Gabriel Sopeña sobre la tradición de poner música a poemas en España, que estaba abandonada. Y decidí aprovechar mi imagen y estar en una compañía importante para hacer un disco iniciático. Fue una locura absoluta, algo audaz, que costó muchísimo. Estaba también ya muy harto de la parafernalia del rock and roll way of life y de años de locura total, y la poesía fue un refugio y una tabla de salvación.

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P. También le brindó la dosis de transgresión necesaria para seguir ilusionado con la música, ¿no?

R. A ver, yo nací en Barcelona. Si hubiera nacido en Sevilla, mi tradición sería el flamenco. Pero en Barcelona había mucha influencia de la canción francesa y de la Nova cançó, que convivían con el rock and roll español. Eso tenía que salir por algún lado. Había que ser valiente para dar el salto. Aquel proyecto se llamó ‘alternativo’, aun tratándose de una figura referencial en la música española como era yo. Fue una sorpresa para público y medios.

P. Bueno, en Barcelona hay mucho flamenco también, el de la 'charneguía'.

R. Lo sé, pero en mi caso lo que llegaba a mis oídos, sobre todo por la influencia de Serrat, era la canción francesa. Allí en Barcelona también había un tradición de rumba que no vamos a explicar aquí ahora.

P. En La vida por delante, el punto de inflexión, ya incluía el poema No volveré a ser joven de Jaime Gil de Biedma. ¿Sintió entonces de golpe que la juventud se quedaba irremisiblemente atrás?

R. Aquel poema me dejó claro que esto, la vida, no es una broma. Uno de los grandes problemas del rock and roll ha sido la voluntad de no crecer nunca. Fue una canción clave para afrontar la madurez, mi primera madurez, y salir de la guardería en la que estaba. Al fin y al cabo, una banda de rock no es otra cosa que un grupo de chavales que sale a la carretera para vivir la vida. Lo que es más extraño es que eso dure sesenta años, como en el caso de los Stones. Pero en el mío esa carretera no conducía a ninguna parte.

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P. Conviene asumir lo del envejecimiento con deportividad, ¿no?

R. Bueno, para salir a la carretera lo del envejecimiento empieza ahora y, por otro lado, nadie va a envejecer tan bien como Bowie. Ahí tenemos una referencia de cómo hacer bien las cosas.

P. Aquel abrazo a la poesía le salió caro: le echaron de su discográfica sin ir más lejos. Precio elevado el que pagó...

R. Había un tipo muy desagradable llamado Manuel Illlán que, cuando ofrecí el segundo disco en esta línea, Con elegancia, se negó en redondo. Yo decidí no discutir, porque con necios no se discute.

Foto: Warner

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P. Pero La vida por delante había tenido muy buena aceptación del público.

R. Llegó a ser disco de platino pero el tema era otro, era ver la música como entretenimiento, y yo he crecido con otra consideración de la música. Para mí, es parte crucial de la cultura de un país. Pretendían, por otro lado, que fuera el adolescente eterno.

P. En los 80 ya le habían torcido el gesto sus correligionarios rockers cuando decidió trascender sus códigos musicales. Incluso le llamaban traidor.

R. Lo mejor que te puede pasar en la vida es que te tengan envidia. Lo que no puedes permitir es que te importe porque significa que eres más idiota que ellos. Lo mejor para un artista es que te echen toda la basura encima, que la ortodoxia se ponga en contra, que la prensa te ponga a parir. A los artistas jóvenes les digo: “Si te ponen a parir, es que vas a triunfar”.

"Me han intentado linchar tantas veces después de un concierto que ya he perdido la cuenta"

P. Pero ¿no le daba más rabia por venir ese ataque de los que supuestamente formaban parte de tribu?

R. Jamás me he preocupado excesivamente de lo que pensaran de mí. Yo siempre he ido por libre. Y, con más o menos fortuna, a la contra. Ibsen… Enemigo del pueblo [Ríe].

P. En un concierto en el San Juan Evangelista, el Johnny, hasta le intentaron agredir los rockers rebotados.

R. Bueno, pero es que eso me ha pasado tantas veces que he perdido la cuenta. Hace mucho tiempo de eso.

P. De todas formas, no dejó de considerarse rocker nunca. En 2015 sacó el disco Código rocker con The Nu Niles.

R. Para mí el rock and roll es un compendio de todas las artes, del cine, cómic, la poesía… Todo eso es lo que me hace crecer. La vida es búsqueda y un descubrimiento constante.

P. Esa visión ecléctica y abierta es muy del estilo de Luis Alberto de Cuenca, el poeta con el que quizá más complicidad ha entablado estos años. ¿Qué significa él en su carrera?

R. Es el poeta de la posmodernidad y el primero que se atrevió a trabajar con una banda de rock, la Orquesta Mondragón en su momento. Ya tenía, pues, experiencia en esto. Rompió moldes en su momento, a principios de los 80. Abrió la revista La luna de Madrid con su poema Cocaína. La relación que tengo con él es la de dos samuráis unidos por el código bushido.

P. Lo de Movida es una etiqueta que no le gusta demasiado, ¿no?

R. No, simplemente yo la viví y estuve aquí, sin más. No hago de eso una epifanía. Es una parte más de mi vida como otras. Aquí nos juntamos todos porque estaban las discográficas. Si hubieran estado en Murcia, habríamos ido a Murcia.

P. ¿Qué otros poetas tiene en mente para incorporarlos a su repertorio?

R. Me gustaría poder musicar a Cortázar y Cirlot, pero veremos si puedo seguir trabajando en estos proyectos en estos tiempos extraños, y si las compañías sobreviven. Son proyectos que llevan muchos años y que cuesta mucho levantar sin ayudas públicas.

P. ¿Ha realizado algún intento para conseguir algún tipo de ayuda institucional de este tipo?

R. Solo lo intentamos con la Fundación Autor pero no nos hicieron caso. Yo siempre he trabajado al margen de esto. Las instituciones tienen sus mecanismos y sus redes de contactos para las ayudas y digamos que yo nunca he sido un artista pasillero. 

"Recuerdo ver a mi padre leyendo 'Fahrenheit 451'. Un gran ejemplo: gente memorizando libros"

P. En su afición por la lectura fue clave su padre, aquel estibador, currante de barrio, que siempre tuvo libros en la mesita de noche.

R. Sí, la lectura siempre estuvo presente en mi casa. Él se formó en las bibliotecas ambulantes de la Guerra Civil, y eso no lo perdió nunca. No tuvo apenas oportunidad de ir al colegió y se formó así.

P. ¿Qué leía?

R. Recuerdo verle leer Fahrenheit 451, con esa portada del bombero que tanto miedo me daba. Un gran ejemplo: un libro donde se habla de quemar libros y de gente intentando memorizarlos para que no se pierda ese legado. Me impactó mucho esa historia cuando era chaval y me sigue impactando, por la actitud romántica de sus protagonistas. Como la nuestra girando en pleno Covid, dando cultura a los pueblos, como esas bibliotecas rodantes de las que hablábamos. Era algo que había que hacer, evitar que la cultura se parase. Es algo que me llevo a la tumba como una de las cosas por la que más orgullo siento de toda mi carrera.

P. Fue crucial también que le llevara de pequeño al mercado de San Antonio, ese aleph de cómics y todo tipo de libros de ocasión en Barcelona.

R. Sí, sí, aunque primero el mercado de los Encantes en el Clot, donde se encontraban todo tipo de antigüedades populares, incluidos libros. Era un festín para un niño. Y el mercado de San Antonio para mi generación es un lugar de conocimiento, la cultura popular en su máxima expresión. Los personajes que había en esos puestos, los propios libreros, los coleccionistas, eran tan interesantes como los libros, que te despertaban las ganas de conocer. Al estar rodeado de cómics, revistas de cine, libros…, me hizo caminar hacia ese mundo. Entonces era importante saber quiénes eran, por ejemplo, Godard o John Ford. La cultura al alcance de todos. Supongo que algún día, cuando vuelva a Barcelona [Vive desde hace años en San Sebastián], me pasaré de nuevo por allí.

P. Aunque es delicado volver a los lugares donde se ha sido feliz.

R. Muy delicado, sí. Peligroso, más que delicado. Debes ir con una coraza muy potente, y rodeado de gente que te blinde frente a la nostalgia. Últimamente, esa advertencia sale a relucir mucho en mi vida. Yo prefiero no jugar con fuego con estas cosas. Los recuerdos los llevo en mi mente [se toca con los dedos la cabeza y su mirada se pierde, quizá evocando aquel mercado y la totémica figura de aquel estibador].

P. Bueno, quizá afrontar eso sea un peaje de la maduración y de trascender el peterpanismo del que hablaba antes.

R. Vale, pero creo que hay nuevos mundos por vivir, así que dejemos los viejos y disfrutemos los que están por venir.