Roberto Iniesta, durante un concierto. Foto: Ricardo Rubio/Europa Press

Roberto Iniesta, durante un concierto. Foto: Ricardo Rubio/Europa Press

Música

Extremoduro: el canuto más grande siempre se lo fumó el Robe

Jesús Casañas publica 'Talento innato', biografía no autorizada de la mítica banda de rock transgresivo y de su carismático líder

25 marzo, 2023 02:23

Quién le iba a decir a Robe Iniesta que sus canciones las acabarían cantando coros de niños en los colegios. Un desenlace imprevisto, sin duda. La profesora Mónica Cano, del CEIP La Latina, se atrevió a arreglar Ama, ama y ensancha el alma, el tema con el que Extremoduro acostumbraba a cerrar —en el punto más alto de euforia y hermandad— sus conciertos. Aquellos aquelarres excesivos que sirvieron a una generación como espita por la que liberar tensiones y rebajar el estrés de una sociedad cada vez más convencida de las bondades de la competitividad neoliberal. “¡Prefiero ser un indio a un importante abogado!”, le espetaba al mundo el descamisado líder del grupo de hondas raíces extremeñas. Y abría así un camino alternativo a los jóvenes que llenaban pabellones para desparramar entre poesía y exabruptos.

Los críos de La Latina, de unos 9 años, entonan los versos de Manolo Chinato —musicados por Robe— con sus voces inocentes todavía: “Hay que volar libre al sol y al viento repartiendo el amor que tengas dentro”. La docente se la jugó al escoger esta pieza en un entorno educativo tan profiláctico, donde los maestros están cercados por protocolos pedagógicos (ideológicos) estrechos y puritanos. Y la apuesta le salió bien. El vídeo, colgado en Youtube hace cuatro años, va camino de las seiscientas mil visitas. Una prueba más de la hondura de la huella de Extremoduro.

Aquel hito coral es traído a colación en un momento dado por Jesús Casañas en su autobiografía no autorizada del grupo, Talento innato, lanzada recientemente por Alianza Editorial. El periodista, a lo largo de más de trescientas páginas, recorre en orden cronológico la fascinante andadura de Extremoduro, desde sus orígenes en Plasencia, el pueblo natal de Robe, hasta la gira de despedida truncada por la pandemia, un bajonazo para su legión de seguidores, ansiosos de decir adiós en directo a una parte importante de sus propias vidas. Aquel coitus interruptus está hoy sub iúdice (la promotora demandó al cantante) y rompió la vieja amistad de Robe con Iñaki Antón ‘Uoho’, figura crucial de la banda en calidad de guitarrista y productor.

Que Extremoduro pueda ser una edificante referencia para unos muchachos no deja de ser una ironía. Nacieron arreando estopa a diestro y siniestro. Lo que les procuró un cerco de desconfianza institucional a pesar de haber lanzado su primer disco, Rock transgresivo, en 1989. O sea, con la democracia ya bien apuntalada. En su tierra, Extremadura, fueron rápidamente repudiados. Aquello de “cagó Dios en Cáceres y Badajoz”, que bramaban en el himno Extremaydura, no cayó del todo bien entre los capitostes de la Junta, con Juan José Ibarra a la cabeza. Llegó un punto en que Extremo tocaba por todo el país menos por su región, donde había un veto no escrito que impedía su contratación.

Sus letras sin tapujos tenían difícil pasar el corte oficial. Casañas las describe con tino como “viscerales a la par que elegantes, tan originales como sinceras”. Y añade: “Era capaz de demostrar su valía como poeta en una frase para meter un taco en la siguiente sin que rechinase en lo más mínimo”. Iniesta, que eludió a través de la música un futuro prosaico como chapista, explicaba semejante alquimia así: “Eso lo he hecho siempre. Bajar un poco a la realidad. Los pensamientos son siempre un poco metafísicos y hay que explicarlos un poco, ‘bajarlos para abajo’”. Más lírico que Neruda (al que le hace un guiño en Sucede), más bruto que un arado. Ambivalente y anfibio.

[Cuéntame una de rock and roll]

El programa Plastic de TVE se atrevió a hacerles un hueco. Era un espacio que intercalaba actuaciones en directo, videoclips y entrevistas que duró un par de años, 1989 y 1990. Los integrantes del grupo se personaron en los estudios de Barcelona donde se cocinaba para grabar dos playbacks de Extremaydura (“Tus mujeres nos la ponen dura”) y Jesucristo García (“Por conocer a cuantos se marginan, un día me vi metido en la heroína”). Robe se echaba una horca al cuello mientras cantaba. La polémica no tardó en estallar.

De hecho, se emitió únicamente la primera de las dos canciones. Jesucristo García solo se difundió en la versión catalana de Plastic, titulada Plast-X. El que alucinó, en cualquier caso, con aquella aparición fue Fito Cabrales, el front man de Platero y tú, grupo con el que Extremoduro cuajó una sintonía muy estrecha que les llevó a compartir escenarios durante años. “Me quedé acojonado preguntándome quién era ese macarra, con esas pintas”, confesó Fito. Pero alucinaría más todavía cuando los conoció en persona, durante un concierto en Burgos. “Daban miedo. ¡Qué tíos, qué yonkis! ¿Pero esto qué es? Nosotros somos monjitas de caridad comparados con ellos”.

Portada del disco 'Agila' de Extremoduro (1996)

Portada del disco 'Agila' de Extremoduro (1996)

Lo cierto es que a Robe no había quien lo embridase. Ni acallase. Una de sus frases más recurrentes siempre fue: “Lo hago porque me sale de los huevos”. O variantes similares. Cuando desde la compañía DRO lo citaron para ficharle, Robe se presentó con un canuto de enormes dimensiones entre la comisura de los labios. Hablamos de las 11 de la mañana. Tenía 30 años y, después de la mala experiencia que tuvo con la discográfica Avispa, el grupo cogía la pista que le llevaría hacia el triunfo. En los años siguientes vendrían ventas masivas y comparecencias en directo multitudinarias: pabellones, estadios, plazas de toros... Su álbum Agila fue certificado en 1999 como doble disco de platino al vender doscientas mil copias.

Lorenzo Silva, acérrimo seguidor de Extremoduro, le puso en un brete cuando le preguntó, en una entrevista para la revista Rolling Stone, si le preocupaba que sus hijos, de 14 o 15 años, se drogasen. Iniesta le contestó: “Ahora que son adolescentes, pues sí me preocuparía, pero, cuando sean mayores, ellos sabrán lo que hacen […]. Las cosas en sí no son ni buenas ni malas, no es malo tener moto ni es malo meterse droga. Todo depende de cómo lo hagas”.

Y remataba el argumento sobre la educación paterno filial con un alegato libertario: “Que aprendan a hacer lo que les salga de los cojones, que sepan que se puede salir adelante haciendo eso, que se puede ser libre y se puede vivir haciendo y diciendo lo que uno quiere, que no hay por qué someterse y resignarse a lo que te toca”. Ama, ama y ensancha el alma.