Image: Valeri Gergiev

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Música

Valeri Gergiev

“El Teatro Mariinski está en espléndida forma”

15 enero, 2004 01:00

Valeri Gergiev. Foto: Johannes Ifkavits. Foto: A. Kremper

Pocos dudan que el ruso Valeri Gergiev está entre los grandes protagonistas de la vida musical del momento. Gracias a su labor, el Teatro Mariinski, antes Kirov, de San Petersburgo, se ha convertido en una refinada máquina de alto nivel artístico. Lo podrá demostrar en el Festival de Canarias en sus actuaciones de este fin de semana. De todo ello ha hablado con El Cultural.

Esta entrevista tiene lugar en medio de las representaciones de la Tetralogía de Wagner en Baden Baden, la ciudad-balneario alemana a la que Valeri Gergiev se ha vinculado muy estrechamente en los últimos años. El maestro está eufórico porque las recientes celebraciones del tricentenario de San Petersburgo han sido un éxito y han consolidado los resultados de un trabajo de quince años al frente de la institución, a la que ha convertido en la mayor embajadora de la música rusa y a Gergiev en uno de los hombres más famosos, y galardonados, de su país.

Recién cumplidos los cincuenta, con una energía desplegada que sorprende a propios y extraños, este hombre -con fama de impuntual y célebre por sus arrebatos de mal genio-, es el alma mater de la institución. Nadie duda que ha sido gracias a su esfuerzo que el Mariinski ha superado la crisis que atenaza a otras célebres instituciones rusas, caso del Bolshoi moscovita, sin ir más lejos.

Pese al reciente incendio, que dañó algunas dependencias y almacenes, y las polémicas que ha llevado la reforma de los edificios históricos -propuesta por el arquitecto americano Eric Owen Moss-, el Teatro Mariinski mantiene muy alto su nivel como podrá demostrar con su visita al Festival de Canarias. "El fuego generó algunos problemas añadidos" comenta Gergiev a EL CULTURAL.

"De eso saben mucho en España, por lo que pasó en el Liceo. Pero se ha trabajado rápido y, en general, la situación actual la calificaría de excelente. El ballet está en una forma increíble, y estos días ha ofrecido una minitemporada en el Kennedy Center de Washington con éxito. Dirijo ahora el Anillo del Nibelungo, completo, en dos tandas en Baden Baden, y en medio está la gira por España. Mientras, en San Petersburgo se está haciendo una programación centrada en la ópera rusa. Disponemos de una buena nómina de cantantes y bailarines... Se puede decir, que nuestra situación es buena y que la compañía se mantiene bastante fuerte", señala.

-El pasado Festival de las Noches Blancas, que usted creó, ha supuesto un empujón mediático para el teatro, al coincidir con la celebración del tricentenario de la ciudad.
-El último festival de San Petersburgo fue todo un maratón que le ha dado una nueva dimensión a la ciudad y, también, al teatro. Creo que los resultados de estos últimos años han ido a más, y hemos ido mejorando en las nuevas producciones. Estamos viviendo ahora una época en la que los problemas económicos son menos acuciantes. Putin ha apostado, en todos los terrenos, por el teatro. Y, artísticamente, ahí está lo que estamos montando a la vez en Washington, Baden Baden o San Petersburgo. ¿Qué compañías pueden estar a la vez en tres sitios?

Valores jóvenes
-Y esto se apoya en una continua apuesta por valores jóvenes.
-Siempre estamos a la búsqueda de gente joven para ayudarla. Continuamente hacemos audiciones para descubrir nuevos talentos. Siempre somos muy sensibles a ello y nos sentimos obligados. La prueba es que la mayoría de los nombres rusos jóvenes más solicitados ahora han salido del Mariinski.

-¿Se han resentido los conservatorios rusos de la diáspora de profesores a Occidente?
-Los conservatorios siguen siendo bastante buenos. Incluso, en algunos aspectos, me atrevería a decir que mejores. Los vientos, tanto las maderas como los metales, han cambiado para mejor. En el caso de la cuerda... depende. Es verdad que algunos maestros se han ido pero, todavía, permanece su estilo que se transmite, con más o menos fortuna. Resulta muy difícil compararlos a lo que sucedía hace veinticinco años. La situación es muy distinta y, por ello, no se puede juzgar con las mismas plantillas. Ahora bien, si se enfrenta el nivel de los conservatorios rusos con las escuelas de élite de Estados Unidos, Gran Bretaña o Alemania, yo creo que todavía siguen ganando lo rusos.

-¿Se mantiene la tradición?
-La situación ha variado. Como se puede viajar, la mezcla de influencias es notablemente mayor. En realidad, ahora resulta muy difícil saber qué es la escuela rusa. Si nos ponemos, la denominada escuela norteamericana es un producto ruso ya que se formó con nuestros profesores que emigraron, desde principios de siglo hasta ahora. Hay que señalar, además, que mucha gente que se había ido ha regresado y, con ello, aporta nuevos conocimientos. En el momento en que la economía se estabilice -cosa que está sucediendo ahora- el intercambio este/oeste irá a más, seguro.

-Usted ha afrontado uno de los mayores retos: convertir a una compañía en crisis en una de las más respetadas del mundo y difundir por doquier unos títulos que antes eran casi desconocidos. No es de extrañar que se ha haya vuelto indispensable.
-Siempre se necesita una persona al frente de una institución de las dimensiones del Mariinski. ¿Qué hubiera sido de la ópera de Viena sin Mahler? ¿Y de la Filarmónica de Berlín sin Karajan? Alguien tiene que proponer las líneas de trabajo en un ente tan gigantesco. Yo no soy un héroe. Sencillamente, cuando asumo mi responsabilidad, veo que en un país que vive una importante crisis, hay que hacer las cosas bien. Casi me limité a cruzar la plaza que separa el Teatro del Conservatorio, donde yo había estudiado. Gané el Concurso "Herbert von Karajan" e, inmediatamente, me propusieron colaborar. Desde que hace 25 años cruzara la plaza, no he hecho otra cosa que trabajar para el Mariinski.

Dedicación completa
-Con una dedicación absoluta.
-En realidad, estoy muy centrado en el Mariinski, con cerca de 250 días de cada temporada. Tengo un vínculo estrecho con la Filarmónica de Rótterdam y poco más. Algunas apariciones en la Scala, el Metropolitan, con las orquestas de Berlín y Viena. No alcanzaríamos los resultados a los que hemos llegado si me diversificara en 25 orquestas.

-¿Cómo ha superado la crisis de uno de sus protectores económicos, el financiero Alberto Vilar?
-Las dificultades económicas van y vienen. En este momento, los problemas de Rusia son un poco distintos de hace una década. Claro que es importante tener patrocinadores, pero no debemos poner nuestra vista sólo en ellos. En primer lugar, y por encima de todo, lo que debemos conseguir es la máxima calidad posible. Estoy convencido que si la alcanzamos, siempre aparecerá el esponsor. El dinero, en estos casos, acaba llegando.

-¿Se mantiene la escuela de dirección rusa que exigía un determinado estilo a la hora de presentar a los compositores de su país?
-Todo esto ha ido cambiando. En este caso, yo creo que depende de los directores. Para mí, en cualquier caso, el concepto de escuela es muy peliagudo y se corre el riesgo de cometer injusticias al citarlas en bloque. ¿Son de la misma escuela Otto Klemperer y Bruno Walter? Y sin embargo, sus resultados son completamente diferentes. Tampoco se puede decir que haya un único sonido ruso. La orquesta del Mariinski es totalmente diferente de la del Bolshoi, como la Filarmónica de Viena suena distinta a la de Berlín. Y volviendo a su pregunta, yo creo que el concepto escuela es más bien una continuación instrumental, artística y emocional que otra cosa.

-Usted ofrecerá en Canarias, en versión de concierto, una de sus óperas fetiche, Boris Godunov, que ha grabado en sus dos versiones.
-Es una de las más grandes óperas que se han escrito nunca. Es una ópera que nada tiene que ver con la tradición rusa. Mussorgski es un genio de la psicología, un hombre con un gran poder de captación de la mentalidad humana. Boris aparece como una de las óperas más geniales en este terreno junto a Otello, Don Giovanni... Claro que el retrato histórico es magistral, pero lo mismo que Don Giovanni supera con creces la obra original de Tirso, en Boris sucede lo mismo. Es una muestra del poder de un pueblo, al que Mussorgski le brinda una voz especial, nunca escuchada antes. Tenía una increíble habilidad para hacerlo. Desde luego, no tiene nada que ver con la tradición europea. Pero, incluso, si nos ponemos a comparar, apenas tiene nada que ver con la rusa. En realidad, es una obra que está fuera de todo esquema. Tan lejos de Glinka como de Chaikovski. A mí me gusta compararlo con una película, por la manera de concebirlo, su plasticidad, en la espectacular sucesión de tantas escenas diferentes. ¡Es algo fascinante!

-¿Qué piensa de la reorquestación que hizo Rimski Korsakov?
-No la he hecho muchas veces. Es mejor la versión original. Es verdad que adoro a Rimski, pero todavía me gusta más Mussorgski.

Monográfico Prokofiev
-También brindará un monográfico dedicado a Serge Prokofiev.
-Prokofiev fue uno de los más grandes compositores rusos y, desde mi puesto, he apostado por él. El Mariinski ha sido la primera compañía en interpretar en Rusia y en el Oeste, el Angel de Fuego. Hemos hecho nuevas producciones de Guerra y Paz, que se vio en el Real, Semyon Kotko, El jugador... Es uno de los compositores con los que me identifico más. En realidad, para mí, en el bloque Stravinski-Shostakovich-Prokofiev se propició un grupo, curtido en la misma tierra, que posiblemente ha generado una de las tríadas más representativas -si no la más- del siglo XX. Han sido motor de la realidad musical rusa actual.

-Su nombre se baraja como titular de todo tipo de instituciones.
-Mi pasado, presente y futuro es la misma historia. Nunca he pensado en cambiar. Hay muchas excelentes orquestas en el mundo y he tenido la satisfacción de haber dirigido a las mejores. No me siento nervioso por mi futuro. Cuando dirijo a la Filarmónica de Rótterdam tocan para mí como si fueran la Concertgebouw. No tiene sentido hablar sobre mi futuro. La calidad está en el espíritu. No estoy preocupado. Si sabe lo que tiene que pedir, el director puede ir a cualquier orquesta.


Wagner a la rusa
Sin duda, uno de los mayores retos del Mariinski ha venido de afrontar la Tetralogía. Tras ofrecerla íntegramente en el pasado Festival de las Noches Blancas de San Petersburgo, en mayo, asumió el riesgo -y con bastante fortuna a tenor de las críticas-, de presentarla en el corazón de Alemania, en Baden Baden. La concepción del montaje ha sido producto de las ideas del propio Gergiev, junto al escenógrafo George Tsypin y los directores de escena Vladimir Mizoev, que asumió las dos últimas jornadas, y Julia Pevner. La ambientación tiene lugar en Osetia, de donde procede Gergiev, ya que muchas leyendas del pueblo oseto tienen gran parecido a las germánicas. La decoración de Tsypin, muy celebrada, se ha inspirado en las pretéritas artes de los osetos. Todo el reparto, lleno de desconocidos, está a cargo de cantantes de Mariinski.

Preguntado Gergiev por este reto, contesta con cierto enojo: "¿Por qué no vamos a dirigir Wagner los directores rusos? ¿Es que no hay buenos directores en Alemania para la ópera italiana? En realidad, he dirigido mucho Wagner en todo el mundo. Y lo he hecho también en San Petersburgo. Para evitar susceptibilidades, hay una fuerte tradición wagneriana en Rusia, mucho más enraizada de lo que se piensa. Uno de los grandes como fue Nikisch, ya lo dirigió en 1898. A principios de siglo se hizo muchas veces a cargo de los más importantes maestros como Napravnik y Volkonski, así como aquellos que habían colaborado con el propio compositor. Esa tradición se ha mantenido. En el caso de San Petersburgo, no se puede olvidar que Yevgeni Mravinski, titular de la Filarmónica de Leningrado durante décadas, fue un enorme wagneriano", señala.

La lectura de Gergiev ha sido ensalzada. Incluso en periódicos alemanes se resaltaba su fuerza, su capacidad de afrontar el repertorio de otro modo. Gergiev entiende que "siempre se puede encontrar algo nuevo por mucho que se haya interpretado. Depende de cada uno, pero esto no tiene que ver con la nacionalidad, sino con el carácter".