Image: Sanzol, a la caza de la comedia regalo

Image: Sanzol, a la caza de la comedia regalo

Escenarios

Sanzol, a la caza de la comedia regalo

10 octubre, 2014 02:00

Gabilondo y Mazo dan forma a este texto onírico y Real de Sanzol. Foto: Manuel Díaz de Rada

Hongos alucinógenos, grabaciones de vídeo, elefantes rosas, escopetas, allanamientos de morada, sueños robados... Estos son algunos de los ingredientes de La calma mágica, la nueva entrega de Alfredo Sanzol como autor y director que podrá verse este viernes, 10, en el CDN. Sandra Ferrús, Mireia Gabilondo y Aitor Mazo encabezan el reparto.

Los personajes de La calma mágica huyen de la melancolía. Son seres vitales que luchan, que se frustran pero que, pese a todo, vuelven a intentarlo. Es la visión de Alfredo Sanzol (Pamplona, 1972), su autor y director, que llega este viernes a las tablas del Teatro Valle-Inclán con un montaje "cómico, muy delirante y alucinado". Continúa la línea seguida por Aventura!, obra que pasó en mayo por los Teatros del Canal. El texto que estrena estos días narra el momento en el que Olivier (Iñaki Rikarte) intenta que Martín (Aitor Mazo) borre un vídeo que le ha grabado en el trabajo mientras dormía junto al ordenador. "A partir de ahí -explica Sanzol a El Cultural- se configura un ritmo muy vivo que se mezcla con momentos más solemnes, como si se parara el tiempo y los personajes se pusieran a buscar entre sus emociones".

Esos sentimientos son los que guían esta nueva entrega del autor navarro, en la que se muestra en el mismo plano realidad, sueño y alucinación. El embrión de la obra nace en 2012, a propuesta de Fernando Bernués y Koro Etxeberria, productores ejecutivos de la compañía Tanttaka. Nada más ponerse a escribir sucedió algo que cambiaría radicalmente el proyecto: "La muerte de mi padre ese año me provocó una necesidad de escribir algo para él". Así es como La calma mágica fue tomando forma. Por un lado, para curar el dolor que había supuesto la pérdida y por otro un homenaje que a su padre le hubiese divertido contemplar. "La he bautizado como 'comedia regalo' porque está dedicada a él -precisa Sanzol-. Quería hacerle reír. Nos solía contar una historia que le pasó en Tejas, donde estuvo viviendo en los sesenta. Conoció a una pareja de rancheros ya mayores. Como se parecía mucho a un hijo que perdieron le ofrecieron dejarle la propiedad como herencia a cambio de que se quedara a vivir con ellos. Dijo que no pero siempre se acordaba de aquello. De pequeño me pareció una historia tan alucinante que ahora ha marcado toda la atmósfera de La calma mágica."



Lucha y dignidad

Sandra Ferrús, Mireia Gabilondo y Aitziber Garmendia completan un reparto en el que los personajes pelean por una identidad y una pauta de comportamiento para defenderse de las agresiones de los demás. El director considera que esa dignidad por la que luchan sus creaciones está muy ligada a la libertad y a la justicia, objetivos del ser humano: "Lograr la propia dignidad y la de los otros es una forma de dar sentido a la vida, una expresión tan grande, tan importante y tan vital que resulta cómica. La desproporción entre el tamaño del ser humano y el del universo produce una tensión tan fuerte que llega a ser cómica. Me gusta usar el sentido del humor para llegar a los lugares donde está el dolor y la frustración".

Coproducida por el Centro Dramático Nacional y Tanttaka, La calma mágica es un paso más en la obra dramática de Sanzol. Reconoce que todas sus entregas tienen algo en común, "una línea subterránea que las une". Todas, incluidas Risas y destrucción (2005), Sí, pero no lo soy, de 2008, o Delicadas (2010), ésta última ganadora del Max al Mejor Autor. "Todas tienen su personalidad y su estilo. Eso sí, es muy difícil contemplar mi trabajo con cierta distancia. Creo que hay un intento por desvelar las paradojas del ser humano en su camino hacia la felicidad, y esas paradojas muchas veces producen humor. Hay también una mirada compasiva y crítica hacia el dolor. Hay rabia y frustración por la estupidez y al mismo tiempo un optimismo vitalista para lograr la armonía y el equilibrio".

Armonía y equilibrio que intentará transmitir a sus montajes venideros, como El búfalo americano, de David Mamet, y el Edipo Rey que realizará en primavera con el Teatro de la Ciudad. "Todo lo que escribo nace de un impulso íntimo, incluso cuando la experiencia es de otro y me toca profundamente".

Desde esta forma de ver la realidad, interiorizándola y creándola, Alfredo Sanzol estructura toda una teoría escénica y una efectiva línea de trabajo: "Al crear una historia ya estás haciendo ficción. Entonces, los hechos y los personajes se desligan de quienes los construyen. Por mucho que el artista esté utilizando impulsos íntimos las historias tienen vida propia. Lo autobiográfico, entonces, se transforma, se disuelve y nace algo nuevo. Esa novedad es la que importa".

Como importa el viaje iniciático que nos llevará a África, a los elefantes rosas, al amor, a la obsesión, a los allanamientos de morada, a las escopetas de caza, a la traición, a los sueños robados... Todo eso nos encontraremos en La calma mágica. Sanzol lo resume recordando a Shigekuni Honda, el protagonista de Caballos desbocados, de Mishima: "A medida que transcurre el tiempo, los sueños y la realidad llegan a tener el mismo valor entre los recuerdos. Todo lo que ha sucedido en la realidad se mezcla con lo que pudo ser. Y, como la realidad deja rápidamente el espacio a los sueños, el pasado se parece cada vez más al futuro".